• 11/03/2016 01:00

Lo que hay tras la turcomanía (I)

L o artístico cultural. Las novelas por entregas en capítulos periódicos constituyen un fenómeno que surgió ya desde el siglo XIX 

L o artístico cultural. Las novelas por entregas en capítulos periódicos constituyen un fenómeno que surgió ya desde el siglo XIX y se cuentan entre sus servidores plumas como las de Benito Pérez Galdós y otras plumas famosas en Francia, y Estados Unidos. Aquella forma de cautivar a un público masivo, que no se aventuraba a entrar en el cultivo formal de la lectura contenida en un libro único, dio paso, con la llegada de las innovaciones técnicas, a las radionovelas primero y a las telenovelas después. Esta última forma sentó sus reales en Latinoamérica, en momentos en que el público estaba sometido al influjo de la pauta gran-fílmica hollywoodense, en la cual el cautivador magnetismo del filme formal entregaba al público una historia completa en una sola sentada. La telenovela suministraba el recurso a la recurrencia del espectador atado a una serie de capítulos.

Los países latinoamericanos suplieron sus deficiencias técnico-financieras con el suministro de historias por sucesivas entregas. Todo ello se nutrió del microambiente en que se generaba, y así México pronto se vio obligado a reflejar en forma barata la realidad delincuencial de su diario y azaroso vivir y Venezuela dio lugar a lo que sus propios ciudadanos dieron en llamar teleculebrones, caracterizados por disputas entre varias parejas, todos ellos apelando al recurso de filmaciones en espacios reducidos, ya sean ellos habitaciones domésticas o recintos carcelarios. No obstante, algunos países latinoamericanos, entre los que se destacaban Brasil y Colombia, dieron salida a temas históricos y folclóricos recreados con una minuciosidad de narración, decorado y paisajismo que suplían con éxito al gran cine. El interés por lo exótico, trenzado con la actualidad moderna, logró que la serie de genial factura brasileña El Clon mantuviera atrapada a audiencias que solo a través de la pantalla podían asomarse a las callejuelas del Zoco o Medina de Marrakech.

Aquella audiencia era ajena a la naturaleza del reino marroquí, de sus gobernantes y sus opositores victimados, desde Ben Barka, pasando por la familia de Oufkir, de sus trabajadores y naturalmente de la tragedia del pueblo saharaui. El decorado lo cubre todo. Es por todo lo anterior que las actuales series turcas, que relatan episodios de la magnificencia de su pasado imperial, cautivan al gran auditorio goloso, no solo de la trama sino de la filmación de costumbres, ropas y exteriores prescindiendo sí de la naturaleza del régimen turco actual.

La estética cinematográfica como vector económico y político

Más allá del comentario cultural, la invasión de estas series turcas en el ámbito latinoamericano pretende abrir, mediante la instrumentación cultural, un espacio de receptividad y permisividad hacia las acciones reales que el Estado turco realiza en su entorno.

Lo primero es la idea de la unicidad del Estado turco como reflejo de una nación homogénea. Nada más lejos de la verdad ni antes ni hoy; así como en las novelas no se expresa claramente la procedencia diversa de sus actuantes desde Crimea hasta Albania y se oculta que el Imperio otomano era multinacional y no solo turco, también en la actualidad Turquía pretende presentarse ante el mundo como la república de la nación turca y no como un Estado que encierra dentro de sí naciones distintas como los kurdos, los armenios, todas las cuales principalmente ocupan las regiones al este y sureste de la meseta de Anatolia, y los laz en el borde póntico del noreste. Muchos de esos grupos esconden su etnicidad y se hacen pasar como turcos étnicos por miedo a las represiones, ya que en ese país es severamente castigado el ciudadano que se exprese en otra lengua.

Al terminar el siglo XIX y el Inicio del XX existían dos imperios que se conocían como ‘cárceles de pueblos', ellos eran: el austrohúngaro y el ruso. La I Guerra Mundial y la Revolución rusa abrieron las puertas de aquellas prisiones, dando lugar a que las múltiples naciones que surgieron en el seno de aquellos dos imperios constituyeran sendos Estados basados en el concepto nacional. En la actualidad Turquía retiene para sí el título de ‘Cárcel de Pueblos', aunque no lo reconoce y niega la diversidad que hay dentro de sí.

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