• 02/11/2016 01:01

Utilidad práctica de los talleres literarios

Lo ideal es comentar en cierto orden, hasta agotarlos, diversos aspectos del contenido, pero también de la forma

Un taller literario es un espacio en el que, al reunirse personas que escriben, estos buscan conocer la opinión y las propuestas de sus colegas del oficio en torno a textos escritos anteriormente, o bien sobre la marcha, como parte del proceso creativo. También es, sin duda, un núcleo de naturaleza intelectual, en la medida en que propicia la confrontación e intercambio de criterios sobre asuntos conceptuales y formales relativos a la escritura y la creatividad. Así, la confrontación de textos redactados en clase o a manera de ‘tareas' bajo la guía de un coordinador de taller (que necesariamente debe ser un buen escritor, y que además tenga capacidad didáctica), ya sea de cuento, novela, poesía, ensayo u obra teatral, es una manera práctica de someter a discusión, de acuerdo a ciertos criterios, lo escrito por dichos talleristas.

Sin duda, hay muchas formas de conducir un taller literario. Todo depende de la índole del mismo, de la experiencia del profesor/escritor que esté al frente y del sentido de respeto y tolerancia de los participantes. Mi manera particular de concebirlo, y de conducirlo es el resultado de muchos años de experiencia en estas lides en mi doble papel de escritor y de conductor de talleres. Por tanto —insisto—, estas son sólo apreciaciones personales relativas a una determinada manera de enfocar el asunto, y ni pretendo exclusividad absoluta ni niego otras formas, acaso menos completas y rigurosas, de concebir y conducir talleres literarios.

Por lo general, el autor de cada texto lo lee en voz alta, pero es preferible que todo el material a discutirse en determinada sesión se conozca previamente (haberse repartido en la sesión anterior —o enviada por Internet—, así como leído y anotado en casa), a fin de que la discusión sea, literalmente, con conocimiento de causa y, por tanto, a fondo. No se vale improvisar reacciones epidérmicas. Claro que también podría decidirse no leer en voz alta el texto, bajo la premisa de que ya todos lo conocen; sin embargo, ‘refrescar memoria' con la lectura, en la voz del propio autor u autora, resulta útil y estimulante.

Lo ideal es comentar en cierto orden, hasta agotarlos, diversos aspectos del contenido, pero también de la forma; es decir, tanto asuntos como el tema, la trama, los personajes, las situaciones, la atmósfera, y el manejo del inicio, desarrollo, clímax (nudo) y desenlace de la historia, como cuestiones tales como el punto de vista narrativo, el tono, el manejo de los tiempos verbales, las personas gramaticales y los narradores, e incluso cuestiones de redacción y ortografía, rimas innecesarias y molestas repeticiones de palabras y conceptos. Todo siempre bajo la guía del profesor/escritor, quien debe conducir la sesión, encaminar la discusión, dar y quitar ecuánime y mesuradamente la palabra, y evitar a toda costa pronunciamientos hirientes u ofensivos de parte de los miembros del taller y de él mismo. Esto no significa, desde luego, que no se propugne y se procure, a toda costa, el mayor rigor y honestidad posibles en los juicios que se expongan.

En un taller de cuento, por ejemplo, lo ideal es que si éste es para principiantes, el profesor/escritor exponga determinados aspectos teóricos sobre lo que es este género literario, asigne lecturas y más adelante solicite la redacción progresiva de diversos ejercicios en clase (breves narraciones, descripciones, diálogos), o a manera de tareas que se hagan en casa. Avanzar poco a poco, ejercitando ciertos aspectos básicos de la composición de un cuento, es una forma de ir calentando motores. Obviamente, también es posible empezar de manera más directa o expedita con la escritura de pequeños cuentos, o de fragmentos que eventualmente puedan llegar a forma parte de estos. En talleres más avanzados, en cambio, cuando los participantes ya tienen cierta práctica en la escritura de cuentos, se puede obviar la mayor parte de los pasos anteriores y entrar directamente en materia.

La crítica debe ser sincera y constructiva, buscando ponderar los aspectos positivos del trabajo de los demás, pero también debe hacerse notar las fallas o defectos que, a juicio de los otros talleristas, tenga el material presentado. Lo ideal es que primero vayan exponiendo sus juicios de valor los participantes, y que sólo al final hable el profesor/escritor. Esto, con el propósito de no sesgar, influir o cohibir de forma alguna la discusión previa.

Al final, es importante darle la oportunidad al autor del texto discutido para que comente sus impresiones sobre lo expresado por sus compañeros y por el profesor/escritor, y asimismo para que explique sus propias premisas o intenciones. Si bien, por supuesto, quien escribe terminará haciendo con su texto lo que le parezca más a tono con sus convicciones e intenciones literarias, es recomendable que tome en cuenta algunos de los juicios de los demás, sobre todo en la medida en que haya habido coincidencias en torno a virtudes o defectos, a fin de perfeccionar su escritura.

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