• 30/11/2016 01:01

Estuvimos a punto de desaparecer del mapa

El frío relato de Castro sobre su experiencia en esos momentos críticos es verdaderamente espeluznante

A raíz del fallecimiento de Fidel Castro, dentro de los muchos episodios divulgados sobre su vida personal y política, su actividad guerrillera y sus experiencias al frente del Gobierno cubano, nos ha llamado la atención una entrevista en la cual relata detalles del conocido incidente de la ‘crisis de los misiles soviéticos', aquel enfrentamiento entre el presidente Kennedy y el líder soviético Nikita Khrushchev hace 54 años.

El frío relato de Castro sobre su experiencia en esos momentos críticos es verdaderamente espeluznante; ilustra el inmenso peligro que el poder devastador de adelantos tecnológicos le otorgan a los gobernantes que los poseen. Como lo narró Castro, el poder destructor nuclear omnímodo, con posibilidad de acabar con sus países y con el resto de la humanidad, estuvo en las manos de dos personas en octubre de 1962.

El escalofriante episodio se inicia ese año con la visita secreta de dos emisarios del Kremlin para informarle personalmente al gobernante cubano que Estados Unidos planeaba una invasión militar a la isla para lograr lo que la fracasada invasión de Bahía Cochinos no había conseguido un año antes. Años después Castro concluye que esa información tuvo que haber sido obtenida por espías soviéticos infiltrados en el Pentágono americano.

¿Cómo evitar esa invasión? Solo considerando que un ataque a Cuba constituiría un ataque a la URSS. Para ello se firma un acuerdo militar de defensa y la URSS secretamente instala en la isla cohetes nucleares con capacidad de asestar golpes devastadores a territorio americano. Sin embargo, contra la opinión de Castro, la URSS prohibió la divulgación del tratado, decisión que consideró como un craso error personal de Khrushchev. Estados Unidos reacciona iniciando ‘una cuarentena' o bloqueo militar por mar y aire contra isla y anuncia la detención para inspección de cualquier nave que intente dirigirse a la isla, incluyendo las soviéticas.

Al partir naves de puertos soviéticos con destino a Cuba, el mundo entero queda en vilo ante el inminente enfrentamiento entre ambas potencias. Cada día se informa del avance de las naves que se acercan a Cuba.

Surgen entonces posturas beligerantes y amenazantes de Kennedy y Khrushchev. También entre el Kremlin y La Habana. Castro, consciente de que la grave situación realmente puede desencadenar una tercera guerra mundial, le advierte —o aconseja— a Khrushchev no ser el agresor porque una confrontación nuclear exterminaría centros urbanos de ambas naciones y Cuba. Castro, a través del embajador soviético, quien no dominaba cabalmente el español, sugiere a Khrushchev posibles salidas que este no acepta.

La postura inamovible de ambos líderes se extiende por varios días hasta que el presidente Kennedy anuncia que acepta desmantelar cohetes nucleares norteamericanos en Turquía a cambio de una acción semejante del Kremlin en Cuba. La tensión mundial cede; ambos Gobiernos, sus ciudadanos y el mundo respiran aliviados. La tragedia que pudo suceder, si la soberbia hubiera anulado la prudencia y ordenado un ataque nuclear contra el adversario, estuvo a punto de ocurrir.

¿Quién puede asegurar que algo así no pudo haber ocurrido? ¿O que pueda suceder hoy?

La crisis de misiles soviéticos de 1962 fue un caso real, cuyos detalles íntimos ahora se revelan. El incidente ilustra la importancia de los esfuerzos en favor del desmantelamiento mundial de proyectiles nucleares y de los tratados para el desarme nuclear, firmados y por firmar.

Ese poder destructivo, tan devastador y horroroso, no debe tener cabida en el siglo XXI. Los avances de la tecnología deben ser puestos al servicio de la humanidad, no como una amenaza a la paz mundial en manos de algunos gobernantes.

EXDIPUTADA

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