El presidente explicó que la deuda adquirida para la construcción de los corredores es una ‘deuda que tenemos que manejar en el tiempo’

- 12/09/2025 00:00
Las instituciones políticas que funcionan son aquellas que responden a su contexto, es decir, son producto del a veces difícil equilibrio entre las demandas de la ciudadanía y las necesidades de los actores políticos. Así las instituciones y, de paso, las políticas públicas, logran tener las características que les hacen legítimas: ser aceptadas por la mayoría, perdurar a través del tiempo y modificar la conducta de los actores.
Un ejemplo inmejorable de esta premisa son las primarias en Panamá. En la década de los noventa, además de la demanda de democratización de los partidos y del efecto de imitación regional que las convirtió en “la reina de las reformas electorales”, como les llamó Flavia Freidenberg, también fueron las necesidades del Partido Revolucionario Democrático y su posición, entonces dominante en el sistema de partidos, las que posibilitaron su instauración en Panamá. ¿Cómo sucedió esto?
Después de haber participado en el régimen autoritario, el PRD necesitaba crear credenciales democráticas que lo convirtieran creíblemente en un partido funcional al régimen democrático recién instaurado. Pero hubo otro rasgo a veces olvidado que fue aún más importante: en su modelo originario la Guardia Nacional era la organización externa al partido que incidía contundentemente en las decisiones más importantes del partido, una de ellas la elección de sus candidatos. Al salir esta organización externa del modelo originario, su dirigencia necesitaba un nuevo mecanismo para tomar tan importante decisión.
Y así, aprovechando su mayoría legislativa, se la impusieron a todos los partidos y de paso democratizaron todo el sistema. El caso contrario era el del Partido Arnulfista, que a finales de los noventa y principios de los dos mil se resistieron todo lo que pudieron a realizar primarias. Claro, al haberse opuesto al régimen autoritario sus credenciales democráticas no estaban en duda y la legitimidad de su dirigencia y candidatos descansaba en la herencia del liderazgo carismático de Arnulfo Arias, el cual encarnaba Mireya Moscoso. Además, no tenían bancada suficiente para detener o revocar la decisión tomada por la mayoría PRD. Visto así, no es casualidad ni producto de la buena voluntad que el Partido Panameñista haya realizado elecciones internas sin resistencia desde el 2005, toda vez que su dirigencia pos-Moscoso, al no poder apelar a la herencia carismática, ha necesitado legitimar democráticamente su liderazgo.
Hoy en general son las redes clientelares lo que legitiman internamente a los dirigentes y definen las postulaciones. En ese contexto las primarias estorban y se convierten en “juegos estratégicos”, como eufemísticamente también Flavia Freidenberg se refirió a la manipulación que están haciendo los partidos panameños de las primarias. Sin embargo, la población las sigue valorando y son una institución deseable, por lo que, según la premisa planteada, vale la pena preguntarse veintisiete años después de su instauración qué actores las necesitan, de manera que nuevamente sean viables.
El actor emergente que junto a la politóloga Marina Acosta llamé “movimiento anticorrupción” o, como se les conoce coloquialmente, “los independientes”, parecen ser reconocidos por la ciudadanía no sólo como democráticos, sino también como un actor que intrínsecamente tiene un potencial democratizante. No obstante, tienen unos profundos problemas de coordinación en todos los ámbitos electorales porque ese actor tiene más de una expresión organizativa. Su situación evoca las grandes alianzas civilistas de hace cerca de cuarenta años, a las que les habría servido un método institucional de coordinación si hubieran podido apartar el mesianismo.
Reservar espacios en circunscripciones en las que se aspira postular conjuntamente no es una práctica propia de actores que se auto perciben como portadores de un proyecto de renovación política. La solución, y allí está parte de la reforma necesaria, es formalizar una alianza previa a las primarias y que las listas las definan democráticamente los miembros y simpatizantes de las organizaciones que pertenecen a la alianza. Aliarse antes de las primarias es impensable en el Panamá pos-transición a la democracia de los últimos 35 años, pero en el sistema político que hoy la ciudadanía demanda construir esta posibilidad merece al menos ser discutida.
La gran prueba de fuego son las elecciones primarias presidenciales, que son las más importante porque es en donde los intereses son más grandes, pero donde también la realidad ha dado las señales más claras de que son necesarias nuevas normas. En la elección del 2024 malamente hubo intentos de coordinación horizontal entre candidatos presidenciales de libre postulación y partidistas que en cierta manera hicieron sentir burlada a la ciudadanía. Esta nueva realidad hay que reconocerla, sincerarla, entenderla y crear las normas que las enmarquen democráticamente para que las instituciones electorales sean predecibles, perdurables y aceptadas. Nuevamente, las alianzas previas a las primarias, entendidas como mecanismo de coordinación, emergen como una posibilidad democratizante que deben valorar los actores con mayores problemas de coordinación, pero que gozan de bancadas suficientes para promover nuevas normas electorales.