• 14/12/2016 01:02

Las calles de Panamá

 Los asaltos, atracos, tiroteos y secuestros express le añaden una atmósfera inhóspita y peligrosa a las calles, sobre todo en la oscuridad de la noche. No tenemos calles seguras

En el baúl de mis recuerdos computarizados encontré un comentario que escribí en este espacio hace siete años y me animo a reproducirlo porque es bueno recordar que estos males que nos aquejan son de vieja data y han crecido por haber sido ignorados por tanto tiempo hasta ahora.

Lo que sigue fue mi nota en el 2010.

Desde todo punto de vista, las calles de nuestra ciudad constituyen un factor deshumanizante, que origina una nociva tensión en quienes transitamos por ellas. Su estrechez y el aumento constante del parque vehicular provocan continuos tranques; el manejo desordenado de muchos conductores es causa de accidentes que entorpecen el tráfico. Los asaltos, atracos, tiroteos y secuestros express le añaden una atmósfera inhóspita y peligrosa a las calles, sobre todo en la oscuridad de la noche. No tenemos calles seguras.

Las inundaciones son cosa normal cada día que cae algo más que una pequeña garúa. La falta de desagües adecuados y la obstrucción de drenajes, sobre todo cuando los aguaceros coinciden con mareas altas, son ocasión propicia para que delincuentes asalten vehículos inmovilizados por la acumulación de las aguas de lluvia. Entonces, como colofón, también se desbordan las aguas servidas.

En las angostas calles y avenidas —abusadas también como sitios de estacionamiento— se producen los desesperantes embotellamientos que implican pérdida de tiempo, de combustible, de paciencia y aumento de inseguridad, de accidentes, de manejo agresivo y de conductores descorteses. Cualquiera estaciona su auto donde mejor le parezca, inclusive en áreas reservadas para discapacitados. En el sector marino del Corredor Sur un reciente accidente provocó un descomunal tranque precisamente cuando los conductores retornaban a sus hogares al final del día; poco faltó para que la justificada desesperación de algunos desembocara en una tragedia. En el área bancaria, calle 50 y en la salida vespertina hacia el Puente de las Américas, cualquier accidente obstaculiza totalmente el tráfico.

Las rajaduras y deterioro del pavimento por falta de mantenimiento y exceso en los pesos permitidos, causan daños a los vehículos que luego transitan sin que nadie se haga responsable por su reparación. El caso se agrava cuando entidades oficiales abren zanjas y huecos por doquier sin preocuparse por una adecuada señalización que alerte a conductores desprevenidos.

Dos proyectos se han iniciado para tratar de mitigar el problema. Uno consiste en colocar semáforos por todas partes para tratar de ordenar el tráfico y hacerlo fluir más rápidamente. Veremos en qué queda este experimento, pero las primeras pruebas han resultado en congestionamientos más irritantes y existe el latente peligro de que los frecuentes cortes de energía puedan dar al traste con la sincronización.

El segundo proyecto fija las esperanzas en un metro, siguiendo el modelo del de Santo Domingo; pero llama la atención que aquel metro ya está teniendo dificultades importantes. Se ha conocido que decenas de pasajeros han quedado atrapados hasta por media hora debido a un recalentamiento que dispara los fusibles del metro y, aunque no pone en peligro la vida de los pasajeros, las autoridades han dicho que ‘es algo que será común y los usuarios deberán irse acostumbrando a este tipo de fallas'. Esos defectos tendríamos que evitarlos acá.

Quienes aspiramos a vivir en una ciudad amistosa y sana —no agresiva— debemos exigir calles bien trazadas, construidas y señalizadas, libres de basura, huecos, desbordamientos de aguas servidas y, sobre todo, muy seguras. Aunque las autoridades nacionales son las principalmente responsables, la Alcaldía capitalina debe asumir un grado de liderazgo y de participación más activa en estos temas. Total, se trata de la ciudad capital y es la primera autoridad del distrito.

EXDIPUTADA

Lo Nuevo
comments powered by Disqus