• 21/02/2017 01:03

De la envidia extranjera a la pobreza de la envidia

Cuando alguien se manifiesta crítico, la primera crítica contra él es calificarlo como resentido

Cuando los altos funcionarios de gobierno afirman que Panamá es la envidia de Latinoamérica por el hecho de mantener un PIB altísimo y en apariencia sostenido por varios años, tal mensaje está dirigido precisamente a una comunidad panameña que aún no se lo cree y que está acostumbrada al engaño.

No se puede considerar una economía exitosa aquella que a pesar de su alto crecimiento la distribución de esa riqueza es tan pobre como la pobreza que sustenta esa riqueza.

Y no puede creérselo porque tal crecimiento representa una contradicción respecto a la mala distribución de la riqueza cuya principal consecuencia es mantener y aumentar los índices de pobreza del país. Es como decirle al pueblo, siéntase contento con el olor del banquete que pasa por su nariz, porque ese banquete Ud. ayudó a prepararlo, aunque no esté invitado a la mesa. No se puede considerar una economía exitosa aquella que a pesar de su alto crecimiento la distribución de esa riqueza es tan pobre como la pobreza que sustenta esa riqueza.

Pareciera que se sigue pensando que el método adecuado de la distribución de la riqueza sea el de goteo; ni siquiera con un aspersor. Se trata de un mecanismo de gratificación imaginario, que nos hace sentir bien cuando sabemos que un compatriota está disfrutando de esa riqueza, como si fuera nuestro compadre, aunque él este allá y nosotros acá.

Los beneficiarios de esta bonanza deben tener algunas actitudes justificadoras frente a la inequidad, quizá reforzando los viejos argumentos de la incapacidad de la gente pobre porque no saben aprovechar las oportunidades y mucho menos tener la disciplina para el trabajo que requiere obtener mayores beneficios. Ese es uno de los muchos argumentos para descalificar cualquier protesta en torno a esta distribución desigual de la riqueza.

Cuando alguien se manifiesta crítico la primera crítica contra él es calificarlo como resentido. Psicológicamente, un resentido es un desviado del común denominador, alguien que en el contexto norteamericano sería llamado perdedor por naturaleza, merecedor de su marginalidad. El resentido se manifiesta en contra del bienestar de aquellos que lo lograron, como si fueran muchos, pues se le considera un pobre de espíritu que no logra superar su fracaso por concentrarse en atacar a los triunfadores.

Pero como en los últimos años se ha constatado que la pobreza no solo es de los resentidos, sino que es un fenómeno generalizado en un país que según la propaganda flota en dinero, entonces se han propuesto remedios caseros (o tal vez vendidos como caseros), según los cuales es posible salir de la pobreza generando potencialidades inmanentes de habilidades empresariales. Es claro que no pocos países en el mundo generan gran parte de su riqueza a partir de la actividad económica de pequeños productores y empresarios. Pero esta pretensión presume que los noveles empresarios pueden inventarse con seminarios reforzadores de la autoconfianza (un problema de la identidad negativa panameña).

Ejemplos de emprendimientos pueden ser muchos. De hecho, sin necesidad de seminarios costosos, los pobres inventan sus propias recetas de gestión, incluyendo aquellos que rozan la marginalidad criminal. La informalidad económica es un invento probablemente panameño, probablemente desde la colonia, cuando el contrabando fue un gestor de riquezas de ciertas familias y desde la cual, el proyecto asistencial derramaba o dispersaba bienes intercambiables en un mercado negro tolerado seguramente por el sistema, como hoy, con los numerosos vendedores de calle, buhoneros, etc. que canalizan bienes que les proveen los mismos que se quejan de la deslealtad de este negocio anti sistema. De hecho, es parte de un todo. Así que, no nos ilusionemos con el simbolismo de lo bien que nos va cuando ese bien no alcanza para todos.

PROFESOR.

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