• 04/07/2017 02:01

Los desechables en la sociedad panameña

Y cuando contemplamos un viejo que exhibe destrezas y talento se le ridiculiza.

El arquitecto del universo permite que los seres humanos cierren su ciclo de vida con la senectud; es la manera de evaluar nuestro devenir al asumir los errores y aciertos; es una etapa en la cual la creatividad, talento y eficacia siguen como agua viva al cosechar frutos en bien de la humanidad. La vida social, en otras épocas, consideraba desechables a los hombres y mujeres que consideraba ‘viejos' y los liquidaba. Javier Riba Peñalba, en la novela, Lunar Eterno tiene imágenes de esos trágicos aconteceres. La sociedad, hoy, victimiza a los que considera ancianos desechables; si cometen un error lo magnifican, pero si un joven actúa de igual manera lo celebran; ahora si el viejo es acaudalado lo ignoran.

La política, las artes y ciencias, la tecnología o cualquier acto cultural propio de la naturaleza humana, sin importar su edad, comprueba la competencia de la senectud. Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Goya, Picasso, Dalí, Goethe, Víctor Hugo, Tolstoi, Verdi, Saramago, Stravinski, Einstein, Ho Chi Min, Ellsworth Bunker, Winston Churchill, Mandela, Belisario Porras, Edilia Camargo y Richard Brooks, como muchos otros, asumen liderazgos ejemplares.

La experiencia de los ejecutivos japoneses, ya jubilados, la aprovechó la China de Mao y hoy el gigante oriental es una de las primeras potencias mundiales.

Las palabras populares para dirigirse a una persona mayor en edad, hace cinco lustros, eran señor y señora, dama y caballero. Pero hoy no sabemos qué causó el cambio de esa identificación, y en un desplazamiento grotesco aparecen las palabras: viejo y vieja, tío y tía son términos excluyentes y discriminatorios que indican que son personas desechables.

La Universidad de Panamá excluye a los catedráticos que cumplen 75 años, en lugar de aprovechar sus conocimientos y experiencias en la orientación de los jóvenes que inician su carrera docente. Ignoran, caprichosamente, que quienes desprecian los conocimientos acumulados jamás llenarán sus vacíos para alcanzar la sabiduría.

Las palabras son producto de los valores acumulados en la conciencia social y surgen de la praxis; pero el lenguaje evoluciona de acuerdo al entorno cultural; pero la senectud en la actualidad es un ente desechable en Panamá.

Panamá se caracteriza porque vive en una sociedad amoral, la corrupción es la norma y un modo de ser. La vida cotidiana trata así a los adultos mayores: ante una persona con canas y arrugas, se lanza la frase ‘qué bien te ves', es una expresión de conmiseración paliativa. La persona próxima a jubilarse, la evaluamos como un desecho humano. Y cuando contemplamos un viejo que exhibe destrezas y talento se le ridiculiza.

La ancianidad sin riqueza material, es un desecho condenado; pero si es lo contrario, entonces es una bendición de Dios para proteger y tener cerca con elogios y reconocimientos.

Panamá aumenta, progresivamente, el número de su población de adultos mayores, por tanto le corresponde al Estado garantizar su calidad de vida con equidad y decoro.

La sociedad panameña está en un despeñadero moral, todavía es tiempo de rectificar los equivocados rumbos que seguimos. Valorar la senectud es enriquecer con vivencias gratificantes el desarrollo social. Los seres humanos siempre tienen pasiones, son creativos y útiles al bienestar de la sociedad hasta su último aliento.

El devenir histórico es rico en ejemplos de hombres y mujeres que, sin importar la edad, nutren las artes y ciencias con creaciones maravillosas. La sociedad se dignifica cuando respeta y aprecia a sus mayores; demandamos una campaña colectiva de concientización para darle el justo reconocimiento a nuestra senectud.

DOCENTES JUBILADOS.

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