• 02/10/2017 02:02

Como agua de borrajas

La complicidad de funcionarios de jerarquía y miembros de la policía confirma que son indispensables para tejer la telaraña del narcotráfico

El Estado Mayor Central de las FARC dijo en 2012, que ‘…los dineros del narcotráfico se convierten en tierras, inundan la banca, las finanzas, las inversiones productivas y especulativas, la hotelería, la construcción y la contratación pública, resultando funcionales y hasta necesarios en el juego de captación y circulación de grandes capitales...'. Es decir, el narcotráfico se convirtió en empresa y el narcotraficante en empresario. De probarse la participación de un grupo local organizado en este infame negocio, sería muestra menor de un mal que nos está devorando, piedrecita en el trasiego de droga. Es tal la dimensión de esta actividad que en la lista anual de la revista Forbes de las mayores fortunas en el mundo han aparecido narcotraficantes colombianos, mejicanos, norteamericanos, un escurridizo indio (de la India) apellido Kaskar y un chino (rey del opio) difunto por muerte natural, entre otros.

La complicidad de funcionarios de jerarquía y miembros de la policía confirma que son indispensables para tejer la telaraña del narcotráfico, especialmente la policía, que facilita grandemente el ilícito. No obstante, creo que sacarle filo político al caso El Gallero es dañino porque resta importancia a los hechos en sí. Además, escarbando un poco, aparecerían políticos de varios partidos nombrados en asuntos de drogas y dinero sucio (hasta asesinatos). Dejémonos de politiquería y cuentos porque el narcotráfico ni aquí ni en ninguna parte del mundo tiene bandera. Lo que cuenta es el dinero, que no tiene partido político ni clase social, y si estiro un poco el asunto, ni las iglesias le hacen mala cara (ej. el padre García Herreros que para hacer el bien recibía donaciones de Escobar Gaviria).

¿Qué lleva a una persona a convertirse en narcotraficante? La ambición del dinero que acerca al poder político, a la vida de lujos, a escalar socialmente en una sociedad tan torcida que para muchos el valor se mide según los bienes materiales que se tienen. Hace poco un amigo que conoce mi afición a la lectura me regaló el libro No moriré del todo, de Conrado Zuluaga sobre Gabriel García Márquez; aún perdida en las delicias de la lectura destaqué esta frase del Nobel sobre la droga en Colombia, que parece advertencia para nuestro país: ‘Una droga más perversa que las otras se introdujo en la cultura nacional: el dinero fácil que ha fomentado la idea de que la ley es un obstáculo para la felicidad, que no vale la pena aprender a leer y escribir, que se vive mejor como sicarios que como juez. En fin, el estado de perversión social propio de toda guerra'.

Los que de lleno o indirectamente participan en el tráfico de drogas deberían saber que no hay inocentes ni medio inocentes en este negocio. Están en la cadena de esta despreciable actividad el que compra tierras para cultivar la amapola o la coca; los que elaboran, trasladan, venden y distribuyen drogas ilícitas (cocaína, metanfetamina, heroína, etc.). Todo el que participa en esta actividad es delincuente; no está exento de ser llamado así el que se presta para ‘blanquear' dinero en inversiones como las que cita las Farc; ni el que viendo que no está claro el origen de tanto dinero, lujos y negocios los aprovecha y luego dice ‘yo no sabía'. Y también deberían saber los que están en este último grupo, que en privado se les califica de delincuentes por más empinados que estén en la escala social a la que tanto valor dan los que ‘se hacen los suecos' cuando les ponen por delante una buena cantidad de billetes.

Hay una diferencia marcada en el manejo de dinero sucio. Narcotraficantes tipo Escobar Gaviria, Chapo Guzmán, Fabio Ochoa, Amado Carrillo (‘señor de los cielos'), etc. ostentaron sus riquezas con excesos de mal gusto (casas, zoológicos, ropa, joyas, armas); ser ricos ‘racataca' contribuye a delatarlos. Esa conducta la siguió ‘Tony', supuestamente el cabecilla en el caso El Gallero; otro tanto hacía su compañera sentimental, quien mostraba los lujosos autos, joyas, zapatos, etc. que le endulzaban la vida. ¡Y el colmo! En una fotografía a bordo de un Lexus, se lee ‘Bendecida por Dios'. Bueno, ya tendrá oportunidad de recibir la bendición si prueba su inocencia. En cambio, los ‘caballeros de fina estampa' no fanfarronean sus riquezas; montan empresas serias (¡jamás una gallera!), donan a causas nobles, etc. Pero tan delincuentes son los unos como los otros. ¡Y qué paradoja! La riqueza ilícita es importante en la economía; es generadora de empleos; pero también de drogadicción, azote mundial, cara trágica y dolorosa del infame narcotráfico.

Somos puente para el trasiego que va principalmente hacia los Estados Unidos, gran mercado de consumo; y hacia países de Europa; en pago nos dejan droga que pronto encuentra mercado local. Las autoridades saben que el consumo de droga en todo el país es alarmante; pero no lo encontrará como relevante en la agenda de Gobierno; no hay programas sostenidos de prevención ni suficientes centros para rehabilitación de drogadictos. En cambio gran publicidad reciben los arrestos y decomisos de droga que son, la realidad, ‘del lobo un pelo'. De amarga ‘ñapa', van quedando ‘como agua de borrajas', sospechosos y frecuentes sobreseimientos enlazados con la corrupción en el Órgano Judicial, supermercado de coimas. Completo el cuadro para mantener firme la telaraña del narcotráfico.

COMUNICADORA SOCIAL.

‘Los que [...] participan en el tráfico de drogas deberían saber que no hay inocentes ni medio inocentes en este negocio'

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