• 28/02/2018 01:01

Jos, un espíritu humanista

‘Será difícil determinar con precisión el alcance de su extraordinaria labor. Su incansable fortaleza le llevó a reconstruir la historia [...]'

La noticia de la defunción hace poco de Joseph Jos en Fort de France, Martinica, es lamentable desde todo punto de vista y en especial para quienes han estado vinculados con la enseñanza de la lengua francesa en Panamá desde hace años.

Las tareas iniciales para la creación de una unidad académica que se ocupara de la enseñanza de ese idioma europeo en la Universidad de Panamá empezaron en su última etapa hace 52 años con el esfuerzo de un puñado de personas. Profesores, estudiantes entusiastas y el respaldo de la Embajada de Francia en Panamá, resultaron en su apertura en 1967.

Desde un primer momento, la representación diplomática gala brindó las condiciones para que los nuevos estudios contaran con un grupo de cooperantes que ofrecieron sus conocimientos y brindaron la posibilidad a quienes cursaban estudios, de escuchar e intercambiar opiniones con los expertos que vinieron a enseñar al país.

El clima de colaboración se hizo evidente porque en la contraparte francesa trabajaba el profesor Joseph Jos, agregado cultural de la embajada, quien recién había llegado y vio oportunidad de fortalecer los vínculos en la amplia esfera de la enseñanza. Estas iniciativas estaban en sintonía con su formación humanística y trayectoria en Francia, en las islas francófonas de las Antillas menores y su natal Martinica.

Se involucró en los cursos y dictó asignaturas de literatura. Tenía destrezas para profundizar los valores de los escritores más significativos; tanto en el siglo XIX con el realismo de Balzac; el preciosismo y escrupulosidad de Flaubert, la concisión del estilo de Stendhal, el naturalismo de Zola, la introspección de Proust como los contemporáneos, Gide, Camus, Malraux, Sartre, llenos de humanismo y Robbe-Grillet.

Fue, diría la profesora de filosofía Edilia Camargo, ‘un hombre marcado por su tiempo; una finalidad intelectual que se propuso ayudar en el salvamento de un mundo sin piedad para con aquellos que osan ser libres'. Al terminar sus tareas en Panamá regresó a Francia y luego a Martinica, donde se dedicó a la investigación y promoción de proyectos regionales de cooperación.

Varias veces regresó al país con grupos de excursionistas y procuró mantener el interés en el antiguo destino de los obreros que llegaron al istmo a trabajar en la construcción del canal en la época de los trabajos de Ferdinand De Lesseps. Además, procuró reconstruir la historia de ese periodo a través de investigaciones y documentales fílmicos. Dictó conferencias sobre el poeta Aimé Cesaire y también en relación a dibujos animados franceses.

Escribió una novela, Maruja, que se desenvuelve en el país y Esos niños perdidos en Panamá, un trabajo testimonial sobre los antiguos trabajadores martiniqueños en tierras panameñas. Además, sobre este tema del intercambio de culturas y los efectos para las familias que quedaban a ambos lados, escribió varios ensayos. Se reconoce su empeño en que ellos conocieran la trayectoria y destino de sus generaciones subsecuentes en el istmo.

Su muerte provocó un sentimiento de dolor entre quienes compartieron aulas en los diferentes sitios donde su voz y lecciones se dejaron escuchar. ‘Se metía en cuerpo y alma en su oficio', dijo Mayerling Andrión Balasque, una de sus alumnas. Nos transmitía sus conocimientos y sabiduría sin egoísmo; era un apasionado'.

Será difícil determinar con precisión el alcance de su extraordinaria labor. Su incansable fortaleza le llevó a reconstruir la historia y a desenterrar a sus personajes para darle valor a los hechos perdidos y a quienes contribuyeron a abrir una zanja que une y fortalece lazos económicos, políticos y, desde el punto de vista sociológico, todo un acervo de costumbres entre pueblos distantes, pero semejantes en sus orígenes.

Su trabajo se cumplió en Panamá y queda el legado que hoy cimenta nuestra cultura nacional.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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