• 12/05/2018 02:02

El mortal abrazo del mar

El IPCC, la NASA y la Agencia Europea del Medio Ambiente han advertido reiteradamente que la  la urbanización y las actividades económicas y sociales propias de las urbes inciden en el cambio climático

El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), la NASA y la Agencia Europea del Medio Ambiente han advertido reiteradamente que la urbanización y las actividades económicas y sociales propias de las urbes inciden en el cambio climático. Las ciudades producen más del 70 % del dióxido de carbono y emisiones de gases de efecto invernadero, fundamentalmente por el uso de vehículos, generación de energía de fuentes no renovables, deforestación y actividades industriales. Millones de personas sufren las consecuencias del aumento del nivel del mar e incremento de lluvias, inundaciones, tormentas y aumentos de temperaturas con extremos de frío y calor.

El calentamiento global ocasiona la elevación del nivel del mar, debido a que el hielo en las plataformas continentales se derrite y que el agua del océano se expande al calentarse, amenazando mortalmente a las ciudades costeras. Si el ritmo del aumento de nivel continua con la misma tendencia para el año 2100, el nivel se habrá incrementado en 65 centímetros.

Panamá es una de las ciudades latinoamericanas que más gases de efecto invernadero emite con alrededor de 4.9 toneladas por persona por día, la media regional es de 2.2. Este hecho seguramente está vinculado, entre otros, a que la mancha urbana del Área Metropolitana de Panamá se extiende descontroladamente. El BID, en estudio realizado en el 2015, advirtió que de mantenerse esa tendencia en el año 2050 ocupará más de 50 mil ha. Señaló, además, que esta huella urbana avanza en zonas ecológicamente frágiles, como el área de manglares donde se han definido, al menos, 5 mil ha con elevado riesgo de inundación. La presión inmobiliaria sobre áreas de alto valor ecológico ha eliminado zonas de bosques y manglares y rellenado áreas marinas para construir urbanizaciones.

El 12 de abril, los diarios locales informaron que los Gunas fueron afectados nuevamente por la subida del nivel del mar y que se mudarán de Isla Cartí Sugdup a tierra firme; a esta comunidad se la conocerá como la primera comunidad indígena de América Latina reubicada debido al cambio climático, según dice la ONG Displacement Solutions que apoya a los desplazados.

Las zonas costeras de Panamá son altamente vulnerables no solo por sus características físico/naturales, sino fundamentalmente por la deforestación de bosques y manglares y la urbanización desordenada. El ascenso de nivel de las aguas tendrá impactos negativos sobre los recursos hídricos, las actividades agropecuarias, eco/turísticas, desmejorará el acceso a los servicios urbanos básicos y declinará la calidad de vida en las ciudades.

Panamá tiene 2088.3 km lineales de costas, de ellas 1287.7 km en la costa del Caribe, donde están importantes centros poblados. Según el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, el mar Caribe se eleva de tres a seis milímetros anuales, es decir, unos 60 centímetros en 100 años. Esto coloca al archipiélago de Guna Yala en mayor riesgo por el cambio climático. No obstante, otras áreas también han sufrido graves inundaciones, como la Laguna de Chiriquí —donde se han destruido bosques— y Colón, donde la elevación del nivel del mar ha inundado viviendas, particularmente en áreas donde se han destruido los manglares para favorecer la expansión portuaria y de Zona Libre.

Las aguas suben ineludiblemente sobre las ciudades. El cambio climático nos obliga a aplicar nuevas formas de urbanización y construcción. Es preciso impulsar la arborización de las ciudades; aplicar normas que obliguen a construir edificios que produzcan su propia energía y no demanden tanto del sistema; ampliar y mejorar el transporte público; hacer caminable la ciudad, construir ciclovías, entre otras estrategias.

Las ciudades que son conscientes de su gran vulnerabilidad ante el aumento del nivel del mar se preparan aceleradamente, integrando la gestión del cambio climático en los objetivos nacionales y sectoriales de desarrollo; fortalecimiento la capacidad institucional y técnica; reduciendo el consumo de energía eléctrica; reemplazando el uso del petróleo por gas natural, evitando quemas y reutilizando residuos; adaptando tecnología limpia a las industrias, mejorando la gestión de desechos domiciliarios e industriales para minimizar la producción de metano; e, impulsando el uso de energía renovable.

A pesar de que Panamá ratificó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1995 y el Protocolo de Kioto en 1998, no parece haber voluntad política para ejecutar acciones como las mencionadas y otras más de adaptación y mitigación. ¿Esperaremos grandes tragedias y pérdidas, cuando aumenten las tormentas y lluvias extremas y el mar nos dé su mortal abrazo para actuar?

ARQUITECTA, CATEDRÁTICA E INVESTIGADORA, UP.

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