• 07/09/2018 02:03

La firma de los Tratados Torrijos-Carter

El momento es propicio para evaluar lo que ese logro ha significado para nuestro país y para el beneficio de la comunidad internacional

Hoy, 7 de septiembre, se cumplen 41 años de la firma de los Tratados Torrijos-Carter. Como resultado de su implementación, el Canal de Panamá pasó a manos de su legítimo dueño: el pueblo panameño. Luego del esfuerzo de tres Gobiernos, concluyó exitosamente el proceso de modernización de la vía acuática, con la construcción del tercer juego de esclusas, lo que amplió su capacidad de atender barcos de mayor dimensión por el Canal y demostró la valía de los panameños de emprender obras monumentales de manera ejemplar.

El momento es propicio para evaluar lo que ese logro ha significado para nuestro país y para el beneficio de la comunidad internacional. Todas las dudas sobre si Panamá tenía o no la capacidad para administrar y modernizar el Canal, tan importante para la economía mundial, se han disipado totalmente con el transcurso del tiempo. Los panameños que administran, operan y protegen el Canal han sabido cumplir a cabalidad, incrementando cada día el valor de una empresa que, sin lugar a dudas, es de primer nivel.

Vivimos en un mundo convulsionado por las amenazas a la seguridad internacional. El terrorismo, el crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción se han constituido en los mayores desafíos para el mundo actual. Por tal razón, el mayor reto para Panamá consiste en mantener su Régimen de Neutralidad efectiva, establecida por el Tratado de Neutralidad, que proteja a los usuarios del Canal y a nuestra nación de las consecuencias de las confrontaciones militares o políticas del entorno mundial y regional.

Los tratados de neutralidad están destinados a mantener la paz y la seguridad de los Estados. Un Estado Neutral tiene capacidad de actuar en el Derecho Internacional y debe abstenerse de alianzas militares que comprometan ese estatus y evitar compromisos de asistencia armada o de naturaleza similar, en los diversos conflictos políticos o combativos que afectan a otros Estados o actores de la comunidad internacional.

La Neutralidad de un Estado por un Tratado Internacional, como la del Canal de Panamá, es una restricción a su soberanía, como lo es una servidumbre internacional. La Neutralidad permanente del Canal queda garantizada por Panamá, por los Estados Unidos de América y por los países que se han comprometido a respetarla, por lo que no vemos la necesidad de ampliarla a todo el territorio nacional, como algunos autores y políticos expresan.

Para nosotros, es innecesario extender la Neutralidad a todo el territorio nacional mediante una declaración unilateral. La idea no es nueva. Al respecto, ya en 1972 el historiador panameño Ernesto Castillero Pimentel sostuvo que la misma no debía alcanzar tan solo al Canal de Panamá, sino a toda la República. Un ejemplo es el de Costa Rica que, el 17 de noviembre de 1983, declaró su neutralidad como país. Vale decir que esa declaratoria no ha sido contestada por ningún Estado y sus efectos prácticos han resultado inocuos.

Los Tratados Torrijos - Carter pretendían producir el desmantelamiento de las bases militares de los Estados Unidos en nuestro territorio y eliminar la presencia de sus fuerzas armadas, lo cual logramos, a pesar de una invasión estadounidense a nuestro territorio en 1989. No hay en el territorio panameño nada que sugiera a los beligerantes de los conflictos armados actuales o previsibles, ya sean cercanos o lejanos, pensar en la destrucción del Canal, del país o de sus habitantes. Por él transitan sus barcos de manera pacífica y segura, ello garantizado por el Tratado de Neutralidad. En consecuencia, en el fortalecimiento del régimen de neutralidad permanente del Canal estriba su propia seguridad.

El Canal debe estar abierto siempre, en forma libre, eficiente y segura para las naves de todas las naciones, sin excepciones, bajo una administración efectiva de la Autoridad del Canal de Panamá. Desde el punto de vista estratégico, el Canal es seguro en la medida en que todas las naciones lo perciban en su buen funcionamiento, accesible a ellas y no como blanco con el cual atacar los intereses estratégicos de los países en conflicto. Nuestro territorio no debe servir de plataforma para acciones ofensivas de ninguna naturaleza. Cualquier nueva presencia o injerencia militar extranjera en Panamá es causa potencial de riesgos.

Panamá está consolidando un nuevo estilo de relaciones con todos los Estados del mundo, de manera fluida, sobre una base de respeto mutuo y consideración de sus legítimos intereses. Evitar su politización es tarea fundamental. Esa es la mejor manera de hacer Patria.

ABOGADO

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