• 29/09/2018 02:00

Índice de pobreza multidimensional o encubriendo la inequidad

En verdad, el nuevo índice ya no permite la comparabilidad internacional, en la medida que Costa Rica y Colombia

Esta semana acepté gentil invitación del Centro internacional para el Desarrollo Sostenible con sede en la Ciudad del saber, para compartir mis puntos de vista en el Primer Encuentro Nacional de Desarrollo Sostenible, con relación a la pobreza multidimensional y su ‘nueva' manera de calcularla, llamada índice de pobreza multidimensional (IPM).

Me acompañaron en el panel autoridades de entidades gubernamentales, no gubernamentales y consultores del mundo de los organismos multilaterales, la mayoría, ponderando las bondades del IPM, difundido internacionalmente por el PNUD y acogido en Panamá por el MEF.

En mi rol representativo del quehacer y visión de la academia, seguí la recomendación popularizada por el general Torrijos en la década de 1970, a saber, ‘Díganme lo malo que lo bueno ya lo sé'. Lo que para el evento citado me significó ir directo al señalamiento de las deficiencias o limitaciones que observamos en la construcción y uso de esta herramienta, mismas que, de seguir haciéndose igual que hoy, solo servirá para disimular las profundidades de las inequidades en nuestra sociedad.

En verdad, el nuevo índice ya no permite la comparabilidad internacional, en la medida que Costa Rica y Colombia, por ejemplo, no miden los mismos aspectos (dimensiones e indicadores) que se miden para Panamá. Lo cual no ayuda a posicionar la magnitud de las intervenciones sobre la población pobre, respecto de otras experiencias similares.

Por otro lado, la elaboración de dicha medida parte de supuestos errados sobre el desarrollo de las sociedades, especialmente de la panameña. Estos supuestos, que vienen a ser una especie de hipótesis implícitas, llevan a ocultar realidades sociales y las verdaderas causas de las carencias materiales de la población.

Es el caso que se considera que un indicador (referido a un hecho) tiene el mismo peso que cualquier otro. Siendo que la realidad nos muestra que no tiene la misma repercusión, por ejemplo, carecer de acceso al agua potable (uno de los indicadores de la dimensión ‘salud') que carecer de acceso a Internet en la casa (indicador de la dimensión ‘vivienda'). La primera suele llevar a enfermedades y hasta muertes (que eleva situación de pobreza, si no hay servicios estatales que lo soporten), la segunda no.

O también, carecer de empleo digno (referido a la dimensión ‘Trabajo') que carecer de buen estado en las vías de comunicación (indicativo de la dimensión ‘ambiente') o contar con materiales precarios en la vivienda (dimensión ‘vivienda').

En una sociedad de mercado, aún ‘imperfecta' como la nuestra, el contar con empleo digno —que supone salario u honorarios adecuados a las necesidades familiares— en buena medida posibilita contar con viviendas que tengan buenos materiales en sus paredes, piso y techo. Que tengan acceso a Internet y hasta contar con acceso a agua potable en su vivienda.

Lo antes dicho confirma que existe una jerarquización en los aspectos que conforman la vida social y personal en nuestras sociedades. No reconocerlo lleva a que salga en la cuenta menos pobres de los que la realidad y hasta el sentido común revelan.

Al respecto, me pareció de sumo pertinente y coincidente con nuestro planteamiento, el comentario hecho por la exministra del Mides, Leonor Calderón, en el panel en cuestión. Manifestó que ‘Tratar iguales a los que no son iguales fomenta la inequidad'.

Es decir, cuando el IPM define en la dimensión ‘educación' que una determinada población en edad escolar no ha alcanzado la educación básica, esto se considera una carencia que candidatiza a las personas a ser parte de la población pobre, frente a otras que sí alcanzaron este nivel, las cuales no serían candidatas a engrosar el grupo de pobres.

Pero ¿qué pasa entonces si utilizo un indicador —en mi opinión más adecuado— como el de tener la competencia de leer y comprender al menos 120 palabras por minuto y me encuentro que ni los que alcanzaron el nivel básico ni los que no lo han completado, a pesar de la edad escolar para ello, han adquirido esa competencia que hace la diferencia en el acceso a empleos dignos y en ocasiones a niveles superiores educativos?

El resultado sería que los pobres serían mucho más que los que la medición oficial actual de ‘logro educativo insuficiente' indica.

Un viraje en la elaboración del índice, en el sentido expuesto, haría más objetivo el IPM. De seguir con lo actual, se continuará encubriendo la inequidad social existente.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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