• 08/11/2018 01:00

Las universidades en las elecciones de 2019

Ahora bien, si hay un tema al que los programas electorales han dedicado poca tinta es el de las universidades. 

A buena hora, respecto a las limitaciones que sufren nuestra universidades, pensamos que otra podría ser la realidad, según se desprende de lo que hemos escuchado de uno de los candidato presidenciales. De sus apreciaciones, hemos observado un manifiesto y principal interés por todo aquello que se hace desde la academia. De una política pública que le permita a estas instituciones seguir y acrecentar su papel en la formación de los profesionales panameños. Ese candidato es Laurentino Cortizo.

Ahora bien, si hay un tema al que los programas electorales han dedicado poca tinta es el de las universidades. Tampoco pareciera ser tema atractivo en los discursos de los candidatos. ¿A qué se debe tan cuestionable omisión? ¿No es acaso que la grandeza de un país y la solvencia de toda sociedad está en la más elevada formación académica de su población? De tener esa masa crítica de profesionales como motor para el buen funcionamiento de todo el aparato público-privado de la nación, ¿no es este el medio de construir el progreso del país?

El distanciamiento histórico entre universidades y Gobiernos, posiblemente por aquello de la autonomía, ha creado un ambiente poco asociativo entre estos, un mirar de espalda, entre unas y otros, una forma de reserva respecto a cómo interviene la política pública en el régimen institucional universitario. De hecho, quien escribe, como miembro de los órganos de Gobierno de la UP, por más de dos décadas, además del ejercicio docente, por más de treinta y cinco años, no recuerda un presidente incursionado en el campus central, aunque sí se ha dado, aunque pocas veces, en las unidades descentralizadas. Incursionar para enterarse, in situ, de la situaciones de estos centros de estudio.

No calificamos si ello ha sido lo correcto, y al respecto se podría tener criterios distintos. Lo que hacemos es identificar una realidad que por otra parte también ha significado la persistencia de una política discriminatoria en aspectos, principalmente, presupuestarios que, muchas veces, ha impedido que la educación superior en Panamá explore los niveles que las exigencias de los nuevos contextos imponen. Sobre todo, respecto a la necesaria calidad de la educación superior, la que hoy exige de muchos recursos por todo aquello de las tecnologías y el instrumental que la garantiza, lo que obviamente tiene sus costos.

No obstante, no hay argumentos de fondo que rebatan el hecho de que, aún las limitaciones que son reales y no ajenas a la falta de recursos para la inversión, en la Universidad de Panamá, que es la realidad que conocemos, aunque suponemos que es la realidad de las otras universidades, se ejerce una función social cultural de primer orden y una labor formativa de profesionales que garantiza al país el desenvolvimiento que su realidad exige. Que son la clave para interrumpir la pobreza del panameño. Y es esto lo que pareciera valorar quien aspira ocupar la silla presidencial.

Ello debe alentar a la comunidad universitaria, a los que están y a los que ingresarán en el futuro, sobre todo porque es ahí, en las universidades, donde se forman los profesionales y la esperanza de hacernos de una vida de calidad. Porque, como se acostumbra decir, la alternativa de nuestra gente está en la EDUCACIÓN.

DOCENTE UNIVERSITARIO.

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