• 17/11/2018 01:00

Derecho, legislación y libertad

La seguridad jurídica es fundamental para la prosperidad de una sociedad.

La seguridad jurídica es fundamental para la prosperidad de una sociedad. Además, la libertad del ciudadano es impensable sin un Estado de derecho en que las reglas de conducta sean claras y predecibles. El sistema de derecho es por ello importante, pues de él depende la seguridad jurídica para los ciudadanos. Pero la inflación legislativa moderna no es conducente a dicha seguridad jurídica.

El sistema de Common Law o Derecho Común, surgido en Inglaterra durante la Edad Media y desarrollado durante siglos a través de decisiones judiciales, tiene por elemento fundamental la convicción de que los jueces, al emitir decisiones, no crean derecho sino que lo descubren. Para los europeos medievales, la idea de que el Hombre podía crear el derecho era simplemente absurda. Su convicción era que el derecho no es creación humana, sino divina. Es la doctrina del Derecho Natural, y según ella, el derecho simplemente es el conjunto de principios y normas jurídicas que son más acordes con la naturaleza humana. El derecho, así, no es la voluntad del gobernante, sino que nos viene dado y solo nos toca descubrirlo a través de la razón.

En Europa continental usaban el Corpus Iuris Civilis , codificación de principios jurídicos reconocidos por los jueces en el ejercicio de sus funciones a lo largo de siglos de actividad judicial, codificación que había ordenado el emperador bizantino Justiniano (Siglo VI a. C.). Se mantenía aquí el mismo principio de que el Hombre no crea derecho, sino que lo descubre.

Las constituciones originalmente surgieron para limitar el poder del gobernante. La primera constitución de la historia es la Magna Carta que los barones ingleses impusieron a su rey Juan Sin Tierra en el año 1215. Dicho documento plasmó el compromiso del rey de respetar los derechos reconocidos desde tiempos inmemoriales como el habeas corpus , la inviolabilidad del domicilio, el principio de que la monarquía solo podía establecer nuevos tributos en parlamento con la nobleza y el derecho a la justicia dada conforme al debido proceso legal. Los barones ingleses exigieron a sus reyes posteriores reafirmar su respeto a la Magna Carta.

La libertad de los gobernados solo está garantizada si el gobernante está severamente limitado en su poder. Si el poder es ilimitado, entonces los gobernados están sometidos al capricho del gobernante y no son libres. Ninguna sociedad prospera con Gobierno ilimitado. No es coincidencia que el capitalismo surge y se desarrolla precisamente en Inglaterra, el país que nos dio el constitucionalismo. Tampoco es coincidencia que luego el capitalismo continuó desarrollándose en los Estados Unidos de América, que tomó el relevo y estableció la primera constitución moderna. La Constitución norteamericana de 1787, aún vigente, se concentra en establecer límites al poder. Las constituciones no son para dar poder a los gobernantes, sino para limitarlo y así garantizar los derechos de los ciudadanos.

La Revolución francesa marca el cambio de pensamiento occidental en cuanto a la limitación del poder. Con la Revolución francesa se le hizo creer a la gente que, en democracia, el Gobierno representaría siempre el interés del pueblo y ya no sería necesario limitar su poder. Esta suprema ingenuidad, expresada por Rousseau y justamente ridiculizada por Nietzsche —cuando dice que «estado se llama al más frío de todos los monstruos… y esta es la mentira que se desliza de su boca: ‘yo, el Estado, soy el pueblo'»—, llevó a la idea de que las constituciones deben dotar al Gobierno de abundantes potestades para llevar la felicidad a la población.

Así pasamos de la doctrina del derecho natural a la doctrina del derecho positivo. En esta, el Gobierno, supuestamente representando al pueblo, no está limitado y puede legislar lo que sea. Mientras que las viejas monarquías estaban limitadas por el derecho natural, los gobernantes en democracia no están limitados por nada. Y así pasamos a un sistema de legislación en que los gobernantes legislan sobre lo que sea en cualquier momento y cambian las reglas del juego a su antojo, evidentemente no en beneficio de la sociedad.

La libertad requiere certeza de que las reglas del juego se mantendrán razonablemente estables en el tiempo. Cualquier incertidumbre sobre impuestos futuros, normas sobre contratos, y otros aspectos regulados por el derecho, limita al ciudadano y da poder a los gobernantes. Como decía Mark Twain, la vida, libertad y propiedad de nadie está segura mientras la legislatura está en sesión.

ABOGADO

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