• 10/02/2019 01:00

El trotamundos

‘Todo se puede cuando hay buena voluntad'

Pablo, diplomático y caminante por afición, dispensa en su tiempo libre a recorrer extensos y famosos senderos. El Appalachian Trail en los Estados Unidos. El Randonnee, entre Córcega y Francia. El Mont Blanc, o el significativo y más conocido de su país de origen, ‘El Santiago Compostela'.

Pablo, es un caminante profesional. En ambientes gélidos, mucho más que menos cero, dentro de su equipaje, Pablo suele llevar, a modo de emergencia, unos paquetes termales, que le proveen calor de darse una situación de urgencia. Su vestuario, de tejidos modernos, mantiene su cuerpo a salvo en temperaturas extremas. ‘El frío es cosa seria'. Si estás desprotegido a la intemperie, en pocos minutos caes en severa hipotermia y con ello la muerte.

Navegando en el internet, Pablo ve con interés la información de caminos coloniales de Panamá. El Camino de Cruces, el Camino Real y otros. Presto, compra su boleto aéreo y ya en ciudad de Panamá, planifica al día siguiente, visitar el parque para conocer la histórica ruta. Entusiasmado, se adentra en el vetusto empedrado en dirección norte. Como cualquier turista, Pablo impresionado por lo coposo del bosque, entorno extraño a él, y después de algunas horas de camino, la selva se oscurece presagiando la venida de un torrencial aguacero. Pablo decide retornar a las instalaciones del parque, y los riachuelos que logró cruzar casi secos, ahora son descomunales torrentes de peligrosa y fornida corriente de agua. En vano intentó cruzarlos. Preocupado, vio cómo la noche se cernía sobre el dosel del bosque.

Mojado como estaba hasta el tuétano, se acurrucó como pudo entre dos grandes raíces de un corpulento árbol para pasar la noche. No pudo conciliar el sueño. La ropa húmeda, el calor imperante, y el incesante acoso de los mosquitos, hicieron trizas de nuestro entumecido visitante.

Con el resplandor de los primeros rayos del sol naciente, el intrépido trotamundos, reinicia la marcha, mas, con tan mala suerte y sin darse cuenta, tomó una senda equivocada. Ello le fastidió unas horas, hasta que finalmente, después de muchos tropiezos y enredado entre las lianas, pudo reencontrar el empedrado de salida, y enrumbar sus pasos por la magnificente senda del camino español.

En las oficinas del parque, Pablo, se comprometió a balizar el Camino de Cruces, con recursos de su propio peculio, para evitar que otros marchantes sufran la agonía de perderse. Gracias a ese incidente, Pablo en compañía de voluntarios, en pocas semanas de trabajo, lograron señalizar la senda desde La Venta de Cruces en Gamboa, hasta las oficinas del parque en Centenario. Las balizas, son láminas de aluminio pequeñas y rectangulares pintadas de color anaranjado intenso. Las mismas, relucen pegadas a los árboles durante todo el trayecto del famoso Camino de Cruces.

Amigo Pablo: los que tuvimos el gusto de colaborar contigo en la señalética del Camino de Cruces te quedamos intensamente agradecidos. Todo se puede cuando hay buena voluntad. De seguro, si la iniciativa fuera del Gobierno, probablemente algunos miles de balboas se hubiesen derrochado en un trabajo más complicado que sencillo.

‘Máximo de ingenio, mínimo de esfuerzo y bajo costo'.

EXPLORADOR Y CONSERVACIONISTA.

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