• 22/11/2019 00:00

El bosque y la lluvia

Cuando el Canal y la Zona del Canal estaban bajo la administración norteamericana, una de las quejas del momento sobre la expansión lineal de la ciudad del centro hacia este y al oeste, era el hecho del serio obstáculo que representaba para el espacio vital, la movilidad natural por el enclave canalero que ocupaba toda la franja norte para el funcionamiento del Canal.

Cuando el Canal y la Zona del Canal estaban bajo la administración norteamericana, una de las quejas del momento sobre la expansión lineal de la ciudad del centro hacia este y al oeste, era el hecho del serio obstáculo que representaba para el espacio vital, la movilidad natural por el enclave canalero que ocupaba toda la franja norte para el funcionamiento del Canal.

Desde la época colonial, el río Chagres, así como los ejes camineros, el camino de Gorgona, el Camino de Cruces, el camino del Virrey del Perú y el camino Real, su poblamiento se hizo intensivo en el paso de las épocas. Uno de los rubros más importantes además de la producción silvo-pastoril, era el transporte fluvial en bongos, el transporte mulero y el alojamiento. Igual fue el cultivo del maíz. Su venta resultaba en muy buenas ganancias para darle de comer a las recuas de mulas que transitaban en coyuntura alta, los caminos coloniales. Para los españoles, el bosque era sinónimo de enfermedades desconocidas y guarida de asaltantes. La selva fue talada sin ninguna restricción ambiental. Ello era de suponer, porque se desconocía el valor de la naturaleza en lo que hoy llamamos científicamente el cambio climático. El propio cerro Ancón, era una ganadería para citar solo un ejemplo.

Dentro del plan de fortificaciones secretas en la Zona del Canal de Panamá, donde probablemente se iniciaron en 1909, el presidente norteamericano, William Howard Taft, en 1912, tomó la decisión de despoblar el territorio cedido a perpetuidad, la Zona del Canal, por razones de índole militar, de seguridad de mando y control de más de 60 000 panameños y por imputaciones raciales y de discriminación. El ejército, pauta la salida del territorio canalero, indemnizado a unos y a otros no. Gil Blas Tejeira, nos da la realidad del despoblamiento en su novela “Pueblos perdidos”. Recientemente, el libro “Erased”, La historia no contada del Canal de Panamá de Marixa Lasso, nos amplía el contenido poblacional. Como consecuencia de la construcción de las fortificaciones del Canal, el Estado Mayor del coronel George Goethals, constructor del Canal, dispusieron que la selva se recuperara para el enmascaramiento de los cañones y que sirviera de retardo a cualquier ataque terrestre por parte de una fuerza enemiga.

En nuestros días, con el bosque recuperado, más de un siglo, era prohibido para nuestros viejos inquilinos del Canal el que se talara la cobertura boscosa. Así se mantuvo hasta la reversión plena del Canal a manos panameñas. Millones de dólares fueron dispensados por el Gobierno para gestar el plan de manejo de las áreas revertidas. Criterios como el de Ciudad Jardín fueron el atractivo para la venta de los bienes de la Zona del Canal. Primero fue la ARI. Luego el Ministerio de Economía y Finanzas, a través de la Unidad Administrativa de Bienes Revertidos. A ella, se le confirió la responsabilidad del ordenamiento territorial. Pero nos sorprende, cómo se están vendiendo los bosques canaleros en aras del progreso. El desequilibro ecológico ya es notorio y desgarrante. Lo más artero a nuestro juicio, es ver cómo la ACP se está desprendiendo de la responsabilidad primaria por la defensa y conservación de los bosques necesarios para el funcionamiento del Canal. Sin bosques, no hay agua y sin agua no hay Canal y no hay vida.

Gobernantes de nuestro país: Salvemos nuestros bosques a nivel nacional.

¡Viva Panamá!

Explorador y conservacionista.
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