• 03/12/2019 00:00

Agenda logística en pausa

A riesgo de equivocarme, opino que una expresión que nos ha hecho daño a los panameños por su impacto en nuestra psiquis, particularmente por su contenido emocional y aceptación como verdad incuestionable es, “somos centro del mundo, corazón del universo”.

A riesgo de equivocarme, opino que una expresión que nos ha hecho daño a los panameños por su impacto en nuestra psiquis, particularmente por su contenido emocional y aceptación como verdad incuestionable es, “somos centro del mundo, corazón del universo”. Esa frase ha calado de tal manera que no son pocos los que creen a pie juntillas que Panamá es paso obligado del comercio mundial.

Tal vez la popular frase se inspiró en la histórica Carta de Jamaica de 6 de septiembre de 1815, en la que el libertador Simón Bolívar lanzaba su idea de una asociación de naciones americanas y proponía a Panamá como su capital, por ser “el punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente”. Y a continuación expresaba la poética frase, “¡Acaso solo allí podrá fijarse algún día la capital de la Tierra, como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!”.

Aunque su privilegiada posición geográfica y su configuración territorial ofrecen al Istmo una ventaja estratégica, Panamá está lejos de ser paso obligado del comercio mundial. De hecho, apenas el 4 % del comercio mundial utiliza la ruta panameña. Lo cierto es que, hoy día son muchos los competidores de la ruta panameña. Hasta hace unos años, las alternativas al Canal eran la ruta intermodal de EU, el Canal de Suez y los grandes buques que no podían usar el viejo Canal. Tras la ampliación del Canal, se han añadido los centros de trasbordo desarrollados por países vecinos.

La ampliación, inaugurada el 26 de junio de 2016, no solo eliminó la restricción al tamaño de los grandes buques de las viejas esclusas, permitiendo el paso del 95 % de la flota mundial, sino que abrió oportunidades para añadir valor a la ruta panameña, optimizando el potencial de convertir a Panamá en hub logístico de las Américas. Ante esta perspectiva, el BID financió un estudio que sirviera de guía para aprovechar ese potencial. La Estrategia Logística Nacional de Panamá (ELNP) 2030 fue concluida en julio de 2017 y adoptada mediante Decreto No. 268 de 10 de abril de 2018.

Pero fuera de ese estudio y de mantener el esquema de Gabinete Logístico, creado por el Gobierno de Ricardo Martinelli (un quinquenio perdido en materia de logística), el pasado Gobierno no hizo nada por fortalecer la institucionalidad y mejorar la competitividad de la ruta panameña. La ampliación plantea a los líderes del sector el reto de salir de su “zona de confort” y “traducir en desarrollo el gran esfuerzo inversor realizado con la ampliación del Canal”, subraya la estrategia. Y ese esfuerzo debe partir por fortalecer la precaria institucionalidad que impide el aprovechamiento de ese potencial.

En su campaña política, el presidente Laurentino Cortizo planteó que reactivaría el sector marítimo y logístico para convertirlo en “punta de lanza del desarrollo de nuestra nación”. Y se comprometió a implementar la Estrategia Logística Nacional 2030. Sus asesores han hecho énfasis en la prioridad que darán a mejorar la competitividad del país, pero al cabo de cinco meses de gestión no hay señal de un cambio, y todo indica que se mantendrá el anacrónico esquema del Gabinete Logístico. Consultado al respecto, un operador logístico me respondió: “Hasta ahora no se ha producido ninguna medida para mejorar nuestra capacidad logística”.

La poda de la tramitología, la digitalización de los procesos y su simplificación son promesas de campaña que no se han concretado aún. Ejecutar esas y otras mejoras es necesario, si es que pretendemos recuperar los puntos perdidos en los índices globales de competitividad, conectividad y logística. Más que palabras, se requiere determinación política antes de que el tren de las oportunidades nos deje varados en la estación.

Periodista
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