• 28/12/2019 00:00

Deseos para el 2020: superar las desigualdades de clase, sin paños tibios

En mi caso, quisiera ver a todos los actores sociales..., poniendo el mejor empeño para enfrentar sin titubeos, las desigualdades...

En nuestra cultura occidental, tenemos la tradición de aprovechar las fechas de cierre del año para elaborar nuestras cartitas de deseos. En mi caso, quisiera ver a todos los actores sociales de nuestra patria, poniendo el mejor empeño para enfrentar sin titubeos, las desigualdades sociales y particularmente, la más determinante de ellas, la desigualdad de clase social, lo que supone en primer lugar hacer consciencia social de que es esta la desigualdad a ser superada como condición absolutamente necesaria para alcanzar niveles adecuados de desarrollo sostenible en el país. Veamos uno de sus escollos, el ideológico.

Los organismos internacionales —como el PNUD y Banco Mundial— han sido eficientes, primero en distorsionar el concepto científico de clase social y segundo, en ampliar otras desigualdades, con el propósito de atraer toda la atención en las políticas públicas que nos mantengan en el subdesarrollo. Al no incidir sobre las desigualdades de clase, sus impactos son desencantadores para las mayorías sociales que esperan algo diferente.

Así, en primer lugar, se confunde el concepto de clase social con el de estrato socioeconómico-pobres y no pobres-donde por lo común hay terror de mencionar el término “ricos”.

El estrato socioeconómico hace referencia a desigualdades de poblaciones con acuerdo a la capacidad de acceder a bienes necesarios para una persona o un hogar y lo que es más importante, no dependen ni se contraponen a otros estratos estableciendo intereses opuestos entre sí, lo que si ocurre con las clases sociales.

Explicar el concepto de clase social, por su parte, requeriría muchísimo más que un artículo, lo cual no es pertinente en un periódico.

Por lo pronto, puntualizamos que este concepto hace referencia a grupos que se relacionan entre sí de manera contradictoria, con acuerdo a si poseen o no activos en la estructura productiva-tener negocios para producir riquezas materiales e inmateriales o ser simplemente asalariados de estos.

Además, hace referencia a si estos grupos poseen o no poder político-capacidad organizada para incidir o no en las decisiones de la sociedad-por ejemplo, es evidente que los asalariados no decidimos sobre el principal medio de producción del país, que es el canal de Panamá; ni siquiera en la política de nuestros programas de pensiones de vejez en la CSS.

Finalmente, se refiere a si poseen o no prestigio social. Recuérdese que un ex vicepresidente y varios ex presidentes de la República nunca fueron reconocidos como parte de la clase oligárquica panameña a pesar de ser dueños de negocios importantes, a tal punto que no fueron admitidos como miembros del Club Unión; así, pertenecen al estrato socioeconómico de ricos, más no al sector de clase más poderoso del país.

En segundo lugar, cuando los tecnócratas alineados con la ideología de esos organismos internacionales, enfocan la desigualdad en lo sexo genérico-las mujeres son más pobres que los hombres —o en la etnia-los indígenas son los más pobres— o en lo generacional —los jóvenes son más pobres que los adultos— están disimulando deliberadamente a las clases sociales y poniendo el énfasis en las políticas gubernamentales que provocan “cambios para no cambiar”. La mayoría de las mujeres, de los jóvenes, de los indígenas son los más pobres, porque pertenecen a un mismo origen de clase: la que no cuenta con activos para romper el círculo de la pobreza ni poder para reorientar las políticas públicas en su favor. Tan sencillo como eso.

Recientemente, en México, un estudio riguroso concluyó que: “a nivel nacional siete de cada 10 mexicanos que nacen pobres no logran superar esa condición a lo largo de su vida” (CEEY, 2019). “El origen de las personas afecta sus opciones de movilidad”, argumentó el autor. Al investigador le costó agregar, que se trata del origen de clase.

Un año antes, el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en su libro  “El Precio de la Desigualdad”, señaló que “el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello” (Stiglitz, entrevista en: Resumen latinoamericano, 24/05/2018). Moraleja, las políticas de gobiernos como el panameño, seguirán sin lograr éxito en sustraernos del subdesarrollo, si siguen priorizando reducir desigualdades que son importantes, pero secundarias.

Sociólogo y docente de la UP
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