• 20/12/2013 01:00

20 de Diciembre de mil novecientos ochenta y siempre

El primero y el último mes del próximo año —2014— nos traerán recuerdos que pertenecen a nuestra historia más amada y sufrida: el 9 de E...

El primero y el último mes del próximo año —2014— nos traerán recuerdos que pertenecen a nuestra historia más amada y sufrida: el 9 de Enero y la invasión norteamericana. Ninguna gesta es más significativa para nuestra nacionalidad y sus principios soberanos.

Curiosamente, los gobiernos no han prestado la atención que merecen semejantes sacrificios. Conmemoraremos 50 años del 9 de Enero y 25 años de la invasión norteamericana a nuestro país, y seguramente hay miles de panameños que han sido protagonistas anónimos de ambos hechos, mientras otros miles no conocen ninguna de las dos. De allí la obligación de tributarles una atención que vaya más allá de menciones, discursos y reconocimientos aislados.

Ambas gestas merecen magnos monumentos, miles de páginas de estudio, reconocimientos con nombres y apellidos a esos héroes, inclusión en los programas de estudio de nuestra historia Patria como temas puntuales y, por supuesto, declaración de días de duelo nacional.

Mientras no nos gobierne un varón o una mujer de carácter, el 9 de Enero y el 20 de Diciembre serán una vergüenza apócrifa en nuestra historia, no sentida por nadie en especial, pero disimulada por el conjunto de la sociedad. Ni siquiera los presidentes del PRD, supuesto partido apegado al nacionalismo, han sido capaces del gesto bondadoso y supremo para con las gestas mencionadas. Un amigo me dijo un día que la vergüenza nacional se debe a que muchos de nosotros preferimos mirar para otro lado, y ahora no podemos quitarnos el resabio amargo del alma.

En lo que a mí respecta, y sobre la invasión que sí viví, declaro que existen muchos combatientes que guardan un silencio doblemente doloroso: la singular experiencia de la soledad del campo de batalla y el desprecio inmerecido de nuestra sociedad timorata y acobardada.

Espero que para este 25° aniversario de la invasión de Estados Unidos a Panamá, alguien a quien concito con estas palabras irreverentes, rompa finalmente su silencio y nos regale una Navidad que alivie la pena que llevamos atorada en la memoria hace 25 años. Les prometo que se alegrarán y avergonzarán, en una mezcla de sentimientos irredentos por contradictorios, pero que finalmente sentiremos orgullo nacional de saber que hubo una Brigada de la Dignidad que hizo gala de su nombre, con voluntarios sacrificados en el campo de batalla y en los años que se han sucedido con esa otra metralla que es peor: el descaro con que los hemos repudiado.

Tal vez no haya lágrimas más liberadoras que las que verterán el día que les reconozcamos públicamente su valentía y patriotismo, y nosotros carguemos —a partir de allí— con la vergüenza de habernos escudado en el antinorieguismo, esa especie de sebo inventado por los gringos, mientras hasta su propio ejército valora el sacrificio nacionalista de los voluntarios que los enfrentaron con la hidalguía que nos faltó a tantos panameños.

*PERIODISTA.

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