• 04/04/2020 00:00

COVID-19: cuando las ciencias sociales son sospechosamente ignoradas

En la conferencia de prensa del pasado jueves 2 de abril, le hicieron una pregunta poco frecuente, pero medular a la ministra de Salud. Palabras más, palabras menos, fue: ¿por qué se daba el hecho de que la cultura de la población parece no haber cambiado con el COVID-19, porque esta mantiene comportamientos “tristes”; esto es, que no se alineaban con la cuarentena.

En la conferencia de prensa del pasado jueves 2 de abril, le hicieron una pregunta poco frecuente, pero medular a la ministra de Salud. Palabras más, palabras menos, fue: ¿por qué se daba el hecho de que la cultura de la población parece no haber cambiado con el COVID-19, porque esta mantiene comportamientos “tristes”; esto es, que no se alineaban con la cuarentena.

La ministra, respondió: “(…) la cultura en cada país es diferente (…) en cada cultura hay sentimientos de negación”. Luego de su “explicación” personalísima, le pasó la palabra al representante de la OPS -otro médico- para que ahondara. Lo más que él pudo hacer fue mencionar medidas que se han dado para ajustar la correa del confinamiento.

¿Alguien esperaba mayor explicación de esas respuestas no científicas? Los de práctica y pensamiento crítico, la verdad que no, ya que ninguno era especialista ni experto en alguna de las ciencias que estudian la cultura y la sociedad. Parece que sigue repitiéndose lo que desde inicios del siglo XIX se daba en los Estados europeos y en EUA, tal es, lo que se denominó la “Medicalización universal” (Foucault,1976) en la que el médico actuaba como un “todólogo” -así denominaba mi amigo y maestro el Dr. Jorge Montalván (qepd) a los colegas médicos que opinaban públicamente de cualquier cosa -como parte de su estrategia para alcanzar una posición de prestigio y poder en los Estados nacionales de la época.

Por lo demás, si algo desnuda el COVID-9 -ya lo ha hecho con la fragilidad de nuestras sociedades y de los sistemas de salud privatizados abierta y veladamente- es que esta pandemia es un hecho que no se restringe a la dimensión biomédica, sino que cruza hacia las fronteras de las relaciones entre los seres humanos. Estamos hablando de todas las dimensiones de la sociedad, incluida la moral, sea religiosa o no.

Consecuentemente, desnuda otro hecho, que siendo esta una realidad también social, no había nadie, absolutamente nadie, en su muy afamado y respetable equipo, que fuera científico(a) social. Hago la salvedad y reitero, Científico Social, no todólogo charlatán de lo social -que también los tenemos-; es decir, alguien no solo con especialidad, sino con experticia en investigación científica en estos campos. Por cierto, son fáciles de encontrar, porque no hay muchos, así como infectólogos de la experticia del Dr. Saint-Lorenz o epidemiólogos como la Dra. Lourdes Moreno, tampoco hay muchos en el país.

Verdaderamente, ignorar a las Ciencias Sociales, decía Pierre Bordieu (2008), es parte de un terror infundido por las clases dominantes en una sociedad: La Sociología -decía- es en plenitud una ciencia, pero sí una ciencia difícil (…). Hay para ello una buena razón: produce miedo, porque levanta el velo de cosas ocultas, incluso reprimidas. La sociología genera miedo, pues revela, por ejemplo, la correlación entre el éxito escolar, que se identifica con la inteligencia (el talento individual) y no con el origen social o, más aún, con el capital cultural heredado de la familia, que es lo que ha descubierto y comprobado una Ciencia como esta. Cuando esto se confirmó científicamente, la discriminación social dio un paso atrás.

No creo que las autoridades políticas, las mismas que han impulsado los procesos de mercantilización y privatización -con o sin externalizaciones- de nuestros sistemas de atención de salud, estén dispuestas a que se devele un hecho que parece estar disimulado antes de esta pandemia: Que allí donde los sistemas de salud han sido socavados en su principio solidario en favor de la mercantilización de la salud, la letalidad del COVID-19 ha mostrado mayor crudeza.

La falta de especialistas de Ciencia Social -para que no haya dudas cuáles en particular- como la Antropología, la Psicología Social -no la clínica- la Economía Política o la Sociología, es evidente en la dirección que se tiene del combate contra la pandemia, donde se alaban las medidas epidemiológicas, pero sin analizar qué secuelas secundarias tendrán, partiendo de una realidad social: La existencia de una desigualdad social que hace que, como destaca la Dra. Marina Garcés (Barcelona, 2/abril/2020), para unos niños(s) la cuarentena represente unas vacaciones con los padres, pero para otros, que viven en infraviviendas, signifique la multiplicación de sus carencias en la personalidad y carácter social, que veremos aflorar posteriormente, amén de la intensificación de la violencia doméstica que ya muestra sus indicios.

Doctorando en Investigación Social.
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