• 21/04/2020 00:00

Y, ¿cómo continuamos?

Es posible afirmar que la mayoría de nosotros ha escuchado la frase “la crisis es una oportunidad” en algún momento, sino muchas veces.

Es posible afirmar que la mayoría de nosotros ha escuchado la frase “la crisis es una oportunidad” en algún momento, sino muchas veces. Ya sea por propagar el optimismo, o por reflejar entereza y capacidad intelectual, muchas personas lo dicen. Las redes están atestadas de reflexiones de falsos intelectuales que declaran que, si no hemos adquirido un nuevo conocimiento, habilidad o simplemente aprendido algo nuevo durante esta cuarentena, somos inferiores como ciudadanos pensantes. Vaya que el internet le ha abierto la puerta de la opinión a hordas de idiotas.

Las crisis nos demuestran lo poco preparados que estamos, precisamente, para las crisis. Sacan a relucir lo mejor, pero demasiadas veces lo peor de las personas y de los gobernantes. Hemos visto cómo la potencia del norte prohibió a empresas exportar equipos de protección a Latinoamérica, mientras paralelamente obligaba a otra nación a venderles medicamentos so pena de sanciones económicas. Eso no es nacionalismo, es egoísmo y abuso de poder que deja claramente marcado que aquello de que la libertad y la igualdad de los hombres es una idea que quedó plasmada en un papel viejo, que hoy es poco más que un adorno. Las vidas de los norteños valen más que las de los latinoamericanos, simplemente así lo ven. Resulta irónico que las mismas personas cuyas vidas consideran más valiosas salgan a las calles exigiendo flexibilizar las cuarentenas, en abierto desconocimiento de la Ley, y una clara muestra de ignorancia colectiva con respecto a la pandemia que nos oprime a todos por igual, sarcasmo incluido. Eso es prueba suficiente de que cuando se tienen demasiadas normas, se cree que el libertinaje es la libertad.

Pero volviendo a la crisis, creo que sí es una oportunidad, pero para aquellos que están preparados. Ha quedado en dolorosa evidencia que nuestros políticos no han sido más que una costosa carga, una plaga por la que pagamos mucho dinero, sin obtener nada positivo. No me refiero al Gobierno, me refiero a la Asamblea Nacional, que es históricamente donde se cuecen las habas. Allí hacen leyes, y deberían tener como norte el desarrollo nacional. En realidad, vemos cómo se debaten por tener más privilegios, en tiempos en que deberían estar desarrollando estrategias para arrancar el motor económico del país. En vez de buscar alternativas para abaratar los costos de los medicamentos, controlados por cuatro bellacos, quieren que se legalice el cobro de sus salarios incluso sin ir al hemiciclo… de hecho, pocos van y todos cobran.

Pero, y ¿cómo continuamos?...

La pandemia nos ha dejado muy claro que nuestra economía estaba en cuidados intensivos antes de que entubaran al primer afectado con el virus. Dependemos demasiado de cosas importadas. Incluso, teniendo el talento local, preferimos irnos con lo que viene de afuera, por barato, o porque no confiamos en lo propio.

Puedo opinar del ramo que conozco, que es la construcción. ¿Por qué históricamente nos hemos empeñado en contratar empresas extranjeras que no solo no cumplen con las Leyes nacionales, sino que tampoco dejan el dinero circulando en nuestra economía, pues se lo llevan a sus países? ¿Cómo podemos hablar de ser solidarios, si no apoyamos a nuestros paisanos? Acá en Panamá construimos basándonos en el Reglamento Estructural Panameño, REP en sus siglas, y en el colmo de las incoherencias hubo un Gobierno que contrató asesores españoles para que dictaran seminarios a los profesionales panameños sobre el uso del REP. El chiste se cuenta solo.

Para poner cifras en el aporte de la construcción a la economía del país, debemos saber que está un punto bajo histórico por la situación que conocemos. En el 2008, el aporte de la industria de la construcción al producto interno bruto (PIB) fue de 31.3 %. Para el 2013, ese aporte fue de 58.3 %, y bajó a 35.6 % para el 2016. Para el 2018, aportó un 24.6 % al PIB nacional. Incluso estando en un bajón histórico, podemos ver que la industria de la construcción sigue siendo un pilar para la economía panameña, si entendemos que los aportes del Canal de Panamá al PIB son aproximadamente del 6 %. Aún en las malas, la construcción sigue siendo un motor económico.

Habiendo visto esas cifras, es fácil entender lo que debemos hacer como país para surgir nuevamente. La crisis nos ha enseñado que el productor nacional nos da de comer, y que la construcción empuja la economía. También nos ha enseñado que todo ente político, como el Parlamento Centroamericano, los partidos políticos y la misma Asamblea Nacional, no son más que constructos sociales a los cuales nos hemos acostumbrado, pero que no dejan de ser artificios que no aportan absolutamente nada que pueda servirnos en esta pandemia, con el agravante de que nos cuestan un dineral. ¿Y si ese dinero se inyectara a la economía?

Si el Gobierno, una vez pasada la cuarentena, decide invertir en carreteras, hospitales, acueductos, infraestructura sanitaria, y tantas cosas que mejoran la calidad de vida de los ciudadanos, facilitando a las empresas nacionales, pequeñas, medianas y grandes, que cumplan con las leyes y no tengan oscuros historiales, la oportunidad y el beneficio de formar parte de la fuerza renovadora de la economía, las bondades serían palpables de manera casi inmediata. Pero esto conlleva cambios importantes.

Se necesitaría que los funcionarios se vuelvan facilitadores, no obstáculos en el proceso de construcción. Entidades como el Miviot, Anati, Idaan, MOP, Contraloría, MiAmbiente, Bomberos tendrían que reforzar su equipo técnico para que puedan hacer sus tareas de fiscalización de manera idónea, velando por la calidad, y sin depender de la buena o mala disposición de alguien nombrado por amiguismo, ni qué hablar del “¿qué hay pa´mí?”.

El Gobierno, en clara actitud de apoyo a lo nacional, podría avalar de manera económica a la empresa nacional, logrando la flexibilización de algunos requisitos bancarios y de afianzamiento, que serán inalcanzables para la gran mayoría pasada esta crisis. Eso sí es hacer Patria.

No estamos sugiriendo que avalen al que sea, no. Todo con orden. Empresas que cumplan con la Ley 15, que tengan al menos 10 años de estar funcionando, que tengan un historial crediticio, bancario y de afianzamiento positivos, que posean un récord impecable en entrega, sin conflictos en la CSS, y que no hayan estado involucradas en ningún caso de corrupción deberían ser las llamadas a aportar sus capacidades en este gran esfuerzo colectivo de reflotar al país.

Señores gobernantes, así como atinadamente han buscado el apoyo de los científicos para desarrollar las mejores estrategias sanitarias ante la pandemia, busquen a los profesionales idóneos y honestos a la hora de volver a construir el Panamá del futuro. Todos se los agradeceremos.

Dios nos guíe.

Ingeniero civil, miembro de SPIA-COICI, Seccional Azuero e inspector de la JTIA.
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