• 02/05/2020 00:00

El 'Ser Panameño'…

La Historia ocupa la atención del saber filosófico desde la antigüedad al mundo contemporáneo. La Historia es la praxis del ente ontológico, tanto individual como colectivo.

La Historia ocupa la atención del saber filosófico desde la antigüedad al mundo contemporáneo. La Historia es la praxis del ente ontológico, tanto individual como colectivo.

El devenir humano plantea paradojas y parodias sobre la conducta humana, refleja y confronta los valores éticos, cívicos y patrióticos. Las reflexiones se dan sobre lo bueno, lo malo y lo feo de los seres humanos, tanto en el entorno social como personal.

¿Qué somos? ¿A qué aspiramos? ¿Somos siempre buenos o malos? ¿Somos nuestras circunstancias, como confronta Ortega y Gasset? ¿Somos bifrontes? ¿Somos muchos rostros en uno?

Isaías García Aponte, Diego Domínguez Caballero, Ricaurte Soler, Eusebio A. Morales, Diógenes de la Rosa, Carlos Iván Zúñiga, José Isaac Fábrega, Hernán Porras, Luis Pulido Ritter, Roque Javier Laurenza, Ricardo Arturo Ríos Torres, entre muchos otros, desarrollan el pensamiento crítico al cuestionar el Ser Panameño, la identidad ontológica, el modo de ser.

Panamá es ejemplo de las relaciones éticas, filosóficas e históricas de una épica de la esperanza; cuestionamos con integridad y decoro nuestro acontecer como Nación.

La literatura nacional es terreno fértil de esas disquisiciones entre los poetas, narradores, dramaturgos, ensayistas, los cuales crean un imaginario fecundo en torno a los ejes que polarizan la praxis ciudadana. Manuel Orestes Nieto poetiza sobre la Patria Sagrada y Patricia Pizzurno denuncia la opresión existencial de los invisibles en la comunidad nacional. Son posiciones conceptuales nutridas de convicciones éticas y filosóficas fundamentadas en una cosmovisión humanística de la cultura.

La corrupción se da en el perfil del Ser Panameño desde la época colonial, se manifiesta esencialmente en el juegavivo como una actitud delictiva, la cual atenta contra la fe pública y es un preludio de la delincuencia social.

El conquistador y colonizador español lo expresa así: la ley se acata, pero no se cumple. Los aborígenes y los negros desarrollan el dualismo existencial, como una acción de supervivencia, aparentan una sumisión incondicional ante los colonizadores, pero en la clandestinidad siguen con las costumbres ancestrales.

El devenir republicano, hace del juegavivo una conducta cotidiana, un modo de ser de los panameños. Somos una nación aluvional; la identidad es múltiple, la diferencia es lo que nos caracteriza; culturas y etnias de distintas latitudes se hacen sentir en nuestras costumbres y valores. La ética está ausente en la praxis de nuestra sociedad, somos una comunidad amoral. Preferimos parecer que Ser, es un engaño colectivo.

El juegavivo es el sustento tanto de la corrupción institucional como de la conducta individual carente de principios éticos fundamentales. El cinismo de los políticos y el lucro desmedido de los empresarios son la norma de la degradación moral de la sociedad panameña.

La corrupción encarnada en la conducta inmoral del juegavivo es el contrapunto dialéctico de la dinámica social. La mediocridad en el ser social e individual, la debemos superar, si queremos vivir en una nación que nos dignifique como entes morales que razonamos con decoro y equidad.

La Educación de calidad, humanística, de valores éticos, con pensamiento crítico, de orientación multidimensional, de debate de ideas es la que nos puede conducir a superar el delictivo proceder del juegavivo y por ende, de la corrupción.

Una educación que nos enseñe a pensar, con independencia de criterio; a razonar nuestras decisiones ciudadanas, es la que necesitamos para liberarnos de los atavismos que tanto daño nos ocasionan con una conducta reprochable, sin responsabilidades y carentes de los principios de honestidad, lealtad, dignidad y honor.

La Educación nos iguala en las oportunidades de ser mejores ciudadanos, de mejorar nuestro bienestar tanto individual como colectivo. La educación de calidad es la única que puede garantizar el desarrollo de Panamá con justicia social y el bien común como norma existencial. Ser panameños es un reto y desafío que debemos realizar y fortalecer nuestro sentido de pertenencia.

Dedicado a Itzel Blaser y Lizzie Brostella, damas de primera.

Historiador, docente y escritor.
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