• 10/05/2020 16:02

El dilema del prisionero

Las curvas de indiferencia muestran las combinaciones entre dos bienes que reportan la misma satisfacción y que son preferidas a otras combinaciones

Si creen que por el título de este escrito me referiré al encierro en que nos encontramos derivado de las medidas de mitigación del COVID-19, pues no es así.

La teoría económica trabaja con base en hipótesis, leyes fundamentadas en el método científico. Algunas de ellas denominadas de carácter empírico, y aún así sirven para evaluar variables en cualquier momento, especialmente en momentos de crisis.

La evaluación de las variables económicas, llámense Producto Interno Bruto (PIB), Deuda Pública, Población Económicamente Activa (PEA), Desempleo, la Demanda/Oferta, la Inversión/Ahorro solo por mencionar algunas, tenderán en un momento dado a ser parte de un dilema de política económica, ya que sus interrelaciones ante circunstancias particulares adquirirán un rol determinante en las decisiones que se adopten.

De manera similar lo hace la empresa privada para llevar a cabo sus actividades, sea en la banca, la construcción, la industria manufacturera, el sector agropecuario, etc., en torno a decidir sobre la compra de materias primas, cadena de distribución, inventarios, precios, personal requerido, sistema legal, etc.

Ha sido tanto el impacto en la sociedad global que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara al COVID-19 como pandemia, que no solo hay serios cuestionamientos médicos en torno a si tiene validez esa denominación, sino que también surgen aspectos constitucionales con relación a las libertades individuales.

Considerando todo ello, tanto Gobierno, el sector privado y las familias, deberán lidiar con decisiones específicas dependiendo de las circunstancias, y las mismas implican la valoración equilibrada y la coordinación de las respuestas de cada variable sea esta sanitaria, económica y legal porque de ello dependerán las acciones a emprender para superar esta crisis.

Pues bien, ante un evento que ha impactado el tejido social global, cuya repercusión se extiende a la estructura económica del orbe, en economía dicho evento se considera una externalidad, y en este caso es de carácter negativo.

Esto implica que los agentes privados, intentarán maximizar sus beneficios, ya que no van a asumir el costo social de sus decisiones en eventos como éste. Ejemplo de ello, un banco no condonará ningún crédito otorgado.

El ciudadano común buscará la forma de estar en las mejores condiciones con mucha comida, agua, medicamentos, entre otros para paliar la crisis.

Por ello, la teoría económica indica que, en ausencia de coordinación, cuando la acción de cada agente económico (sector privado y sociedad) tiene consecuencias sobre el otro, la asignación de equilibrio no es eficiente al no cooperar e intentar cada cual maximizar sus beneficios particulares.

Una forma sencilla de explicar esto en términos económicos, es a través de las curvas de indiferencia, las cuales muestran las diferentes combinaciones entre dos bienes que reportan la misma satisfacción a una persona, y que son preferidas a otras combinaciones de cualquier otro bien.

Demostración en curvas del comportamiento del empresario, incluso del Gobierno Nacional.

Las decisiones del consumidor se darán a lo largo de esas curvas. Si el consumidor decide tener más bebidas y menos comida o viceversa, o en el mejor de los casos una decisión más equilibrada (50% de ambos bienes) será la forma en que maximice sus beneficios.

Esta gráfica sirve para demostrar el comportamiento del empresario, incluso del Gobierno Nacional.

Como la situación que se vive es más complicada y de seguro requerirá de una gran coordinación, como se ha evidenciado, para lograr balances en todas las áreas del quehacer, será el Gobierno Nacional el garante de dicho esfuerzo.

Siendo la teoría de juegos una rama de la economía que estudia las decisiones en las que, para que un individuo maximice sus beneficios, y por ende tenga éxito, tiene que tener en cuenta las decisiones tomadas por el resto de los agentes que intervienen en la ecuación como lo son su propia competencia, el Gobierno, incluso sus clientes, y esta teoría nos cae como anillo al dedo para analizar el evento que nos ocupa.

Dentro de esta teoría existe el denominado Dilema del Prisionero y apelamos a dicho análisis para evaluar no solo el comportamiento que merece el virus en sí, sino las decisiones que provocan tomar para enfrentarlo.

El ejemplo clásico para explicar esto es el siguiente: “La policía arresta a dos delincuentes. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras separarlos, la policía interroga a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante un año por un cargo menor.”

Hasta ahora, el resultado para cada sospechoso dependerá no solo de la decisión que adopte cada cual, sino que el resultado de su decisión depende de la decisión del otro. Ninguno de ellos conoce qué ha elegido hacer el otro. Incluso si pudiesen hablar entre sí, no podrían estar seguros de confiar mutuamente.

A falta de pruebas suficientes, cada sospechoso puede optar por cooperar con él y permanecer en silencio, pero la opción óptima para cada cual sería confesar, lo que significaría que sería liberado inmediatamente, mientras el cómplice tendrá que cumplir una condena máxima… si ambos decidiesen cooperar y permanecer en silencio, recibirían un cargo menor.

Confesar pareciera ser la estrategia que prevalece para ambos sospechosos por la oferta de las autoridades, pero si lo hacen desconociendo la decisión del otro ambos podrían recibir largas condenas. Este es la clave del dilema.

Traslademos este esquema a Panamá y cómo esta herramienta de análisis nos puede ayudar a entender las posibles decisiones que se adoptan y cómo repercuten en el resto de los agentes.

Por las características de este virus, el primer gran problema que enfrenta un país es si el Sistema de Salud es prioritario antes que la mantener la Economía caminando.

Si el virus, aparentemente, es muy contagioso y las actividades económicas siguen su curso normal favoreciendo el empleo de las personas, esto coadyuvará la propagación del contagio.

Si por el contrario se prioriza el sistema de salud y se paralizan las actividades económicas, que ha sido la decisión adoptada en nuestro país estableciendo cuarentenas, los resultados serán cierres de negocios, despidos, suspensiones de contrato, adelanto de vacaciones y para los profesionales independientes que dependen del día a día, los desembolsos de bonos o vales para la compra de alimentos o bolsas de comida serán las compensaciones por el cese temporal. Pero por el otro lado, el contagio puede ser controlado y así evitar que la infraestructura médica se sature y deba decidirse, en última instancia, a quién se atiende y a quién no, sin contar con alguna persona que sin estar contagiada requiera un ventilador por la patología crónica que presente.

Otro ejemplo que se explica por este dilema es cómo el sistema de salud, intrínsecamente enfrenta su propia infraestructura, tanto pública como privada, si los contagios se salen de control y las unidades de Cuidados Intensivos (UCI) no se dan abasto.

Donde surge el dilema, si el sistema tiene los suficientes ventiladores para atender un contagio masivo y para ello se deberá reorganizar áreas de atención médica, salas con bajo uso y ponerlas a disposición de los contagiados, incluyendo el equipamiento.

En este caso, surge una interrogante, y si el contagio es masivo y aun teniendo suficiente espacio, no existe en el mercado interno la capacidad de suplir los dichosos ventiladores, y los fabricantes tienen copadas sus líneas de producción, dando lugar al acaparamiento, incluso la piratería de equipos por un país cuando el equipo es para otro país.

El otro dilema son los recursos que un gobierno, de seguro no tiene presupuestado para atender este tipo de eventualidad cuyos costos exceden por lo general el porcentaje de imprevistos que en la contabilidad privada uno determina por cualquiera eventualidad, dando lugar a depender del uso de la Deuda Pública para atender el presupuesto en las áreas de salud y seguridad social. Sin contar los problemas de sobrecostos de insumos vitales, llámese ventiladores, mascarillas, alcohol, gel alcoholado, aerosoles desinfectantes, etc., salen a relucir en las compras gubernamentales, producto de la escases.

En cuanto a la sociedad el dilema es igual. Las personas deben mantener la cuarentena para evitar el contagio, sin embargo, si se arriesgan a salir y romper la cuarentena tiene la probabilidad no solo de contagiarse, sino que la autoridad puede imponerle una penalidad por violar la regla.

Las decisiones personales se ven afectadas igualmente, ya que de estar recibiendo salario o tener ahorros suficientes (la mayoría no los tiene) los pertrechos de comida y medicamentos parecen estar salvaguardados, pero de no ser así, se corre el riesgo de que deben salir a buscar sustento o comida de alguna forma, con la probabilidad del contagio y/o la multa.

Como ven, el Dilema del Prisionero está muy presente en nuestras vidas, no solo en estos momentos en que la gran mayoría sufre el encierro como el de un reo que ha violado la ley, pero como se ha demostrado en pocas palabras los distintos agentes económicos tienden a maximizar sus propios beneficios y el Gobierno deberá garantizar este esfuerzo, bajo estricta coordinación entre la institucionalidad gubernamental y la cooperación con el sector privado y la sociedad.

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