• 07/06/2020 16:24

Violencia simbólica en los medios de comunicación

La manera como percibimos el mundo que nos rodea en gran parte se ve influenciado por lo que se presenta en los medios, que son uno de los principales agentes de socialización

Los medios de comunicación tienen una responsabilidad social frente a la real exclusión de estereotipos de género que legitiman culturalmente las relaciones desproporcionadas de poder entre los sexos y que tiene lugar en distintos ámbitos de la vida social. Algunas formas de cómo se manifiesta la violencia simbólica en nuestra sociedad son transmitidas a través de los contenidos mediáticos. No sólo se trata de las maneras usuales que ya se vienen dando desde hace décadas como la utilización del cuerpo femenino como objeto de enganche para aumentar audiencia de los diarios impresos, los comentarios y gestos sexistas en programas de radio y televisión, sino del sensacionalismo con los que se da cobertura de hechos violentos como los femicidios. Una propuesta desde un grupo de profesionales busca despertar el pensamiento crítico de la ciudadanía sobre el consumo mediático y los derechos de audiencia que podrían generar cambios en la producción de los contenidos que se presentan.

Durante la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, los Estados parte se comprometieron a fomentar entre otras acciones "una imagen equilibrada y no estereotipada de las mujeres en los medios de comunicación" (Plataforma de Acción Beijing, 1995).

En el contexto panameño existe un marco legal para avanzar en esta tarea. La Ley 82 de 2013 que tipifica el femicidio y adopta medidas para la prevención contra todo tipo de violencia hacia las mujeres define la violencia simbólica como "mensajes, iconos o signos que transmiten o reproducen estereotipos sexistas de dominación o agresión contra las mujeres en cualquier ámbito, público o privado, incluyendo los medios de comunicación social".

La manera como percibimos el mundo que nos rodea en gran parte se ve influenciado por lo que se presenta en los medios, que son uno de los principales agentes de socialización. Al mostrar contenidos discriminatorios, ofensivos y violentos contra las distintas identidades de género, promueven su normalización en el imaginario colectivo. Esta es una forma sutil, pero efectiva, de violencia sostenida desde lo simbólico, por lo que es difícil reconocerla a simple vista. Un ejemplo bastante frecuente en el que se puede evidenciar esto es en la producción de un arquetipo genérico de mujer femenina, con determinada disciplina de cómo comportarse, cómo vestirse y cómo dispone su cuerpo, subordinada al punto de vista masculino, para llamar su atención y seducirlo. La misma presión reciben los hombres, con la imagen estereotipada de cómo el imaginario colectivo considera que deben comportarse.

Recientemente, leyendo un tabloide de la localidad, me llamó la atención una noticia sobre un homicidio. El titular hacía referencia a que la víctima era el jefe de la ex pareja del victimario. La noticia narraba los supuestos acontecimientos que provocaron que un hombre abriera fuego contra otro, ocasionándole la muerte y cómo una mujer en común era posiblemente la causa de este fatídico desenlace.

En una sociedad como la panameña, se atenúa la violencia con frases de presuposición explícita como las utilizadas en esta noticia: "un triángulo amoroso" y "un crimen pasional" (como es pasional, es menos grave), justificando la acción del victimario como una reacción provocada. Con esto se intenta explicar que ambos eran “dueños” de la misma mujer, como un objeto que pertenece a uno o a otro, y se presume de la existencia de un código de honor del sistema patriarcal, donde es mal visto socializar en el mismo espacio con quien ahora ostenta lo que antes era de su propiedad. Esto sigue la lógica de la cultura machista que cosifica y deshumaniza a las mujeres y la reduce a su utilidad ¿para qué sirven? Pues sirven para aumentar el capital simbólico, al que nos introdujo el sociólogo Bourdieu en su obra La Dominación Masculina, como una pertenencia más del hombre, acumulando patrimonio y linaje en el mundo social.

En esta noticia el amor es presentado como un sentimiento noble, que nubla el juicio de quién actúa en su nombre. Normalizar estas ideas nos aleja de erradicar la asimetría de poder entre los sexos. Se recurre a las emociones para restarle responsabilidad al autor de los hechos. En la nota se ubican otras fuentes que nos aproximan al pensamiento común de cómo debe comportarse socialmente una mujer, luego de dar fin a una relación. Se hace alusión a respetar el código impuesto entre hombres viriles, como un orden establecido de conocimiento común, “la mujer de otro no se toca”. Esta norma existe y se debe respetar; y entre líneas, se responsabiliza a la víctima de lo que le sucedió por no respeta. Se insinúa que el victimario no tuvo otra opción que defender su “honor” frente a la sociedad. Esta narrativa podría provocar, según el nivel de sensibilización de los lectores, juicios distorsionados de los hechos, haciéndolos ver menos graves.

La noticia lanza la pregunta, ¿despecho o acoso? sin atreverse a etiquetar el hecho como un homicidio doloso y que la acción del perpetuador responde a la manera en cómo se entienden desde el machismo las relaciones de pareja. Un mejor enfoque sería replantear las preguntas: ¿En qué beneficia la noticia al lector? y ¿Cómo impacta las decisiones de su día a día? Si alguien está pasando por una situación similar, no hallaría respuestas ni orientación, ya que simplemente corresponde a una crónica roja, por lo que inclusive no ameritaba tantos detalles, sino los usuales, relacionados a la violencia física. Es poco probable que se sepan los detalles del caso al momento de redactar la noticia, por lo que es recomendable relatar los hechos a partir de un enfoque más informativo hacia la prevención y alerta ante estas situaciones.

Al analizar por años las narrativas en los tabloides, se repite la constante de la selección diferenciada de adjetivos para describir los sujetos. Estas generalizaciones perjudican a ambos sexos. A los hombres se les otorgan cualidades enfocadas al ámbito público: fuertes, decididos, independientes y asertivos, pero también con un estigma negativo: oportunistas, peligrosos y agresivos; mientras que a las mujeres las relacionamos con valores propios del ámbito privado: sensibles, agradables, soñadoras, amorosas y fiables y se les cuestiona su comportamiento en la vida pública: dominantes, impulsivas y calculadoras.

Se hace cada vez más necesario reflexionar, como sociedad, la forma en la que la violencia simbólica se manifiesta en los contenidos; pero más allá de esto, reconocer que se produce en la cotidianidad y en cualquier espacio: el hogar, la iglesia, la escuela e inclusive desde la institucionalidad del Estado. Al ser una violencia silente, permite sostener todas las demás formas de violencia hacia las mujeres. Sutilmente, justifica las relaciones desproporcionadas de poder entre los sexos y ubica a los géneros en un sistema binario, rechazando la diversidad, sin discutirla ni replantearla. Cuando los contenidos mediáticos y publicitarios amplifican esas conductas, se hace más difícil que la sociedad las supere.

El grupo de profesionales contra la Violencia Mediática propone un Observatorio de Violencia Mediática, que no busca arremeter contra los contenidos trasmitidos por los medios de comunicación, sino más bien reconocer la importancia de acercarlos como aliados estratégicos para combatir esta situación, que ya forma parte de nuestra cultura, costumbres y tradiciones. La observación y el análisis de las noticias sirven de mecanismo para identificar puntos de mejora, no sólo en la calidad de la información que se le presenta a la audiencia, sino para la real exclusión de estereotipos de género en nuestra sociedad.

La posición de vulnerabilidad y desventaja en la que se encuentran las mujeres hace que en primera instancia fijemos nuestra mirada hacia la punta del iceberg, es decir, a prevenir formas visibles y explícitas de violencia. Sin embargo, como sociedad debemos prestar igual atención a lo que vemos como normal en la sumisión de lo femenino en las relaciones sociales, personales y profesionales.

En este punto no pretendemos profundizar en el desempeño de las autoridades en prevenir sólo los tipos de violencia que se pueden cuantificar y sancionar, sino más bien resaltar la importancia de la voluntad política. Es momento de cumplir los compromisos adquiridos y de apoyar la propuesta de instalar un espacio para comprender otras expresiones de violencia más abstractas y complejas, para replantear las estrategias y modificar las normativas que sean necesarias para una protección más integral de la ciudadanía. Todos los insumos generados a partir del seguimiento de medios servirá para realizar talleres de capacitación continua de comunicación con perspectiva de género a periodistas, productores de contenido y comunicadores sociales.

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