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- 10/06/2020 00:00
Panamá no es competitivo
En estos días que estaba leyendo Twitter, alguien posteo que le había llegado un pedido de Amazon antes de que le llegara su pedido hecho a una ferretería local. Este comentario, junto con la coyuntura actual, me hizo reflexionar sobre cómo nuestro país estaba capacitado para enfrentar la COVID-19 y la cuarta revolución industrial. Lamentablemente, pienso que nos hemos dado cuenta de que no somos tan avanzados como pensábamos.
Panamá ha sido la estrella de Latinoamérica, en materia de crecimiento económico y desarrollo de infraestructura pública, en los últimos 15 años. Se amplió el Canal, se hicieron inversiones multimillonarias en nuevas carreteras, hospitales y dos líneas del metro. ¿Pero en materia de facilitarle la vida al ciudadano, qué ha hecho el Estado? La respuesta es que muy poco. Falta mucho que hacer en materia de utilizar las herramientas tecnológicas que la cuarta revolución industrial le ha traído al mundo. Demasiados trámites ante el Estado todavía requieren la presencia del ciudadano ante un ente estatal. Si no fue hasta el 2013 que el Banco Nacional de Panamá implementó la banca en línea, por ejemplo. Con esta crisis de la COVID-19, estando encerrados en nuestras casas, nos dimos cuenta de este problema que menciono. No había un mecanismo de pago electrónico para ayudar a todas esas personas que quedaron sin trabajo. Le tomo un par de meses al Gobierno habilitar la cédula como una tarjeta de débito. La DGI también incorporó varios trámites a su plataforma virtual. Esas son historias de éxito. Sin embargo, otras instituciones, como el Registro Público, están a años luz de donde deberían estar. En educación pública hemos fracasado en implementar herramientas tecnológicas. Lo que se había avanzado se perdió en el quinquenio pasado. Ojalá esta pandemia genere la solución a esa necesidad que tiene el Estado panameño de modernizarse e incorporar las herramientas tecnológicas que existen para hacer que el Gobierno sea más eficiente atendiendo a sus clientes: los ciudadanos.
Hasta cierto punto entiendo las deficiencias de parte del Estado en modernizarse. Al final, los gobernantes son políticos y piensan que obras de cemento y ladrillo son más impactantes y generan mayor simpatía con los votantes. Una carretera nueva genera más noticias positivas en los medios de comunicación que la implementación de un nuevo “software” que agiliza el registro de un recién nacido, por ejemplo. No estoy justificando esta manera de pensar, y hago un “mea culpa”, porque cuando estaba en Gobierno quería lograr que los pagos de los diferentes programas de subsidio que tiene el Estado se pagaran por medio de una tarjeta electrónica, cosa que no pudimos lograr. Lo que no entendía era por qué el sector privado en Panamá era tan ineficiente enfrentando esta crisis, a tal punto que un pedido de Amazon llegaba al cliente antes que un pedido de un comercio local. La única respuesta que tengo es que el empresario en Panamá no es competitivo. Sé que esta respuesta me va a generar antipatía de algunos, pero lo hago como una crítica constructiva. Espero que esta coyuntura genere esa necesidad de modernización.
Sí, Panamá ha tenido un crecimiento promedio del 7 % en los últimos 15 años, gracias a nuestra posición geográfica, el Canal, etc. Sin embargo, desde los 90, cuando Panamá ingresó a la OMC, hemos visto un sinnúmero de empresas panameñas que se han vendido a empresas extranjeras. La Cervecería Nacional, Pascual, Bonlac, Estrella Azul, todas pasaron a manos de empresas extranjeras. ¿Por qué sus dueños decidieron vender y no seguir compitiendo? Porque estábamos acostumbrados a competir en sectores protegidos.
Desde el nuevo siglo, la tecnología ha sido el catalizador para el crecimiento económico global. Han salido disruptores, como Uber, Airbnb, y ahora Zoom, que han creado nuevos nichos de negocios y afectado a negocios tradicionales. En Panamá, todos queremos andar con el último iPhone, pero ¿cuántas empresas han incorporado nuevas tecnologías en sus modelos de negocio?
El comercio panameño está en la época de Blockbuster, cuando el resto del mundo está en Netflix, para usar un ejemplo. Esta crisis sanitaria demostró que los comercios panameños están en pañales en “e-commerce”. Para darles otro ejemplo de lo atrasado que estamos, cuando vas a un comercio en Panamá, primero tienes que ir a la caja a pagar, después vas con la factura a la bodega para que te la sellen y te entreguen la mercancía. Mientras tanto, en Estados Unidos ya hay algunos comercios que tienen tiendas donde no existen cajas registradoras. Retiras tus compras y, al salir de la tienda, una máquina lee el código de barra de los ítems y te hace el cargo a tu tarjeta de crédito. Este es un ejemplo extremo, pero la realidad es que el comercio panameño se ha quedado rezagado. Con esta crisis, vendrá un cambio en cómo los consumidores realizan sus compras, ahora mucha gente lo hará en línea. ¿Los comercios panameños seguirán perdiendo clientela con Amazon y demás “retailers” internacionales? ¿O se pondrán las pilas?
Nuestro país tiene una economía de servicios y el sector financiero es otro que se ha quedado atrás en la nueva economía. “Fintech”, “crowdfunding”, “blockchains” son ejemplos de estos cambios. En Panamá su implementación o su creación han sido casi nula. Solo hemos visto avances en plataformas de pago. Aquí no existen bancos o aseguradoras virtuales, como lo hay en otros países. Menciono esto porque estos negocios virtuales tienen ventajas de costos sobre sus competidores tradicionales. Un banco o una aseguradora virtual no deben tener sucursales o personal para atender clientes. Tampoco tienen comités de crédito o actuarios para medir el riesgo de sus clientes. Usan inteligencia artificial para medir los riesgos de sus clientes. Son más rápidos en sus aprobaciones. En Panamá, lo que vemos es que los bancos y aseguradoras abren más sucursales, aumentando sus costos fijos y por ende esto se traduce en un incremento en los intereses y tarifas al consumidor. Al final, somos nosotros, sus clientes, quienes pagamos por su falta de avance tecnológico. Un amigo mío, que es parte de una plataforma que junta a inversionistas con clientes que quieren vender sus facturas comerciales, me comentó que los bancos quieren tratar de cerrarlos, porque no quieren la competencia. Grave error. Debemos fomentar este tipo de emprendimiento.
La COVID-19 cambió el mundo. Esto, sin duda, igual que el 9/11. Los patrones de comportamiento de los humanos cambiarán. Aunque somos animales sociales, tomará tiempo para que estemos dispuestos a volver a eventos sociales grandes, eventos deportivos e incluso viajar. Como hacemos nuestras compras también va a cambiar. Aprovechando esta coyuntura, ¿estamos dispuestos, tanto sector público como privado, a incorporar las nuevas herramientas tecnológicas que existen, para que el Estado sea más eficiente con los ciudadanos y que las empresas también sean más eficientes y competitivas? Solo el tiempo lo dirá. Espero que, como país, hagamos una introspección de nuestra realidad ante los retos que trae esta cuarta revolución industrial (tecnológica). Debemos compararnos con países como Israel, Irlanda, Singapur que tienen más similitudes con nosotros, que nuestros vecinos. Solo así podemos aspirar a volvernos un país verdaderamente competitivo.