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- 18/06/2020 00:00
Periodismo vs. 'fake news'
Nunca en la historia, los ciudadanos del mundo han estado sometidos a tanta información como en la época actual, impulsado este fenómeno por el auge de las comunicaciones vía Internet. Lo que debía ser fuente de información fundada en hechos o investigación responsable, se ha tornado en un grave problema frente a la creciente influencia de la desinformación o “fake news”.
Ese fenómeno ha tenido un impacto adverso en la credibilidad de los medios de comunicación, al punto de que una encuesta realizada por Statista en febrero de 2019 reveló que su credibilidad ha descendido a nivel global. Los países en donde la credibilidad es aceptable son Finlandia (59 %), Portugal (58 %), Dinamarca (57 %), Holanda y Canadá (52 %), y México (50 %).
Curiosamente, en Estados Unidos la credibilidad (35 %) tiene su más bajo (índice) en muchos años, sin duda estimulado por las críticas hechas a los medios por el presidente Donald Trump y sus seguidores en las redes sociales. Entre estos destaca el portal QAnon, que cuenta hoy día cuenta con más de siete millones de visitas mensuales.
La desinformación es casi tan antigua como el hombre en la Tierra. En 1274 a. C., Ramsés II afirmó haber triunfado sobre el pueblo hitita en la batalla de Kadesh. Pero el investigador Francois-Bernard Huyghe asegura que las evidencias revelan que fue una derrota. En cuanto a “fake news” el primero en usar la expresión fue el secretario Brunnell, en el diario Cincinnati Commercial Tribune, el 7 de junio de 1890, cuando calificó de “fake news” información telegráfica que aseguraba que había caído al agua durante un naufragio.
Los años de 1890 vieron el surgimiento de dos gigantes del periodismo: William R. Hearst y Joseph Pulitzer. Este a través del New York World y Hearst al frente del New York Journal, desarrollaron un periodismo sensacionalista en su lucha por dominar la circulación, apelando con frecuencia a noticias falsas. Con ese periodismo estimularon la guerra hispanoamericana por el control de Cuba.
El uso por ambos diarios de caricaturas de un joven con camisa amarilla dio lugar a que se les aplicara el mote de “periodismo amarillo”. La competencia de los dos diarios abrió espacio para que The New York Times estableciese su liderazgo.
En Panamá, el periodismo amarillo tuvo su principal representación en los diarios tipo tabloide, y como su mayor exponente al desaparecido Escolástico “Fulele” Calvo. Este periodismo jugó un rol clave en muchas campañas políticas, aunque más se le recuerda por la invención de personajes como el hombre lobo, el hombre del petate y otros para incrementar su circulación.
Tras su aparición en 1890, la frase “fake news” adquirió vigencia en 2016 cuando Hillary Clinton la usó en discurso pronunciado el 8 de diciembre, al deplorar “la epidemia de 'fake news' y falsa propaganda diseminada el último año en las redes sociales”. Sin embargo, la paternidad se le atribuye al presidente Trump, tanto por acusar a los medios de usar “fake news” para criticarlo, como por su propia costumbre de apelar a ellas. De hecho, el conteo de “fake news” que lleva el Washington Post sobre Trump revela que al 29 de mayo llevaba registradas 19 127 falsedades en menos de tres años de gestión.
Días antes de ese discurso, Clinton había sido víctima del Escándalo Pizzagate, que la acusaba -falsamente- de liderar una red de pedofilia que operaba en el “sótano” de la pizzería Comet Ping Pong, en Washington, D. C.
En investigación publicada por Rolling Stones el 16 de noviembre de 2017, con el apoyo de The Investigative Fund y The Center of Investigative Reporting, la periodista Amanda Robb detalla la trama iniciada en Facebook por “Carmen Katz”, acusando a Clinton de liderar la falsa red. El mensaje fue tuiteado y luego se hizo viral con la ayuda de aliados de Trump. La investigación demostró que Katz era en realidad Cynthia Campbell, abogada residente en Joplin, Misuri, y activista de la Asociación Nacional del Rifle. Al ser abordada por RS, los expulsó de su casa con la frase, “ustedes son fake news”. Lo cierto es que Pizzagate se sumó a la investigación de los correos de Clinton, anunciada un día antes por el exdirector del FBI, James Comey, y el silencio de este sobre la intervención rusa, para signar su derrota.
La desinformación ha encontrado en las redes sociales un terreno fértil para los aviesos propósitos de sus gestores. Durante la pandemia, el problema ha adquirido tal proporción que la Unesco advirtió que esta avalancha de desinformación pone en riesgo la vida de muchos seres humanos. De allí que esta agencia decidió liderar un esfuerzo para combatir la desinformación, vicio al que el secretario general de la ONU, António Guterres, denominó “desinfodemia”, considerándola tan o más peligrosa que la pandemia.
Frente a esa realidad, el centro de pensamiento panameño Trinka organizó el 13 de mayo un Foro Internacional sobre la Desinformación, con la participación de Maritza Mosquera y Nubia Aparicio, de Panamá, Roberto Arancibia, de Chile, Neysi Palmero, de México, y Xiomara Herrera, de El Salvador, como moderadora.
Los expositores coincidieron en que el problema se centra en el nivel de desinformación que impulsan individuos y grupos en las redes sociales versus la búsqueda de la verdad, que inspira la gestión periodística. “Si alguien dice que llueve y otro dice que no llueve, la función del periodista es buscar la verdad”, subrayó Arancibia. Mosquera dijo que, en su opinión, el periodismo en Panamá marcha camino al rescate de valores.
Sostuvo que la desinformación trae consigo el germen de su final. En las redes se mata cinco y seis veces a una persona que está viva, y la gente se está dando cuenta de que es objeto de engaño. Arancibia apuntó que los medios han pagado el precio de darle acceso indiscriminado a su audiencia. Anticipó que esta tendencia se corregirá, pues la gente se inclinará por leer o escuchar a quien no la engañe. Terminó citando el epitafio en la tumba del visionario canadiense de la globalización Marshall McLuhan: “La verdad nos hará libres” (“veritas liberabit nos”).
Una encuesta de opinión sobre la prensa en Panamá realizada en 2013, a solicitud del Colegio Nacional de Periodistas (Conape), reveló que el 72 % de la población panameña tenía una imagen positiva de los medios, nivel solo superado entonces por el de la Iglesia católica. Ello era el resultado de la gran labor realizada por los medios en la lucha por la democracia y la justicia, y contra la corrupción.
Salvo muy contadas excepciones, la prensa investigativa sigue hoy día jugando un papel clave en develar actos de corrupción, impulsar el adecentamiento de la justicia y en fortalecer la institucionalidad del Estado. Ese rol aumentará en la medida en que los sitios dedicados a generar “fake news” caigan en popularidad, sometidos por el peso de la verdad y el eventual control que ejercerán sobre ellos los administradores de redes sociales.