• 29/06/2020 00:00

Sensibilidad social y crisis o cuando querer es poder

En 1973, los docentes de Bocas del Toro, condenados al desasosiego, aprovecharon una visita del general Omar Torrijos a esa provincia bananera y le plantearon su tragedia de varios meses sin pago de salario trabajado.

En 1973, los docentes de Bocas del Toro, condenados al desasosiego, aprovecharon una visita del general Omar Torrijos a esa provincia bananera y le plantearon su tragedia de varios meses sin pago de salario trabajado. El general, algo sorprendido, le preguntó al ministro respectivo el porqué ocurría tal retraso. Este, discretamente, hizo recaer la responsabilidad en el Mippe y Hacienda y Tesoro (hoy MEF), cuyo ministro, ante tal interrogatorio porfiado del entonces jefe de Estado, reorientó la mea culpa hacia el contralor. Entre todos, dijeron que esperaban estar pagando como en dos o tres quincenas más, pero para sorpresa de ellos, el general se dirigió a los docentes y les prometió que en tres días se les estaría pagando lo adeudado o… alguno de los de ese gabinete estaría perdiendo su puesto.

La reacción para las autoridades presentes fue en extremo estresante; la esperanza asomaba en los docentes. No obstante, contra todo pronóstico tecnocrático, a los tres días estaban viajando los cheques hacia Bocas del Toro, razón por la cual la legitimidad social y la credibilidad en el jefe de Estado se elevó con creces entre los bocatoreños y hubo una cohesión mayor entre gobernados y gobernante. Sin duda, esto fue clave en la “guerra del banano” contra las transnacionales bananeras varios años más tarde.

El evento narrado, se repitió al año siguiente en Santiago de Veraguas. Si en ese momento se hubiera dado la pandemia, y consecuentemente el llamado de “quédate en casa”, sin duda habría sido acompañado de un bono solidario de 480 dólares mensuales, monto al que correspondería hoy-de acuerdo con el economista José Gómez -el aporte de emergencia de 100 dólares mensuales que el Gobierno torrijista constituyó en el período de crisis económica del segundo quinquenio de la década de 1970, ah, ¡y sin los 2500 millones obtenidos en préstamo por este Gobierno! No en vano el pueblo votó por el “Sí” en el plebiscito sobre los Tratados Torrijos-Carter.

En esta crisis, dentro del propio sistema de servicios de salud, conocemos de no pocas insatisfacciones del personal que está en la primera y segunda línea de fuego en el combate contra la pandemia. Cabe mencionar aquí a la Asociación Nacional de Enfermeras y Enfermeros de Panamá. Su junta directiva hizo sensibles advertencias, con miras a tomar medidas anticipadas por el proceso harto evidente de fatiga laboral en todo el personal. Efectivamente, la semana pasada, este gremio profesional denunció que se vienen dando: “Largas jornadas de trabajo a falta de enfermeras, que aumenta significativamente el riesgo de contagiarse…”, ANEP (comunicado, 23/junio/2020).

Extremadamente relevante fue la recomendación que la ANEP hizo respecto de las visitas suspendidas: “La necesidad de reforzar la comunicación médico-familiar y familiar-paciente” (Ibidem), lo cual pone en su justa dimensión la condición humana, que aislados de personas que les son emocional y socialmente significativas reduce las probabilidades de recuperación, aumentando la depresión de los propios pacientes atendidos; claro está, esto requiere dotar a los acompañantes, con equipo de protección personal, a funcionarios y familiares involucrados en el apoyo asistencial.

De haber ocurrido esta crisis en los años setenta, me imagino al general Torrijos ordenando la contratación inmediata, al menos por el tiempo del asedio virulento, de los cerca de mil recién graduados de las carreras de Enfermería, Medicina, Tecnología Médica, licenciados en Salud Ocupacional y Técnicos de Urgencias Médicas para apoyar el trabajo directo con las comunidades. Esto, sin contar al personal de Trabajo Social, de Antropología, Psicología y Sociología, destinados a apoyar en la restauración de la relación entre Equipo de Salud y Comunidad.

Las enfermeras han pegado un grito de advertencia pertinente en estos momentos, donde el coronavirus parece escaparse del control epidemiológico manejado por las autoridades políticas. Lamentablemente, no hay un proceso reconocible de necesaria cohesión social de la población en torno a las autoridades gubernamentales, como sí lo había de cara al respaldo popular a los tratados canaleros.

En tal sentido, unos celebran los cambios de la ministra del Minsa y algunos de la comisión asesora. Lo que importa no es si los que llegan tienen claridad en lo que debe hacerse -especialmente, a nivel de la participación organizada de la población-, sino si estas contarán con el respaldo de la voluntad política de quienes toman las decisiones finales. Es poco probable, pero no imposible.

Sociólogo y docente de la UP.
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