Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 30/08/2020 00:00
'Solo sé que nada sé'
¿Los impuestos a las bebidas azucaradas reducirán los niveles de obesidad? ¿Qué políticas económicas conducirán a una amplia prosperidad? Estas preguntas tienen algunas cosas en común. Tienen consecuencias importantes para todos nosotros, por lo que a los responsables de la formulación de políticas y a la población les gustaría conocer las respuestas, si es que existen buenas respuestas.
Afortunadamente, existen expertos dedicados a contestar este tipo de preguntas difíciles que requieren un conocimiento causal que no es fácil de conseguir. El auge de las redes sociales ha significado que el conocimiento adquirido con tanto esfuerzo por estos expertos nunca haya sido tan accesible al público como ahora y pensaríamos que la comunicación entre estos expertos y los tomadores de decisiones nunca ha sido tan buena como ahora.
Pero este no es el caso. Como lo pudiera atestiguar cualquiera que use las redes o vea noticias por cable, los medios están inundados de “expertos" autoproclamados, cuya falta de experiencia no les impide compartir ampliamente sus puntos de vista. En todos los ámbitos los encontramos compitiendo con los verdaderos expertos por tiempo aire, protagonismo mediático y futuros negocios.
Con una apariencia genuina y una elocuencia portentosa, la comparecencia de estos “expertos” en redes y medios, exagerando sus conclusiones en un entorno ya saturado de información engañosa, dificulta que los tomadores de decisiones sepan qué hacer y a quién creer. El desafío, pues, es filtrar el ruido y separar estos “expertos” improvisados de los verdaderos conocedores. Porque al considerar preguntas importantes como las dos anteriores, que en muchas ocasiones ni siquiera tienen respuestas, no debiéramos permitir que estos “expertos” se extiendan más allá de su competencia.
Para resolver mejor este problema de transmitir el verdadero conocimiento a los tomadores de decisión y al público en general, es útil dividir la dificultad de los temas en tres categorías de preguntas. Las preguntas de nivel uno son aquellas que cualquier persona con una experiencia modesta o con acceso a Google pueda responderlas. Preguntas en esta categoría son, por ejemplo, ¿el control de precios causará escasez? o ¿es probable que un Gobierno obtenga mejores resultados en las elecciones si la economía está funcionando bien?
Las preguntas de nivel dos son aquellas en las que solo los expertos calificados tienen algo que decir. Preguntas en esta categoría son ¿podemos diseñar algoritmos para asignar pacientes más eficazmente a los médicos de la Caja del Seguro Social? (Sí) y ¿los límites de mandato de un diputado mejorarán su desempeño? (No). Estas son preguntas para las cuales la literatura científica proporciona respuestas y pueden ser abordadas usando lo que el filósofo estadounidense Thomas Kuhn llamó paradigmas en 1962.
Las preguntas de nivel tres son aquellas en las que incluso los mejores expertos no conocen las respuestas, como cuánto tiempo más durará la pandemia de la COVID-19 o cuáles serán las tasas de interés en dos años. Tales preguntas no pueden responderse, dados los paradigmas actuales o simplemente son incontestables. Gran parte del conocimiento actual en sí consiste en distinguir entre cuáles preguntas se pueden responder y cuáles no. La clave es entender si una pregunta está en el nivel dos o en el nivel tres, y saberlo requiere experiencia. De hecho, los propios expertos a veces pueden equivocarse en esta distinción.
Aun así, los verdaderos expertos se reconocen cuando no solo saben si una pregunta es contestable o no, sino que además saben cuáles respuestas sirven para la toma de decisiones. Y eso es muy distinto a lo que vemos con frecuencia cuando políticos, economistas y hasta empresarios piensan que saben y creen poder influir y participar en la toma de decisiones como grandes expertos. Y eso no es así.
Por tanto, no nos preocupemos por las preguntas del nivel uno. Siempre habrá personas dispuestas a conectarse con Google para sentirse “expertos” y poder hablar de cualquier tema fácilmente. Aquí lo importante es saber reconocer a estos “expertos” y evaluar el potencial peligro que significan para que, cuando hagan sus afirmaciones a los cuatro vientos, sepamos que son capaces de entorpecer la tomar de decisiones.
El manejo de un país, tanto en crisis como en tiempos normales, requiere la perspectiva de expertos, expertos de verdad, capaces de admitir que no saben o no están seguros cuando una pregunta es incontestable. Porque desde la humilde mirada de la sabiduría, admitir la incertidumbre de la realidad es muestra de profundo conocimiento. Más concretamente, decir “no sé” es reflejo de que al final “sí sé”, de que no sé nada, como decía Sócrates, aunque los “expertos” sabelotodo prefieran, en aras de justificar altos salarios y cobrar elevadas tarifas, decir cualquier cosa, aunque la verdad sea que no saben nada.