• 07/12/2020 00:00

Desafíos importantes

"El desafío es una educación científica y humanística para una mejor sociedad. Así, las mentes más brillantes de hoy, en el esfuerzo por salvarnos del virus, pudieran escribir nuevas y exitosas páginas para avanzar el tiempo de la humanidad [...]"

Hay una sensación de que a parte importante de la ciudadanía no le importa con la propagación de la COVID-19. Es un asunto de rechazo que debe ser estudiado por los expertos en estos temas sociales. La espera se acorta para la vacuna y sobre cómo y cuándo nos tocará. Pero hay que ir pensando en cómo superaremos los resabios dañinos (economía nacional, resistencia social, educación, etc.) que la pandemia ha ido dejando.

El efecto sobre estos temas atenta gravemente contra nuestro desarrollo a mediano plazo. Es probable que las ideas y acciones para superar estos desafíos se pueden tomar de retos del pasado, pero hay que hacerlo con honestidad y comprometidos con el bien de todos. Algunas ideas de esta nota fueron publicadas hace algunos años. Pocas cosas cambian, incluso y, muy a pesar, de la pandemia.

Varios son los pensadores que afirman que en lo que llevamos de desarrollo humano e intelectual desde que el homo sapiens predominara sobre las otras especies que rondaron la Tierra, las ideas, la formulación de conceptos para ejecutarlas y beneficiarse o disfrutar de ellas, han sido puestas en el tapete desde hace ya mucho tiempo, a fin de que en el proceso de desarrollo sean creadas y/o perfeccionadas.

Steve Connor, en un artículo publicado en The Independent hace ya algunos años, se refiere a un trabajo del profesor Gerald Crabtree, quien dirige un laboratorio de genética en la Universidad de Stanford en California. Crabtree teorizó que: “La inteligencia humana alcanzó su punto máximo hace varios miles de años y desde entonces se ha producido una ligera disminución en nuestras capacidades intelectuales y emocionales”. En el artículo publicado en la revista “Tendencias Genéticas”, el profesor Crabtree agrega que: “Yo apostaría a que, si un ciudadano medio de Atenas de 1000 a. C. fuera a aparecer de repente en medio de nosotros, él o ella podría estar entre los más brillantes y más intelectualmente vivos de nuestros colegas y compañeros, con una buena memoria, una amplia gama de ideas y una vista clarividente de asuntos importantes”.

Si eso es así, lo que queda es que esta generación de humanos tome nota y se enfoque en aquellas “cuestiones importantes”: un mejor entorno en donde todos podamos vivir cómodamente y progresar con la asistencia de las tecnologías que el ingenio humano ha creado. Pero no es así, y la pandemia nos ha dado duro en la cabeza y los “antiprogreso y anticiencia” han hecho del esfuerzo para avanzar, un reto difícil.

Hace un tiempo escribí que: “Debemos pensar siempre que la sociedad que queremos construir a partir de este momento debe incluir políticas educativas visionarias, que sean extensivas a todas las regiones poblacionales del país, (…) Al fin y al cabo, un ambiente educacional adecuado y justo permitirá un desarrollo humano que nos prepare para superar sistemáticamente las actuales conductas decadentes”.

Lo más probable es que si hubiéramos fortalecido la educación humanística por encima de la técnica, la ciudadanía no retaría cada fin de semana las recomendaciones sanitarias de no romper la burbuja familiar. Y no es solo aquí, el fenómeno se ha dado en todas partes del mundo. Los desafíos de controlar a los grupos para que mantengan las recomendaciones sanitarias, así como las evidentes faltas en conectar a todos los estudiantes virtualmente para algún proceso educativo de valor, son retos que sus efectos quedarán por muchas décadas.

Si a estas alturas las mentes más brillantes que viven en este inicio del segundo milenio no han sobrepasado con creces a un ciudadano de Atenas del año 1000 a. C., con su “vista clarividente de cuestiones importantes”, el evidente retroceso filosófico de grandes sectores (Seguidores de Trump o algunos políticos del patio, por ejemplo), no ayuda mucho a alcanzar a ese individuo.

Un plan educativo adecuadamente balanceado, además de prepararlos técnicamente, estimularía entre los estudiantes discusiones filosóficas, provocaría su curiosidad creativa y los incitaría a explorar la apreciación más a tono con el razonamiento lógico que el esotérico que muchos persiguen.

El desafío es una educación científica y humanística para una mejor sociedad. Así, las mentes más brillantes de hoy, en el esfuerzo por salvarnos del virus, pudieran escribir nuevas y exitosas páginas para avanzar el tiempo de la humanidad, mientras aquí perdemos el tiempo desalentando teorías conspirativas, fiestas familiares y “parkings” que nos amenazan con disminuirnos.

Comunicador
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