• 23/12/2020 00:00

Delitos cotidianos

“La tendencia a la disminución de estos vergonzosos hechos durante el presente año, hace preguntarse si su ocurrencia es causada por el estado de pandemia. Hay que trazar estrategias […]”

Una dama recorre los pasillos de un almacén y sus movimientos nerviosos hacen que le pidan mostrar lo que guarda dentro del bolso. Allí encuentran piezas de ropa de venta en el local. Un joven camina en distinta tienda y esconde camisas en la extraña alforja cosida dentro de sus pantalones. Aparentes inspectores sanitarios entran a casas y con la excusa de examinar o desinfectar; igual quienes se disfrazan de técnicos en desastres para trasponer puertas.

El objetivo común de tales personajes es el hurto o robo, tan disimulados como aquellos que con violencia obstruyen el paso de vehículos o en gasolineras, amenazan a descuidados conductores para apropiarse de lo que pudiera ser útil para vender luego como si fueran agentes de comercio, en la calle o en populares comunidades. Son saldos que quedan de una atmósfera de crisis que se vive en la actualidad y de la que se revisten algunos avivatos.

Sí, ocurre, aunque parezca absurdo o remoto. Mientras que muchos tratan de cuidarse de caer con un contagio que ponga en peligro su vida; otras mentalidades, consideran que es buena coyuntura de atención al coronavirus para salir y buscar la forma de hacerse de ciertos objetos, prendas o lo que sea para beneficiarse y lograr algún recurso económico por esta vía ilegal, torcida y delictiva con la creencia de no recibir acción punitiva posterior.

Un informe del Ministerio de Seguridad en agosto de 2020 da cuenta que ese tipo de faltas ha descendido de manera significativa durante la presente vigencia; sin embargo, aún se mantiene su incidencia y, sobre todo, las de menor cuantía. Por esa razón, Numbeo, organización que se dedica a hacer informes sobre tasas de criminalidad, ha establecido que existe nivel -moderado- de preocupación de sufrir estos delitos en un 45.7 % en el país.

Dato significativo adicional, el VIII Informe de Seguridad de Panamá en una encuesta, pregunta sobre situaciones que atentan contra la seguridad y/o víctima en los últimos meses, establece que los individuos respondieron en un 51 % que habían sido objeto de hurtos sin violencia y en un 28 % de robo con fuerza; mientras que en un 13% fueron agredidos de alguna forma durante la comisión de estos actos de despojo.

Cuando se entra en la piel de aquellos que osan introducirse a un sitio con la finalidad de sustraer alguna baratija, menudencia con el propósito de sacar utilidades posteriores con ellas, hay que revisar lo que ocurre en la mente o en las circunstancias sociales que rodean a esta gente anónima. Están ante el riesgo de ser descubiertos y sometidos a la vergüenza del reclamo, la exposición pública y la casi segura detención por las autoridades de policía.

Así como el común de la ciudadanía sale en las mañanas a su jornada de labores; hay quienes lo hacen al abrir las tiendas de los chinitos, los centros comerciales, la Zona Libre y se mezclan entre la clientela para apropiarse de perfumes, lápices labiales, billeteras, pañuelos, ropa interior o elementos de vestimentas, que esconden en los más inimaginables rincones. Así se demuestra cuando son descubiertos y asombra el precio del material escogido.

En algunos casos, los dependientes o responsables del negocio apelan a unidades de vigilancia. Retienen al agresor y lo entregan. En otros, solo le llaman la atención y lo dejan ir. Consideran que es suficiente con desenmascararlo. Pero asombrosamente, el autor de las pillerías, sale tranquilo y se mete en otro lugar para repetir su habilidad de sustracción.

La tendencia a la disminución de estos vergonzosos hechos durante el presente año, hace preguntarse si su ocurrencia es causada por el estado de pandemia. Hay que trazar estrategias que conduzcan a superar esta clase de patología social. Sería un excelente avance.

Periodista
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