El índice de Confianza del Consumidor Panameño (ICCP) se situó en 70 puntos en junio pasado, con una caída de 22 unidades respecto a enero de este año,...
- 24/12/2020 00:00
Navidad con sentido común
Un diario local, en Pensilvania en los Estados Unidos, ha estado haciendo una encuesta entre sus lectores para conocer cómo celebrarán la Navidad. Teniendo como premisa la expansión de la enfermedad de COVID-19, presenta cuatro opciones. Los resultados son interesantes y marcan tendencias que podrían ser similares alrededor del mundo, tomando en cuenta que en todos los países no existen las mismas medidas de restricción de movilidad.
El 67 % celebrará solo con los miembros de su familia con los que comúnmente vive (los llamados, convivientes); el 10 % realizará algún tipo de encuentro con familiares o amigos utilizando alguna plataforma virtual (Zoom party); el 3 % planea alguna celebración al aire libre utilizando mascarilla con distanciamiento físico y el 20 % celebrará de la misma forma en que lo ha hecho en años anteriores.
Nuestra realidad nos impone algunas restricciones que impedirían dar algunas de las respuestas anteriores. Debido al incremento sustancial de contagios, de defunciones por la enfermedad y de las limitaciones, cada vez más críticas, de las instalaciones hospitalarias y del equipo humano para atenderlas, las autoridades dictaron limitaciones desde el 24 de diciembre hasta el 4 de enero.
Todo esto ha generado lo que parece una preocupación generalizada. Lo sorprendente es que ese desasosiego no se ha visto reflejado en la contención de los ciudadanos en sus salidas ni en lo que llamamos una “cuarentena voluntaria”. Al contrario, las largas filas que se observan en las tiendas y centros comerciales muestran una especie de desprevención o falta de cuidado propio ante el riesgo, cada vez mayor, de contagio y de dificultades para contrarrestar la enfermedad en caso de contraerla.
Esta contradicción puede explicarse de muchas formas. Una es que se trata de adquisiciones inevitables y que, muchos, al no contar con facilidades para utilizar las compras “online” o tarjeta de crédito, se ven obligados a acudir personalmente. No obstante, las filas y aglomeraciones se ven, exactamente iguales, en todos los comercios sin distinciones socioeconómicas.
Esto vendría a desmontar una de las quimeras de esta pandemia, que saldremos mejor como sociedad después de esta impactante experiencia personal y global.
El consumismo que se ha ido apoderando de las fiestas de fin de año, desde hace ya mucho, ha variado poco, a pesar de la pandemia y todas sus consecuencias.
Cuando menciono consecuencias, aquí no solo estoy pensando en la posibilidad de contagio y enfermedad, sino en la dura situación económica que enfrentamos y que, indudablemente, enfrentaremos en el 2021. Ni siquiera esa realidad, nos ha llevado a ceder ante la tendencia desenfrenada a comprar aquello que no siempre es necesario.
El sentido de la Navidad y de las fiestas de fin de año de querer dar u obsequiar algo, antes de llevarnos a comprar y gastar, bien podría ayudarnos a reflexionar sobre qué compartir y qué acciones tendrían un impacto provechoso en los que apreciamos.
Aunque parezca repetir lo consabido, en estos tiempos, una llamada, una expresión de cercanía tiene un valor especial; un gesto de estima (no física, lo cual reta nuestra creatividad); el no mostrarnos indiferentes ante las necesidades (no siempre pecuniarias) de otros; servir de inspiración en un momento difícil del que tenemos al lado. En fin, ser más propensos a mostrar empatía, porque en tiempos de pandemia en que todos tenemos el corazón encogido, eso significa mucho.
Camino a diez meses de este tsunami que no acaba y se alarga, corresponde meditar sobre esa sociedad mejor que todos anhelamos y que pensamos, al inicio, que cuando llegara a su fin la pandemia nos dejaría. No nos la está dejando. ¿Cuántas son las prácticas que no hemos cambiado o que estamos esperando todo regrese a la “normalidad” para retomar?
Tal vez es tan sencillo como aplicar el sentido común o, tan complejo, como aplicarlo. La motivación de generar transformaciones de fondo, en lo familiar, en la sociedad y, hasta, como país, debe ser que esa construcción nos da un proyecto común y, con él, una esperanza renovada en el país del cual somos parte.