• 31/12/2020 00:00

Drogas a la carta: oferta de estupefacientes en tiempo de pandemia

Luego de tres meses de un severo encierro, en los cuales solo teníamos dos salidas, de un par de horas a la semana; dirigidas a comprar víveres y medicinas; a finales de junio de 2020, se nos autorizó a salir con alguna flexibilidad; y personalmente, yo salía a realizar actividades profesionales por haberse activado los términos judiciales.

Luego de tres meses de un severo encierro, en los cuales solo teníamos dos salidas, de un par de horas a la semana; dirigidas a comprar víveres y medicinas; a finales de junio de 2020, se nos autorizó a salir con alguna flexibilidad; y personalmente, yo salía a realizar actividades profesionales por haberse activado los términos judiciales. Estaba en frente de una ciudad desolada y que se veía como deshabitada. Todos los restaurantes, centros comerciales, hoteles y escuelas, sin el más mínimo movimiento. Se empezaban a notar las secuelas económicas y emocionales en la población, traídas por la COVID-19. Encontrar un lugar en donde tomar un café, resultaba una odisea. En esos días retomando mis labores en el ejercicio del derecho, como mencioné, un amigo pidió verme. Atendí a su llamado y nos citamos en uno de aquellos pequeños supermercados, en los que comprabas tu café para degustarlo bajo los fuertes rayos del sol, en la calle. Tomé un sorbo y empecé a escucharlo; me relató que su hijo había ingresado a un hospital; y estaba recuperándose de una sobredosis de varias drogas y que conociendo mis antecedentes como fiscal, me pedía que le conversara y lo aconsejara. Le indiqué que, siendo la dependencia a las drogas lícitas e ilícitas una enfermedad, de seguro necesitaba algo más que eso. Al final, me convenció de ir a un hospital en tiempo de pandemia, al ver su desesperación por su hijo, inmerso en tan peligroso camino. Le comenté que ya, desde hace varios años (abril de 2013), conocía una realidad que se daba en los hospitales; donde llegaban ambulancias con jóvenes de todos los estratos sociales, hechos añicos por el consumo de diferentes sustancias. Que personalmente me había tocado ver cuando un muchacho llegó a urgencias, donde yo estaba con un familiar, y lo vi falleciendo minutos después.

Luego de aquella conversación con mi amigo, esperé un par de días y visité en el hospital a su hijo de 21 años de edad, al que conocía; y por ello me fue más fácil entablar una conversación.

Me narró que, desde sus años en el colegio, había iniciado el consumo de marihuana y que los “dealers” eran sus propios compañeros de salón. Con el paso del tiempo, los efectos de la “cannabis sativa” no eran suficientes, por lo que incursionó en múltiples drogas duras. El paso de los años, le permitió conocer que las drogas ilícitas estaban en todos lados, pero con más prevalencia en los centros nocturnos de diversión (de los que se había vuelto asiduo), en donde conoció a nuevos “dealers”. Pensó que era invencible, cada vez el cuerpo le pedía mayores dosis y nuevos productos; todos estaban disponibles en la oferta del mercado.

La subcultura del narcotráfico al detal, era cerrada, pues era un grupo difícil de entrar y lograr ser de confianza, siendo en extremo complicado que las autoridades pudieran llegar a los vendedores, financistas y controladores. El control de territorio, las rutas y métodos de distribución, parecía garantizado. Entre los eslabones de la cadena, existía enorme “camaradería”.

Nadie sospechó jamás que la COVID-19 y la larga pandemia aparecerían para cambiarlo todo; las personas estaban encerradas. Se preguntó: ¿qué sucedería con las necesidades de nosotros los consumidores? Esto no es tan fácil como salir al supermercado a comprar sus víveres. Desde hace aproximadamente dos años, su cuerpo también era presa de “los vaporizadores”, se convirtió en un “vapeador”, consumía potentes “dosis” de “aceite de cannabis”, resina; cuyos principales componentes eran CBD, THC, THC- A y THC -B, con fuertes propiedades psicoactivas; estos dispositivos le permitían sentir el efecto en el cerebro de inmediato y con una potencia nunca antes vista, además eran discretos, económicos y fáciles de usar; pero muchos casos de muertes asociadas a su uso, los hacían ver peligrosos. Inicialmente y para dejar el cigarrillo, se les promovió como mecanismos viables. Pues, eran dispositivos para ingerir “nicotina”.

La práctica demostró el grave y rápido daño pulmonar que causan y que son usados también para sustancias ilícitas. Ello me hizo pensar: “¿será que estamos siendo una población de fumadores pasivos (los que estamos alrededor) e inconscientes de drogas ilícitas disfrazadas con todo tipo de esencias y olores agradables?”.

En fin, me señaló que temía que en pandemia la recarga, a través de “pots” o “cartuchos desechables”, que además de costosa (entre B/. 80.00 y B/. 100.00) por repuesto, se volvería muy escasa. Rápidamente confesó que ese temor desapareció, pues, en la pandemia, la venta al menudeo de drogas se había convertido en una modalidad “a la carta”, igual que los “delivery” de comida; al principio de semana recibía su “carta o menú” por WhatsApp y hacía el pedido a su “dealer”, a través del mismo mecanismo; realizando el pago por Yappy o a través de transferencia y en horas, una moto le traía el pedido a casa. Hay demanda del producto, existiendo diversos precios y variedad.

Me indicó que, hacía unos días, varios “dealers” habían sido capturados, con fuertes cantidades de “pots”, y que sentía temor, porque uno de sus proveedores estaba en el grupo; eso era peligroso, porque en los celulares de estos muchachos, todos con apariencia de niños de bien, había contactos de un número plural de personas adictas.

Al final me comentó que se sentía mejor, que había sido muy beneficioso para él conversar el tema.

Actualmente, nuestra sociedad desconoce cuántos seres humanos, semanalmente, enferman gravemente o pierden su vida por las garras de la droga. La pandemia no ha detenido la distribución a las mafias locales de distribución de estupefacientes; simplemente han diversificado y sofisticado sus métodos. Estamos ante una nueva realidad: “venta al menudeo de drogas en entornos dinámicos”.

(*) Ex fiscal nacional en Delitos Relacionados con Drogas, exmagistrado de la Sala Segunda de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia, orador de la Herencia Hispana en EUA (2006). Exprofesor de la USMA y de la Universidad Latina de Panamá.

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