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- 03/01/2020 00:00
El secreto del desarrollo económico
La cuestión de qué hace que las economías crezcan es teóricamente interesante y prácticamente importante. Si pudiéramos descubrir los secretos del crecimiento económico, lo que hace que el ingreso por persona aumente con el tiempo, podríamos lograr que el crecimiento ocurra siempre, eliminando la pobreza y creando un mundo de abundancia total.
Hasta hace unos trescientos años, los períodos de crecimiento económico no habían cambiado los niveles de ingresos a largo plazo: el nivel de vida de un trabajador agrícola europeo en el siglo XVI era casi igual que en la época romana. En su “Ensayo sobre población” (1798), Malthus explicó que siempre que crecía el suministro de alimentos, la población crecía, pero a un ritmo más rápido.
Esto se mantuvo así hasta finales del siglo XVII, cuando la emigración hacia las Américas, el inicio de la Revolución Industrial y la caída de las tasas de natalidad hicieron que, por primera vez en la historia, la riqueza creciera más rápido que la población.
Adam Smith fue el inventor de la teoría del crecimiento y en “La riqueza de las naciones” (1776), hizo la siguiente pregunta: ¿Qué leyes, instituciones y políticas públicas necesita una sociedad para experimentar el crecimiento económico? Smith no tenía ninguna duda de que para llevar a un Estado al más alto grado de desarrollo se requería paz, impuestos fáciles y una administración de justicia transparente. Más de cincuenta años después, John Stuart Mill enumeró tres requisitos adicionales: buenas leyes de gobierno y propiedad, educación y hospitalidad al capital extranjero.
Detrás de las afirmaciones de estos economistas, no obstante, queda una gran pregunta sin respuesta: ¿por qué la civilización occidental ha tenido mucho más éxito que cualquier otra en eliminar los obstáculos al crecimiento económico? La mano invisible y el amor por las ganancias no explican todos los patrones de crecimiento que se han observado. Por un lado, los sociólogos argumentan que, para que ocurra el crecimiento, tiene que ocurrir un cambio previo de los valores culturales. Es decir, los obstáculos para el crecimiento no son estructurales, sino prejuicios culturales que impiden la generación de riqueza. Y por otro, los filósofos piensan que el surgimiento del protestantismo en Europa fue la chispa que encendió el capitalismo y explica el éxito económico en los países protestantes. Incluso, los intentos de principios del siglo XX de forzar el crecimiento económico en el mundo no protestante por medio de estrategias centralizadas produjeron aberraciones monstruosas, como en la Rusia soviética y la China comunista. Y años más tarde, la ineficiencia y la corrupción vieron descarrilados los esfuerzos en India y América Latina.
Pero hay excepciones. El milagro japonés en los años 60 proporciona material para una historia de un desarrollo basado en el crecimiento de las exportaciones dentro de una economía mundial en proceso de liberalización. Y luego en los años 70 y 80, las economías de Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong fueron escenario de otro milagro. Como lo señala Robert Lucas, premio Nobel de Economía, “desde 1960 toda la raza humana se ha estado enriqueciendo a un ritmo sin precedentes en la historia, reiterando la idea de los economistas clásicos de que, si prevalecían los estándares de buen gobierno y buenas leyes, el amor por las ganancias haría el resto”.
Cuando las economías llegan a un nivel de desarrollo, las personas se vuelven más eficientes para satisfacer sus necesidades, pero no significa que trabajan menos ni que disfrutan más de la vida. Es cierto, los deseos humanos son insaciables y constantemente se nos insta a trabajar más y ahorrar más para satisfacer los deseos que continuamente generan el “marketing” y la publicidad. Pero la evidencia sugiere que el aumento de los ingresos reales no hace más felices a las personas.
Esto plantea nuevamente la cuestión de qué tipo de políticas públicas se necesitan para que los países salgan de la pobreza. Algunos insisten en que se requiere la intervención de los Gobiernos, aunque en principio esta no es un requisito obligatorio de la teoría del crecimiento. Donde sí hay consenso es en que haya políticas gubernamentales claras sobre impuestos, propiedad intelectual, orden público, educación, salud, transporte, servicios públicos, regulación del comercio internacional y fiscalización de mercados financieros.
Es decir, los Gobiernos tienen un gran potencial para facilitar o para entorpecer el crecimiento a largo plazo. El problema es que, en la mayoría de las veces, los Gobiernos carecen de la capacidad para implementar políticas adecuadas. Y en vez de ayudar, terminan empeorando. De allí que los países que mejor lo han hecho son precisamente los que han sido transparentes en el manejo de la cosa pública. Sin transparencia, no hay religión ni leyes que puedan sacarnos de la pobreza.