• 18/04/2021 00:00

En busca de un nuevo modelo económico

“La propuesta de Chapman rompe el molde teórico que usualmente utilizan los economistas y plantea una estrategia que contiene planes concretos de acción”

Existe una sensación creciente, entre quienes tenemos la responsabilidad de invertir capital y administrar empresas, de que la economía ha comenzado a parecerse a una ciencia diseñada para resolver problemas que ya no existen.

Vivimos en un mundo económico muy diferente al que teníamos antes del colapso de 2008 y ciertamente al que tendremos una vez superemos la pandemia de la COVID-19. La caída del desempleo ya no aumentará los salarios, imprimir dinero no causará inflación, pedir préstamos no afectará la capacidad de endeudamiento y, por lo tanto, el modelo económico, el discurso político y la administración gubernamental deben cambiar.

Hasta la fecha, la economía continúa siendo enseñada no como una serie de argumentos ni como cualquier otra ciencia social a través de la proyección de un cúmulo de perspectivas teóricas, sino como la física o la química que se enseñan por medio de la realización gradual de verdades matemáticas universales y símbolos impecables. Como resultado, los economistas continúan siendo idolatrados por sus niveles académicos elevadísimos y por tener influencia directa con presidentes y gerentes, a pesar de que rara vez han pronosticado un evento económico del mundo real. Además, las suposiciones en las que se basan, aunque desde hace mucho tiempo han sido refutadas y cuestionadas, se han enraizados en el resto de las profesiones y tienen un profundo impacto en la comprensión del mundo.

Por razones que aún no entendemos, muchos de estos economistas prefieren pasar el tiempo en aulas de clases, ajenos a entender temas del diario vivir como flujos de caja, políticas de créditos o factores de producción. No nos sorprendería, si al preguntarle a uno qué sucede cuando alguien solicita un préstamo, que nos responda tal vez que los bancos transfieran los fondos existentes de sus reservas a una cuenta sobre la base de un efecto multiplicador o incluso que piense que los banqueros simplemente agitan una varita mágica y hacen aparecer el dinero.

No hay nada de malo en crear modelos simplificados, pero lo mismo podríamos decir de cualquier ciencia que trata asuntos del ser humano. Lo crucial es que la ciencia no puede ser empírica ni tampoco crear modelos y luego ajustarlos a lo que la gente realmente hace. Y esto es precisamente lo que los economistas en su gran mayoría han hecho: descubrir modelos y luego encajonarlos en fórmulas matemáticas para que sus premisas nunca pudieran ser refutadas. Y todos sabemos que las ecuaciones matemáticas han permitido a los economistas afirmar y predecir algunos comportamientos del mercado, pero también se ha demostrado que esos modelos no siempre tienen la razón.

La economía, tal como existe, se asemeja cada vez más a una caja de herramientas con medidas hechas para el sistema inglés, y que ahora que el mundo funciona con el sistema métrico hay que reemplazarla. Esto no quiere decir que los economistas no tengan buenas ideas, pero fundamentalmente están educados para resolver los problemas del siglo pasado. Los tiempos actuales exigen una ciencia diferente, una ciencia económica nueva que recurra al conocimiento acumulado del comportamiento humano, de la psicología e incluso de las ciencias políticas para elaborar teorías basadas en cómo se comportan en realidad las personas actualmente.

Por eso, y sobre todas las cosas, consideramos muy oportuna la propuesta presentada por el economista Guillermo O. Chapman, hijo, publicada en varios medios de comunicación y que tiene el propósito de servir de referencia para cambiar el modelo económico actual del país. La propuesta de Chapman rompe el molde teórico que usualmente utilizan los economistas y plantea una estrategia que contiene planes concretos de acción. Intelectualmente esto no fue fácil para Chapman y políticamente será aún más difícil para el Gobierno y la empresa privada cuando intenten adaptarlo y ponerlo en práctica. Pero romper el modelo económico ya no es una opción; hay que cambiarlo porque sí. Continuar como estamos sería como pedirles a los físicos que trabajen únicamente con las leyes de dinámica de Newton, cuando el mundo se rige además por las leyes de termodinámica y electromagnetismo. Sin duda, esto es un “shock” para todos en el país, especialmente para los funcionarios y empresarios que han tenido el control casi absoluto sobre el manejo de miles de millones de dólares que entraron al sistema durante la pandemia y hoy representan una parte importante de la deuda pública. Esperamos que la propuesta de Chapman reciba la importancia que merece y sirva para impulsar cuanto antes el cambio del modelo obsoleto que tenemos. Además, es oportuno que el resto de los economistas tomen nota de la propuesta y la acojan con mente fría. El país está a punto de naufragar y todos estamos obligados a hacer nuestra parte.

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