• 08/07/2021 00:00

Mientras el arbusto muere

“Al arrancar una de estas plantas oportunistas, halando tira tras tira, se obtiene una gran enredadera. Si se fija, ocurre lo mismo con los escándalos de corrupción”

Hace un par de días atrás, realizando mi rutina de ejercicios, pasé corriendo al lado de un arbusto marchito. Lo noté un poco verde, con pequeñas “frutillas” redondas colgándole. “Milagro de Dios”, pensé, “la naturaleza es grande, lo marchito retoña”. “Demasiado bueno para ser cierto”, pensé. Me acerqué más. La mayor parte del arbusto estaba como siempre, seco y retorcido, marchito, al fin y al cabo. Lo verde, era una enredadera (mala hierba) creciéndole encima. Las bolitas eran suyas, no del arbusto. ¿Por qué no pude verlo antes, habiendo pasado tantas veces por allí, e inclusive antes de que marchitara? Quizás porque fue un proceso gradual y demorado, casi imperceptible. O yo pasaba muy rápido, lejos y distraído. De cualquier forma, es imposible que no lo haya notado antes. Lo más probable es que sí, pero preferí ignorarlo todo ese tiempo (no era mi prioridad). Algo muy similar nos pasa a todos con la corrupción y los corruptos, hasta que la realidad se nos vuelve evidente.

La magia de los corruptos se basa en trabajar ocultos, mantenernos acelerados, lejos y distraídos. Así llevan a cabo sus “prestidigitaciones” en las que desaparecen dinero, bienes y servicios del erario, para luego aparecerlos en sus bolsillos, casas, cuentas bancarias, etc. Definitivamente, suelen trabajar (los más hábiles) lenta y silenciosamente; como aquella enredadera, creciendo sobre la planta moribunda (la cosa pública). Para ello deben mantenernos preocupados y distraídos. Por eso, y por su incapacidad obviamente, no terminan de resolver al menos un solo problema social en cada administración. Al contrario, los agravan. Muchos de esos “parapetos” que mal llaman soluciones, nos mantienen preocupados y distraídos mientras ellos realizan sus jugadas de enriquecimiento ilícito. Así pues, usted los verá pasar dando discursos, ahogándose en papeles y estadísticas, haciendo espectáculos que nada resuelven. Por otro lado, nos mantienen divididos, sembrando el individualismo, disfrazándolo de falsas “luchas sociales”. Obviamente, también utilizan nuestra disociación social. Aprovechándose de que muchos panameños no logran concebirse colectivamente antes de que algo (la mayoría de las veces malo) los afecte. Me refiero a esos panameños socialmente alienados, a quienes no les importa la cosa pública. Tiran basura y orinan por las calles, no cuidan el bien común ni les importa que les roben sus impuestos. Se sienten AJENOS a la realidad social. Ahora bien, para que haya disociación colectiva, también tiene que haber distractores (reforzadores de la corrupción). Aquellos que confunden, de intención o por mera ignorancia, calidad de vida con comodidad. Pregonando sentencias trilladas de “vive y deja vivir”, “no te traumes”, “sé positivo”, etc. Por eso usted verá que cada administración repite el mismo discurso: “Todo es normal y está bien”, “Panamá, es el país de las maravillas”. Claro está, entendiendo por “malo” o “malos”, cualquier cosa, situación o persona que los adverse, cuestione o evidencie.

Al arrancar una de estas plantas oportunistas, halando tira tras tira, se obtiene una gran enredadera. Si se fija, ocurre lo mismo con los escándalos de corrupción. Uno tras otro va saliendo cada semana; cada uno tapando al otro. Administración tras administración, siempre suenan los mismos nombres, o, los mismos roles con diferentes caras. Todos clonados y hermanados en la gran enredadera de la corrupción. Por eso muchas personas dicen que “no ven tanto progreso”. Pues obvio, finalmente, y muy lejos de todo teatro, el mayor progreso se lo quedan ellos.

Ingeniero en sistemas.
Lo Nuevo