• 02/08/2021 00:00

Las sonrisas del engaño

“Seguirán demoliendo la historia con las mismas sonrisas de siempre, sin vergüenza y algún día dejaremos de ser quienes somos”

En este tiempo que vivimos, hay grupos e individuos haciendo lo que les venga en gana con las cosas de todos, sencillamente porque no hay ley ni orden y mucho menos, certeza del castigo. El modelo de gestión del servidor público, nombrado o elegido es insostenible ante estos hechos.

Lo que ocurrió en la ciudad de Colón hace unos días, no tiene sentido desde donde te paras a analizarlo. Ocurrió, porque se sabía que no habría consecuencias para los que decidieron ejecutar la acción de demoler la histórica Casa Maal, en el Barrio Norte de esa ciudad. Allí estuvo detenido Pedro Prestán, a mediados de agosto de 1885, antes de ser ahorcado. Es un delito contra la historia, lo que ocurrió, no tiene sentido ni justificación alguna. Pero me pregunto: ¿Cuánta gente conocía el valor de ese edificio? ¿En qué plan, de qué autoridades, aparecía ese edificio como un lugar importante y necesario para su preservación? ¿Cuántos colonenses de a pie conocían su historia? ¿A cuántos grupos escolares, en tiempos normales, se les llevaba allí en excursiones con sus maestros para relatarles lo histórico del lugar?

Si no fuera por el grito de dolor de unos cuantos ilustres conocedores del valor del inmueble en mención, no sabríamos de su importancia histórica. Ese grito se dio una vez el polvo de la demolición flotaba en el aire, después de que las retroexcavadoras hicieran su trabajo. La sonrisa de los tipos que manejan esos aparatos demoledores fue compartida por el diputado y el alcalde del lugar frente a las cámaras de televisión, con argumentos y explicaciones que poco tienen que ver con el cuidado y rescate de la memoria histórica.

La Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA) ha sido una de las pocas organizaciones que se han manifestado claramente, señalando que: “De manera insistente y oportuna hemos advertido del cuidado y atención que requieren esos sitios y edificaciones que forman parte de nuestra identidad como panameños, y de la imperiosa necesidad de lograr un balance entre la renovación urbana y el respeto y preservación de nuestra historia”. Esta nota se dio como rechazo de la SPIA al “… Anteproyecto de Ley 042 del Trámite legislativo 2021-2022, que intenta modificar la Ley 47, para desafectar 5 edificios y 4 conjuntos de edificaciones, indicados como monumentos históricos a nivel nacional, por no tener justificaciones científicas ni históricas”, tal como reportó La Estrella de Panamá la semana pasada.

Pero no nos tratemos de engañar. El tema de la cultura, en este caso, la protección de sitios y elementos de nuestra historia, nunca ha sido asunto de prioridad en la planificación de las responsabilidades del Estado. Los ejemplos en las últimas dos décadas sobran.

Hay un “resort” en isla Viveros, en el archipiélago de las Perlas. Cuando se construía este “resort” (circa 2006-2007), “… expertos arqueólogos señalaban que isla Viveros forma parte del área arqueológica conocida como Gran Darién, y que es una de las regiones menos estudiadas del país. El arqueólogo sueco Sigvald Linné detalla en un estudio de 1929 que en el lugar se encontraron cerámicas que sugieren una conexión cultural con la región de Coclé. No hubo posibilidades de hacer los estudios como requerían los arqueólogos…”. Entraron los tractores y las retroexcavadoras a hacer su trabajo con las mismas sonrisas demoledoras. Aplanaron grandes extensiones de terreno, áreas que por siglos habían estado alejadas y resguardadas de la intervención destructiva del hombre.

Hay muchos otros ejemplos: la antigua edificación que albergó la Embajada de los Estados Unidos en la avenida Balboa y volviendo a Colón, en el 2014, Juan Carlos Varela, se juramentó como presidente en esa ciudad en un escenario montado en la Casa Wilcox. Allí prometió muchas cosas, entre esas, la restauración de la famosa casa. Hoy, siete años desde ese momento, no hay que decir más. En la falta de hechos concretos se mide la importancia.

No hay remedio. Los políticos, más los tecnócratas metidos a políticos, siempre hablarán sobre cultura y educación porque sencillamente tienen que hacerlo en sus discursos de campaña y sus intervenciones ante ciertos públicos. Y los más embusteros prometen y prometen que atenderán esos temas. Pero en la práctica no les interesa, hay suficientes ejemplos. Seguirán demoliendo la historia con las mismas sonrisas de siempre, sin vergüenza y algún día dejaremos de ser quienes somos.

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