- 06/09/2021 00:00
Los límites de la paciencia
Decía Omar Torrijos, palabras más, palabras menos, que “la paciencia del pueblo panameño tiene su límite”, en referencia a la situación de la presencia de los Estados Unidos en la Zona del Canal. Hoy, se hacen comparaciones con respecto al tema de los contratos con los puertos y las mineras. Yo creo que hay un asunto mucho más peligroso que puede afectar la salud social en cualquier momento: el abuso de los corruptos y la redefinición de los límites de esa paciencia.
Hay límites, la cosa es que aquí no sabemos cuándo llegaremos a ellos. Algunos políticos electos y los que esperan su turno -diputados, personeros del Gobierno, empresarios que se benefician del Estado, etc.- han perdido el miedo, la timidez, el respeto y la decencia. Sí, la decencia. (RAE: Decente: Honesto, justo, debido (…) que obra dignamente.), y no defino los otros calificativos solo por guardar espacio.
Los actores del sistema político están “desatados” (como decimos folclóricamente aquí en Panamá), están bailando con gozo definiendo las reglas del juego sin que parezca que haya oposición seria y fuerte de parte de los que no estamos de acuerdo. Se burlan, obran alrededor y enroscado con cuestionable, lo ilegal y peligroso, desafiando el temperamento del resto del país.
En las últimas semanas, se han dado señalamientos muy concretos sobre la posible presencia del narcotráfico (personeros y dinero) en las estructuras de los partidos políticos y entidades del Gobierno. Se ha cuestionado las modificaciones a las reformas al Código Electoral referente a las donaciones o aportes a partidos o políticos o a candidatos; el aumento del tope de donaciones privadas, etc. Estos dan lugar a cuestionar: 1- las intenciones de los que promueven estos cambios y, 2- hasta qué tan lejos abusarán de su cuota de poder y empujarán los límites, antes de que algo los detenga.
La falta de oposición real y determinante es tan evidente, que los diputados nacionales (por ejemplo) que juegan -o se prestan- para rediseñar las leyes y los reglamentos a su favor (no en favor de las mayorías), los han sumido en una nebulosa de poder y desvergüenza que ellos mismo ya no reconocen. En el último año, más concreto y tenaz cada día que pasa, han borrado esos límites a su favor y a favor de los que los patrocinan.
No están tanteando los límites ni probando hasta dónde dan. Sencillamente no los reconocen o para ellos ya no existen. En inglés le dicen “pushing the envelope” (“empujar el sobre”, significa superar los límites normales o intentar algo visto como radical o arriesgado. Proviene del uso aeronáutico de la envolvente que se refiere a los límites de rendimiento que no se pueden superar de forma segura), en corto: “probar las demarcaciones de una situación”.
A esto hemos llegado, no es a cerrar filas contra un adversario externo que se quiera aprovechar del Estado y de los bienes que nos pertenecen a todos. Cuando no respetamos la cuota de poder para el ejercicio de una función en particular y, cuando no entendemos que es temporal, puede suceder -como generalmente sucede- que abusamos de su manejo y como señala el famoso dicho, corrompe absolutamente, particularmente cuando es absoluto. Casi siempre se puede emplear para hacer el bien, pero por algún raro impulso que tiene que ver con las más bajas motivaciones humanas, la gran mayoría obra en detrimento del bienestar de aquellos que sus influencias afectan directa e indirectamente.
Ya antes lo había señalado, la historia está llena de capítulos de poder y liderazgo que, después de pasar el escrutinio histórico, escasamente enaltecen el legado del personaje. El reconocimiento supremo y relativamente objetivo es el que otorga la valoración histórica, muchos años después de una gestión. Mientras tanto y, durante su presencia pública, les conviene entender que lo importante es servir, servir al pueblo con dignidad y respeto; en especial los elegidos por sufragio. Hacerlo con humildad y decencia, con pasión y con el único propósito de mejorar la condición humana de toda la sociedad.
La paciencia tiene sus límites. Tengan cuidado, los pueblos no son bobos. Sus actos y sus declaraciones de “trabajar en nombre de los pueblos” no les servirán para siempre. Deberían tener respeto por sus electores, que mucha falta hace. Su paciencia no es eterna.