• 19/09/2021 00:00

Marcha, manifestación, vigilia y desahogo

“[…] lo fundamental aquí es sumar a todos los actores, por muy pequeños que sean, porque cada uno tiene su verdad y eso es lo esencial”

La pregunta es qué viene ahora. Los antecedentes de la marcha del pasado martes 14 de septiembre son evidentes: una reforma electoral secuestrada por un grupo de diputados dentro de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Nacional, los que, precisamente el día siguiente de la manifestación, esgrimieron una estrategia descalificadora para minimizar la importancia de la vigilia, con el argumento de quién la había convocado. Lo cierto es que a la gente no le importó quién convocó y participó.

Estuvieron presente todos los sectores, aunque se destacó la concurrencia del sector económico, más como observadores que como protagonistas. Los líderes de los partidos políticos estuvieron mutis, al igual que los gremios que se limitaron a ser neutrales. Se escuchó el “Habla Pueblo, Habla”, aunque fue un tema más de forma que de fondo.

En definitiva, asistieron más o menos tres mil personas. Habló un grupo de mujeres y una chorreteada de hombres. Pero al final faltó un buen discurso. La idea era orientar, no desahogarse con el micrófono. Se necesita con urgencia preparar nuevos cuadros y crear nuevo liderazgo. Y por supuesto pulir el mensaje. Faltó proyección escénica, oratoria y contenido. Extrañamos los discursos de Carlos Iván Zúñiga y Alberto Quirós Guardia durante los años 80. Para la próxima hay que procurar la participación de más jóvenes, todavía muy cómodos dentro de su zona de seguridad en las redes sociales.

Como dice el dicho, quedamos como arrieras sin pestañas. El mensaje no caló, no entusiasmó y no explicó hacia dónde vamos. Estuvimos flojos en la parte logística, no hubo estructura ni jerarquía. Y faltó un buen reguetón que animara y pegara a la ocasión. Faltó un elemento profundo del “marketing” que la gente recordara.

Pero el problema fundamental de la marcha fue que apuntó a un asunto aparente como es el cambio en la Asamblea de las reformas electorales, y olvidó el meollo del asunto como es el narcotráfico. No nos hagamos bola, el país está penetrado por el narcotráfico y los que no están, ya lo toleran por acción y por omisión.

Y aquí es donde la sociedad civil, los gremios, los sindicatos y los clubes cívicos, entre otros, tienen que dar el ejemplo. Hay que poner mano dura y subir el discurso a uno más fuerte y menos tolerante. Uno que incluya la práctica de los valores éticos, cívicos y morales en todos los aspectos de la vida pública y privada. En Panamá todavía se lava dinero a manos llenas y los tentáculos del narcotráfico están cada vez más metidos en los sectores de la economía y en las instituciones públicas. Los funcionarios del DEA, FBI y DOJ llegaron aquí para quedarse y tienen sus oficinas en Amador. Si no hacemos algo heroico, Panamá se convertirá en un narcopaís o, peor aún, en un Estado fallido.

El problema es muy serio y no parece haber límites. La Policía Nacional está penetrada, el Ministerio Público está infectado, los magistrados están salpicados y los puertos son una coladera. Los medios no solo contribuyen con la narcocultura cuando transmiten las narconovelas, sino que reciben información privilegiada y luego la publican para colaborar con bandas y pandillas. Las iglesias están también embarradas y no pueden negar que algunos de sus curas y pastores reciben dinero del narcotráfico. Es decir, todo está tomado y nada nos salva de este flagelo.

Entonces, qué hacer. Lo primero es salir de nuestras oficinas refrigeradas y tomar nota del problema junto con todos los grupos del país. Todos, sin excluir a ninguno. Ya la agenda del país no puede quedar circunscrita únicamente a mejorar el grado de inversión; hay que ampliarla con más temas sociales como desempleo, “emprendedurismo”, oportunidades y equidad. Los gremios, sindicatos, clubes cívicos y demás instancias de la sociedad están obligados a escuchar al pueblo, hacer más audiencias y reuniones para medir la percepción y tomar la temperatura del país. Y escuchar sin filtros, al punto de estar decididos a escuchar voces como la de Mujica del Uruguay, Ospina de Colombia o Menchuca de Guatemala, para que nos digan y escuchemos la verdad.

Es mejor vernos en el espejo de Chile y Colombia, donde las manifestaciones fueron muy agitadas, que vivir el dicho “estos polvos traen esos lodos.” Por tanto, debemos anticiparnos y comenzar a ver el mapa completo, el País profundo del que hablaban Carlos Iván Zúñiga y Chinchorro Carles. Porque de lo contrario, el problema va a explotar duro y ante nuestros propios ojos.

El mensaje de la marcha del martes pasado es que tenemos que comenzar a escuchar a todo el espectro de opiniones. Tomemos el ejemplo de una joven, vestida de pijamas que asistió para rechazar la minería y llevó su propio cártel. De ella nadie ha hablado, pero en el fondo la minería es otro tema del que hay que hablar. Porque lo fundamental aquí es sumar a todos los actores, por muy pequeños que sean, porque cada uno tiene su verdad y eso es lo esencial.

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