• 26/11/2021 00:00

Otra vez las dictaduras latinoamericanas

“A ningún totalitarismo se le puede permitir violar impunemente […] legítimas aspiraciones en nombre de un ideal que, lejos de serlo, ha resultado un enorme fiasco”

Como es sabido, mis temas centrales suelen ser la escritura, los libros, la complejidad de los procesos creativos. Pero cada tanto tiempo me entra el gusanillo de la crítica política cuando se dan flagrantes injusticias sociales, represión, prácticas corruptas, desafíos desvergonzados a la sociedad civil, ya sea aquí o en determinados países del Continente. Es el caso durante años en las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, so pretexto de establecer el llamado socialismo del Siglo XXI desafiando los evidentes excesos del capitalismo salvaje y al imperialismo yanqui que siempre mete su cuchara -cuando no a su ejército- para someter a los demás. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Lo cierto es que por desgracia siempre ha habido dictaduras de derecha (Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Videla, Stroessner, Trujillo, Batista, los Somoza; y por supuesto también de izquierda: Stalin, en la Unión Soviética; Mao Zedong, en China; Pol Pot, en Camboya; Kim II Sung y su nieto Kim Jong Un, en Corea del Norte; Josip Broz Tito, en Yugoslavia; Nicolae Ceausescu, en Rumanía; Mohamed Kadafi, en Libia, Sadam Hussein, en Irak ... Todas sangrientas, inhumanas.

También hay dictaduras desfachatadas que carecen de ideología, aunque a ratos finjan lo contrario; entre estas la del nefasto militar panameño Manuel Antonio Noriega, quien además de coquetear con los cubanos, trabajaba con los carteles colombianos de la droga, con la Contra nicaragüense y para colmo era agente de la CIA. Es decir, un cínico sin honor ni patria. Este tipo de jerarcas busca, no cambios sociales, sino beneficio propio y hegemonía absolutista. La gran farsa electoral reciente de Daniel Ortega en la Nicaragua por la que lucharon y murieron tantos patriotas sandinistas es prueba al canto de que no hay tal ideología socialista sino desvergonzada ambición personal.

En la Unión Soviética, cuna del comunismo mundial, cientos de intelectuales fueron perseguidos, encarcelados o asesinados en diversos momentos, entre ellos: Vladimir Bukouski, Mijaíl Bulganov, Isaac Babel, Anna Akhmátova, Joseph Brodsky, Boris Pasternak y el gran novelista Alexander Solzhenitsyn (Premios Nobel  estos tres, aunque a los dos últimos se les prohibió recibirlo), así como el famoso poeta Yevgueni Yevtushenko.

Igual ocurrió desde el principio con la prometedora revolución cubana (1959) primera y más larga en América Latina; la Venezuela depauperada por Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y la cada vez más represiva Nicaragua de Daniel Ortega y su excéntrica mujer. En estas tres dictaduras criollas: ajusticiamientos express; tortura; cero procesos judiciales valederos; cero elecciones libres; cero posibilidad de auscultación y crítica por la sociedad civil y los medios noticiosos (clausurados la mayoría); cero participación en elecciones libres, así como abarrotadas de disidentes sus cárceles; cero libertad para que el pueblo se manifieste en las calles…

No entiendo cómo es posible que todavía haya quienes nieguen esta deprimente realidad o la defiendan en nombre de una ideología que saben fracasada. Aunque menos expresivos y visibles que antes, todavía en nuestro país hay camaradas, entre intelectuales y líderes obreros, que fingen demencia.

Cabe recordar que grandes escritores que en su juventud fueron comunistas, terminaron renegando de dicha ideología que en lugar de tratar de redimir la condición humana al adueñarse del poder la ahoga. Menciono algunos: Ernesto Sábato (argentino), Mario Vargas Llosa (peruano), Octavio Paz y Carlos Fuentes (mexicanos), André Gide y Albert Camus (franceses); George Orwell y Graham Greene (ingleses), Richard Wright y John Steinbeck (norteamericanos), Milán Kundera (checo). ¿Todos ellos agentes de la CIA? Recomiendo la lectura del libro colectivo de ensayos: “El Dios que fracasó” (1949), de Arthur Kostler, André Gide, Ignazio Silone, Richard Wright, Stephen Spender y Louis Fischer, todos prominentes pensadores; una de las primeras publicaciones que se atrevieron a cuestionar el dogma del que sus autores fueron parte.

Entre los numerosos escritores e intelectuales que participaron en la revolución cubana y que al disentir ante la falta de libertades fueron perseguidos antes de poder salir al exilio, hay que recordar a Guillermo Cabrera Infante (ver “Mea Cuba”, 1992); Armando Valladares, prisionero político durante 22 años (véase “Contra toda esperanza”, 1985); Reinaldo Arenas (leer “Antes de que anochezca”, 1992); Zoe Valdés (ver su novela “La nada cotidiana”, 1995); Eliseo Alberto Diego (consultar “Informe contra mí mismo”, 1997) y Huber Matos, icónico revolucionario preso durante 20 años en las mazmorras del régimen (consultar su testimonio, “Cuando llegó la noche”, 2002). También los escritores Heberto Padilla, Norberto Fuentes y Virgilio Piñera, entre otros, fueron perseguidos y tuvieron que irse para siempre de Cuba.

Toda esta información la invoco como telón de fondo para señalar que los paraísos del socialismo hace tiempo sucumbieron ante su propia defenestración -cual Saturno devorando a sus hijos-, por contrarios a las más elementales aspiraciones de superación y dignidad humanas. Cada persona tiene derecho a pensar como le dé la gana y a manifestarse mientras no haga daño a nadie, así como a un trabajo digno, educación y salud. A ningún totalitarismo se le puede permitir violar impunemente tales legítimas aspiraciones en nombre de un ideal que, lejos de serlo, ha resultado un enorme fiasco. El silencio es consentimiento y adhesión.

Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural.
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