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- 07/01/2022 00:00
Premio 'Ariel Barría Alvarado' 2021
Al haber creado este premio que lleva el nombre de Ariel Barría Alvarado en tributo a su memoria, no solo le rindo homenaje al escritor y amigo, sino que contribuyo a que la buena narrativa nacional siga creándose y promocionándose con dignidad y constancia.
Si bien en el siglo pasado cuentistas como Moravia Ochoa, Bertalicia Peralta, Griselda López, Rosa María Britton, Beatriz Valdés, Isis Tejeira, Giovanna Benedetti y Consuelo Tomás dejaron muy en alto los colores de la ficción breve nacional femenina, numerosas nuevas voces (independientemente de su edad) han ocupado sitios destacados en la narrativa femenina que hoy se escribe en Panamá: Melanie Taylor Herrera, Lupita Quirós Athanasiadis, Danae Brugiati Boussiunis, Marisín González, Ela Urriola, Isabel Burgos, Enithzabel Castrellón, Nicolle Alzamora Candanedo, Olga de Obaldía, Annabel Miguelena, Maribel Wang González, Marisín Reina, Lilian Guevara, Lissete E. Lanuza Sáenz, Isabel Herrera de Taylor, Gilza Córdoba, Eyra Harbar, Doris Sánchez de Polanco, Blanca Montenegro, Gloriela Carles Lombardo, Rosalba Morán Tejeira, Sonia Ehlers, Vilma Briseida Calderón Córdoba, Aileen Brown Solís, Melissa Melinna Sánchez Salazar, Zary Alleyne y Cheri Lewis, entre otras.
Para empezar, en “Esto no es vida”, de Cheri Lewis, su ingenio y capacidad creativa son capaces de ver el revés de las cosas, llámese personalidades, oficios, o formas de convivencia, al momento de articular una historia. En algunos de sus mejores cuentos, no todo es lo que parece; y cuando resulta que sí lo es, la razón suele residir en la sinrazón de las cosas. Su visión de mundo puede ser tan racional y tan lógica como la de un físico-matemático, pero cuando quiere innovar igual puede echar mano de la paradoja, que del disparate o la anomalía.
Por otra parte, no se sabe si el lenguaje más idóneo para narrar determinadas escenas proviene de un sustrato de la personalidad de nuestra autora, o si es el lenguaje mismo el que, insumiso, la va permeando y la induce a escribir de un modo diferente, innovador. Se trata de una escritora que no se contenta con saber que muchas cosas andan de cabeza en el mundo; sino que saca provecho de ello para crear atmósferas y personalidades acordes con esa realidad. Y lo hace siempre de modo original e inesperado. Sabe que las cosas son de determinada manera según quien las perciba; y que además no son inmutables.
Documentar la realidad mediante la escritura no implica textualmente duplicarla, como podría creerse, sino recrearla haciendo de ella -de sus componentes- una versión diferente sin dejar de ser la misma que se procura emular. Esta aparente contradicción no lo es del todo, sino más bien la materia misma de la que está hecha la ficción literaria; es decir, el arte de la escritura: hay realidades que, al ser imaginarias, cuando quedan plasmadas con la convicción de una integridad propia, adquieren una identidad de difícil cuestionamiento.
Visto así, hay paradojas, sinsentidos y situaciones abstrusas que de alguna peculiar manera logran conciliarse en una obra de arte. A veces, porque la realidad misma es así; otras, porque la creatividad del artista logra darles a sus criaturas esa múltiple textura. En este nuevo libro de Cheri Lewis se dan ambas singularidades de una forma coherente dentro de su aparente incoherencia. Y es que contar una historia en un contexto literario es mucho más que disponer de una simple anécdota real o inventada, como lo haría un cuentacuentos ante un grupo de niños; la manera de contar ingeniosamente lo que sucede cuando se escribe implica un impecable manejo del tiempo, del punto de vista narrativo, de la capacidad de diversificar sucesos dentro de una trama muy bien urdida y un manejo óptimo del lenguaje, entre otras cosas.
Lo concreto y lo abstracto no siempre se contradicen; tanto en la realidad como en materia artística a menudo se complementan. Y en la mejor creación literaria suelen ser indiferenciables, tal como la luz y las sombras, y en casos extremos el pudor y el exhibicionismo más desinhibido. Hay que tener todo esto en cuenta cuando leemos “Esto no es vida”, obra innovadora, osada, desafiante, a ratos perturbadora, como sucede con muchos de los cuentos de sus obras anteriores; una propuesta creativa diferente a la cuentística tradicional que solo se apoya en la anécdota. Nuestra autora no solo maneja con destreza la ironía y el humor negro, sino que sabe crear intriga y sorprendernos, así como mezclar sentimientos e ideas, temores y deseos, realidad y fantasía, incluso a veces ciertos visos de terror, dando lugar a menudo a textos híbridos, lúdicos, sardónicos, inesperados, penetrantes, memorables.
Este nuevo libro suyo, junto con “Abrir las manos” (2013) y “El hilo que nos une” (2019), constituye sin duda alguna una trilogía sobresaliente en la ficción breve panameña de los últimos años, clara referencia a lo que puede lograr el talento y la constancia. Porque en esta exigente colección de ficciones hay densidad, ingenio, sarcasmo y esa nada fácil capacidad de sorprender al lector.