• 21/02/2022 00:00

En Herrera y Los Santos nadie se pone 'bravo'

“Como terapia, sería bueno que el Ministerio de Cultura procurase hacer acercamientos teatrales para pueblos y ciudades, aprovechando el éxito estimulante de sobrevivencia que han tenido herreranos y santeños”

Para mí, no existe diferencia entre Herrera y Los Santos. Son pueblos que, si nos ponemos a ver, nunca se ponen “bravos” todos los días. Y menos por cualquier cosa. Estas cordiales y alegres poblaciones se enfrentan a los avatares de la vida estoicamente con una ley no escrita, pero que rarísimas veces falla y que, sin lugar a duda, ha contribuido con el folclore nacional y con su notable desarrollo: crecen solos, santeño quisieras ser y cédula seis “Pá'que respetéi”.

Su principal política es convertir cualquier problema en chiste. Veamos, no puede ser posible que cada vez que sintonizo a las emisoras de Herrera y Los Santos los programas de opinión estén comentando los mismos temas, que a propósito los dicen a manera de chiste, tanto los locutores como los que participan por teléfono: que le robaron gana'o a fulano, que desvalijaron la finca de zutano y le llevaron las cuatro ruedas del grillo, que frente a su casa se perdieron las pesadas lonas del camión del vecino, que más del 70 % del maíz nuevo se lo llevan los ladrones. Pero nunca se preguntan si son los peones, los empleados o los familiares queridos que, por vicio de las drogas como acá en Panamá y el mundo, les roban a los papas: los tanquecitos de gas, plata de la tablilla, los sanitarios, los zapatos, etc.

Con pocas dudas, la mejor manera de pasarla bien en estos momentos tan complicados del mundo, y particularmente en Panamá, si no podemos hacer nada, absolutamente nada, porque se amparan con la Ley, la Corte y la misma Constitución, es convertir en chistes todos los “moteta'os” de malas noticias que amanecen más temprano que el canto de los gallos con hambre. ¿Qué podemos hacer?...

La semana pasada, me tocó recoger en Penonomé a uno más viejo que yo, que se había desmayado a metros de llegar a su automóvil, por culpa de un nuevo “protoloco” que tiene que cumplir, según él, para sacar sus pastillas del Seguro, le entendí que es para que los jubilados no se roben las medicinas para vendérselas a otros. Me he reído a carcajadas, porque se sospecha en ciudades y pueblos que hay una viejísima banda en planilla de directores, doctores, conductores y aseadores que se roban antes que lleguen a los depósitos de la Caja, no solo los medicamentos, sino desde el cloroformo hasta el papel higiénico. Como terapia, sería bueno que el Ministerio de Cultura procurase hacer acercamientos teatrales para pueblos y ciudades, aprovechando el éxito estimulante de sobrevivencia que han tenido herreranos y santeños.

Economista, escritor costumbrista.
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