• 28/03/2022 00:00

Cuando el dolor se llama Eulalia (*)

“¿Hasta cuándo seguiremos abandonando y dejando morir a nuestros pobres, desvalidos y minusválidos [...]?”

Llegó buscando trabajo. Era madre soltera con tres hijos al hombro. Reservada, respetuosa y puntual, pese a vivir en una “invasión” en cerro Tigre, Arraiján, a tres y cuatro horas en transporte hasta Las Cumbres, donde labora.

Las invasiones en Derecho Internacional o nacional pueden ser negativas o necesarias.

La supuesta “invasión” de Rusia a Ucrania se hizo como un acto defensivo y preventivo. Defensivo, porque la militarización de Ucrania y su genocidio nazi en el Donbass amenazaban a Rusia, y este país protestó por 30 años para que se acordara un arreglo con la Unión Europea y la OTAN, sin recibir respuesta ni de Occidente (EUA) ni de la ONU.

Las amenazas, como militarizar cerca de fronteras ajenas, están prohibidas, y el artículo 51 de la Carta de la ONU contempla la legítima defensa, como hace Rusia. Pero la ONU está paralizada. Preventivo, porque la acción militar de Rusia intenta evitar un mal peor. Rusia hizo una “operación militar especial” para hacer los correctivos necesarios y eliminar esa amenaza (rechazar a la OTAN y desnazificar el país), y no para invadir, cuyo objetivo fuera apoderarse de Ucrania.

Con miles de kilómetros no cultivados o abandonados en Panamá, inclusive en las áreas revertidas, ¿cómo deben hacer los que no tienen techo para cobijarse? ¿Dónde quedó el “uso más colectivo posible”?

Tienen que buscar una solución, que no consiste en arrebatarle la propiedad a sus legítimos dueños. Los “sin tierra” deben procurarse un mínimo espacio vital, sea porque el Gobierno expropie, compre o reparta las tierras ociosas.

Eulalia demostró ser inteligente, a pesar de no haber cursado la escuela secundaria. Maneja el celular y mi computadora mejor que yo. Llega temprano; se asea en un baño externo en el área de los ranchos; se muda de ropa; se fumiga totalmente y solo entonces entra con mascarilla a la casa.

Un día le pregunté: “¿Por qué no fuiste a la escuela?”. Contestó: “Yo vengo de un sitio en Veraguas que se llama Pixvae, cerca del mar. Hay que llegar a La Palma (saliendo de Santiago) para tomar transporte, y llegas cuatro horas después. A este sitio me traen caballos que mando a buscar antes para poder llegar a Pixvae, porque no hay carreteras, y esa jornada toma otras cuatro horas. Yo terminé la primaria con el primer puesto y me gané una beca “pa” la secundaria”.

Le pregunté: “Entonces, ¿por qué no hiciste la secundaria?”. Y respondió: “Es que yo tenía que viajar a Santiago a buscar los papeles de la beca, pero no tenía plata “pal” bus”. ¡Eulalia perdió su futuro por no tener para el pase!

Para agravar su situación precaria, el pasado 16 de marzo no se presentó a trabajar y me llamó: “No puedo ir hoy porque llegó la Policía ¡y me tumbaron la casa!”. Me envió los videos y, en efecto, le arrasaron la casa, que era una casucha de cuatro palos, hojas de zinc y colchones, amarrados con cuerdas.

“Perdí todo, hasta el tanque de gas, la estufa y mi ropa”. Llegaron unos 300 policías fuertemente armados con retroexcavadoras y destruyeron todo. De nada valió el griterío desesperado de mujeres embarazadas, ancianos, niños y discapacitados.

Eulalia está tan atropellada, que hace poco le regalé un microondas, pero no se lo llevó sin darme razón. Después me enteré que en esa “invasión” solo permiten tener un solo bombillo y, si colocas otro artefacto, se le baja la corriente al resto del vecindario y te pueden hacer la vida imposible. No hay cómo conectar el aparato.

Hace poco murieron calcinados cuatro hermanitos de 2, 4, 6 y 8 años de edad, sin que su madre pudiera salvarlos, quedando ella misma en el hospital con manos y pies

quemados. Otros cuatro hermanitos murieron envenenados con gases tóxicos cuando intentaban ganarse unos centavos.

¿Hasta cuándo seguiremos abandonando y dejando morir a nuestros pobres, desvalidos y minusválidos para que empresas extranjeras e inmobiliarias, terratenientes, bancos y sectas religiosas se refocilen o regodeen con la miseria y tragedia ajenas, con este delito de lesa humanidad?

¿Quiénes se quedan con las tierras expropiadas que no les dan a los necesitados? ¿Dónde quedan la Constitución (artículos 117, 48, 50, 51), el derecho humanitario de la familia, las mujeres y los niños?

Hoy he visto las planillas de la Policía Nacional y se me revuelve el estómago al constatar los millones que ganan los comisionados. ¿Sabe el lector que con el salario más bajo de un comisionado (B/.5000.00) vivirían 17 familias?

No menciono el monto que ganan los comisionados para evitar que me acusen de apología del delito, pero de que hay derecho a la rebelión, lo hay, como afirmó la reina de Holanda sobre la insurrección de Mandela y los negros en Sudáfrica. ¡Las tierras son del pueblo!

(*) Dedicado a Eulalia y a Pablo Martínez, de la Coordinadora Victoriano Lorenzo (CVL).

Analista internacional y exasesor de Política Exterior.
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