• 16/05/2022 15:00

XI congreso del PRD

En una valoración justa y pragmática, habría que ajustar los análisis a la realidad y no la realidad a los análisis, y menos a los deseos

El PRD ha concluido su undécimo congreso ordinario con resultados nada sorprendentes. La renovación de su Comité Ejecutivo Nacional exige un balance desapasionado, mirar con detenimiento lo que ha presentado ese colectivo político de conjunto, para entrar a valorar particularidades y proyecciones, facciones y luchas internas.

En una valoración justa y pragmática, habría que ajustar los análisis a la realidad y no la realidad a los análisis, y menos a los deseos.

Considerando el escenario político actual, el de una sociedad desencantada que aprendió a valorar las oportunidades en beneficio propio y no de los ideales o los principios, cualquiera que quiera entrar en su rejuego tiene que considerar sus reglas y sus códigos, sin que eso implique aceptarlos.

La historia pasada y reciente siempre han enseñado que estos desafíos se enfrentan con todo, y con todo, es con todo. La conciencia es un arma que solo actúa eficazmente cuando tiene la fuerza y el coraje para hacerlo, lo demás puede ser algarabía, desencanto, sorpresa y frustración.

Lo primero que habría que destacar de este último ejercicio perredista es su concurrencia, la representatividad nacional, organizada y disciplinada, que dejó una asistencia del 99 por ciento de su membresía. Por las razones que sean, pero un hecho político al fin.

El otro elemento clave es la forma como se desarrolló el evento, en un rejuego marcado por pactos tácitos, con nombres respectivos y exclusiones, al parecer de consenso, como la derrota abrumadora de la diputada Zulay Rodríguez en el Frente Femenino; pero las fuerzas enfrentadas no permitieron un desborde de pasiones.

El de ayer parecía un juego de caballeros, aunque las corrientes submarinas estuvieran haciendo pedazos la embarcación y la tensión fragmentara los espacios. Si los observadores de oposición esperaban espectáculos, estos no se produjeron. Cada fuerza asumió sus expectativas en silencio, con discreción, y para un partido tan grande eso es, a futuro, un factor importante, que demuestra que, al menos en esta ocasión, los perredistas parecen capaces de mantener su unidad en medio de la confrontación.

Las experiencias de 2009 y 2014 podrían haber surtido su efecto, demostrando que sus adversarios solo le pueden ganar si el PRD se divide internamente. ¿Se podrá mantener esa unidad hasta 2024? ¿Podrá una fuerza imponerla sin la fuga de votos que implicaron las anteriores elecciones? Está por verse, sobre todo en las filas de capas medias, las verdaderamente afectadas en esta ocasión.

Con el de ayer, dos han sido los eventos en los que el PRD ha demostrado fuerza y capacidad de movilización. El primero fue en marzo pasado cuando para la escogencia de sus delegados movilizó a más del 60 por ciento de su membresía. Se nota una realidad que seguramente algunos atribuirán a su condición de partido gobernante, y claro que hay mucho de eso. Sino lo hacen en una coyuntura como esta ¿entonces cuando?

Aun cuando algunos analistas atribuyen esa concurrencia a cierto oportunismo laboral, sobre todo entre jóvenes, no sería acertado dejar de lado la repercusión de las acciones del actual gobierno en la movilización de esa membresía, a menos que los que así piensan pretendan negar la labor oficial ante la pandemia, la asistencia socioeconómica dada a miles de panameños, la atención a más de 700 mil panameños que residen en 300 corregimientos de pobreza multidimensional, las giras de trabajo comunitario, los proyectos que se desarrollan en distintos puntos del país. En fin, la atención a la cuestión social que tan abandonada estuvo entre 2009 y 2019. Solo en Guna Yala se entregarán para diciembre venidero, 300 residencias para familias.

Claro que el análisis también podría considerar los escándalos que privilegian ciertos medios respecto al gobierno, lo que implicaría caer en esa trampa que es la realidad mediática versus la que transcurre en el terreno, y que genera luego tantas amarguras y sorpresas.

En los dos eventos realizados por el PRD en el primer cuatrimestre de 2022, la labor desplegada por el gobierno ha sido el motor para la movilización, para la recuperación de una confianza que se había visto mermada en una década.

El otro tema de fondo que parece ausente en algunos debates y señalamientos es la composición social de la nueva dirección, la base que arrastra, con una marcada presencia de sectores rurales y capas medias urbanas, que han servido para dejarle a las capas medias progresistas del PRD solo un tercio del poder interno.

Benicio Robinson es, hoy por hoy, una realidad política en ese partido, y para quienes lo cuestionan bueno sería que examinaran por qué se reelige en sus cargos, pese a todo, pese a los ríos de tinta que le ha dedicado La Prensa, y las inagotables acusaciones en su contra. No basta con lanzarle calificaciones peyorativas, hay que ver qué es lo que lo sostiene, si tiene o no una clientela política inamovible, si es o no representativo de una fuerza.

Tal cual ha quedado, el nuevo CEN del PRD expresa una alianza de hecho entre los sectores que hoy por hoy jalonan en sus filas internas, versus unas capas medias progresistas que cuentan con una acumulación desde la cual tendrán que pasar de las consideraciones románticas a un trabajo de fondo. (JBV)

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