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- 20/08/2022 00:00
De negro de 'mierda' a negro sangrante
A cuantas personas en Panamá no les han gritado, espetado o, aun cuando, pasen de lejos: “Negro de mierda”. A veces de cariño. Clarísimo de gestos grotescos y racistas como este, no se tienen registros estadísticos, pero, de que es casi una costumbre, lo es. Voy a averiguar si fue cierto que al panameño Mateo Iturralde cuando congresista en Colombia por oponerse a una venta de tierras del ferrocarril interoceánico, otro congresista que tenía intereses aviesos, le gritó desde el estrado: “Negro de mierda te tiraste el negocio”. A lo que Mateo dicen que contestó: “Yo, no vendo mí patria y si te fijares blancos son mis calzoncillos y veréis a los negros que sostiene”.
Acá me aseguran que muchos insultos exclusivos, nos quedaron desde los 300 años del absolutismo español con la bendición de una de las siete diócesis católicas que nos tocó en Castilla de Oro. La división de clases entre monárquicos, criollos, y los cruces entre indios y negros fue fundamental. También otras expresiones quedaron grabadas en piedra como: “Cholo bruto del carajo, más un etcétera grande”. Sin embargo, con el devenir la humanidad ha cambiado por los derechos humanos producto de revueltas de los siglos XIX y XX, logrando incluso que los negros obtuvieran reconocimientos, y llegado a puestos importantes como en EE.UU. —o reino de las oportunidades— florecieron en una casta de negros más inconformes que al principio de las cadenas esclavistas.
Acá en Panamá y me imagino que en otras partes el mundo también, los negros angloparlantes (huevo de burro en Colombia y Panamá), discriminaron a los traídos por EE.UU. a inicios del siglo XX, para la construcción del Canal, cuando los negros pardos y los cholos éramos mierda de vaca, para ellos bullshit, ya que por mucho tiempo destacaron letreros que decían: “No dog, no panamanian”. Casi todo ese laberinto que a muchos nunca nos ha importado amainó notablemente. Pero han aparecido negros hispanos parlantes que se creen los únicos que saben asar la pepita de marañón, cayendo muy mal sobre todo un comentarista en radio cuya voz de hormiga folófa arrincona a los que trabajan con él exhibiéndoles y ridiculizándoles porque se cree un sabio politólogo como todo negro sangrante de 'mierda'.