• 05/12/2022 00:00

La parálisis del planeta: el Mundial de Fútbol

“Los problemas que enfrentan los países se ponen en alto; se olvidan, debido al torneo deportivo más esperado cada cuatro años, que demostrará cuál es el país que conforma el mejor equipo de este deporte en el mundo”

Empezó el Mundial de Fútbol, el mundo se paralizó, se congeló ante todo tipo de pantallas televisivas; los habitantes menos afortunados se paralizan ante una radio. Otros, los pudientes, acuden como zombis a llenar los estadios.

Los problemas que enfrentan los países se ponen en alto; se olvidan, debido al torneo deportivo más esperado cada cuatro años, que demostrará cuál es el país que conforma el mejor equipo de este deporte en el mundo. Una fiesta que se extiende por veintiocho (28) días. Es como si se borrara de tajo un mes laboral, pues, aunque no son días feriados, los ciudadanos del mundo no piensan, no razonan o no hablan de otra cosa. Todos son, de repente, expertos en fútbol. Hay una amnesia colectiva.

Terminado el torneo mundial, de inmediato entramos en las festividades navideñas, prolongando con esta el olvido de los problemas, abocándonos al alegre desenfreno que nos trae el festejo del nacimiento de Cristo Redentor, el Hijo de Dios, Señor del Universo, el que, junto a su Padre, hoy en día nos castigan decepcionados por nuestro proceder y naturaleza destructiva.

Pero los problemas que los países enfrentan no se detuvieron ni se sentarán a ver el fútbol, ni mucho menos celebrarán las fiestas navideñas ni de fin de año.

Allí están. Y mientras nosotros nos “olvidamos” de ellos temporalmente por las festividades colectivas, estos continúan agravándose, martirizándonos.

Luego, con el nuevo año, la amnesia colectiva se archiva en el cajón de los recuerdos en espera del próximo feriado colectivo, como los carnavales, la Semana Santa, etc. Y el nuevo torneo mundial de fútbol dentro de cuatro años.

Y como autómatas retomamos la lucha por resolver los problemas irresueltos, pero con nuestras posiciones de demostrar quién tiene la razón y no en qué debemos enfocarnos colectivamente, unidos, lo que mantiene los problemas sin soluciones e irremediablemente estrangulándonos y enriqueciendo a los que viven permanentemente del caos.

En nuestro caso, los graves problemas que nos atañen y asfixian, y que irrisoriamente solo se nos ocurre hacer “mesas y sillas del diálogo” entre trabajadores y empresarios sordos, y representantes de un Gobierno tuerto, tartamudo y acalambrado ante los problemas que enfrentamos.

Como lo es, el Programa IVM de la CSS, cuyos fondos se terminan en algún momento dentro de los próximos veinticuatro (24) meses, lo que dejará en un limbo mortal a más de 276 mil jubilados y pensionados (dato al 17/junio/2021), quienes trabajaron toda una vida para gozar de una jubilación digna al terminar su vida laboral.

Como lo es, el problema de las infraestructuras sin mantenimiento, olvidadas por nuestros mandatarios y ministros respectivos, quienes les han dado la espalda para dedicarse a producir nuevos negocios para ellos y su círculo cero.

Como lo es, el problema de la falta de agua en muchos de nuestros barrios y pueblos, en un país donde abunda el agua y es acariciado por dos mares, Un país en donde se tenía la mejor agua del mundo hace unos años atrás. ¿Y la basura?

Como lo es, el problema de la decadencia educativa, claramente señalado por los diferentes índices mundiales que nos posicionan entre los lugares bastante bajos de las tablas comparativas. Los miles de estudiantes que terminan sus estudios secundarios sin saber escribir, leer o hablar correctamente el idioma español, y mucho menos saber otro idioma tan necesario en el mundo laboral como el inglés. Y ni de qué hablar de las matemáticas y ciencias. No quiero agravar este párrafo con la otra parte de la ecuación, los educadores, cuya mayoría piensa más en sus beneficios que en el desarrollo de sus alumnos. Que no se interesan en adecuarse a las tecnologías modernas de la educación y continúan con sus ideas de principios del siglo XX.

Y así, otros tantos problemas como la corrupción institucional y la justicia $electiva, cuyo péndulo se inclina del lado en donde están las “contribucione$ o beneficio$” a sus fallos. Y qué decir de la alarmante y descontrolada criminalidad, que no ha podido ser combatida por los estamentos de seguridad.

Así transcurre el tiempo, y en nuestro caso, llega el “posible Salvador de las causas perdidas”: LAS ELECCIONES.

Es aquí donde el tonto pueblo pone sus esperanzas. Y nuevamente su cerebro, inexplicablemente, se olvida del pasado y las promesas de campaña que jamás se cumplieron... y entregan su conciencia a la oferta$ del mayor postor ante el lema: “¿QUÉ HAY PA' MÍ SI TE DOY MI VOTO?”.

Luego de sumas y restas el “salvador de las causas perdidas” es electo. Causas que seguirán perdidas para el pueblo, pero no para él y sus allegados. A menos que Dios nos haga un milagrito.

Con el nuevo “salvador”, empezamos otra vez el ciclo patriótico del pueblo que busca respuestas a los problemas por resolver que aún siguen irresueltos. Y súbitamente se abre la caja de los recuerdos, acordándonos que ya pasaron cuatro años y retorna el Mundial de Fútbol, y nuestros deseos de corregir lo no corregido entra nuevamente en pausa y la población en amnesia, lo que hace feliz a los gobernantes, quienes hacen ofrendas, bendicen y alaban a san Amnesia: el Mundial de Fútbol.

Comentarista de opinión.
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