• 30/04/2023 00:00

Decodificando valores: Riesgos

“Debemos aprender no solo a tomar riesgos de forma responsable, sino también a aumentar nuestra resiliencia para mejor enfrentarlos, para nuestro beneficio y el de los demás”

Nuestras vidas dependen mucho de nuestras decisiones y las de nuestros dirigentes, quienes deben decidir entre una acción u otra, en lo que se conoce como una “gestión de riesgos”. Toda vida, en todo momento, incluye un potencial de riesgo tanto como de beneficio: desde lo que ingerimos (arriesgándonos a contaminarnos) hasta simplemente salir a la calle (arriesgándonos a ser afrentados). Podremos ser cuidadosos, pero nunca eliminaremos el riesgo en un 100 %. Muchos me reclaman el riesgo de moverme en moto mientras otros me envidian por el tiempo que ahorro. Pero este riesgo es alto y evitable, entonces ¿por qué tomarlo?, ¿cómo decidimos qué riesgos tomar y cuáles no?

Opino que este cálculo entre riesgo y beneficio lo hacemos según cuatro consideraciones profundamente enraizadas en nuestros valores humanos: la capacidad para tomarlo (que incluye el precio que podemos pagar), la percepción externa del riesgo (no necesariamente relacionada con la realidad), la percepción interna (según la experiencia) y no menos importante, el riesgo que los demás toman.

Capacidad. Para manejar una moto, por ejemplo, se requiere de cierta fuerza física para maniobrar en calor y frío, lluvia o viento, y de un nivel de atención mayor. Mientras menos contamos con esta capacidad, el riesgo sube. Igual la capacidad de defendernos en una situación peligrosa o de sobrellevar una enfermedad; mientras menos seamos capaces, más tenemos que cuidarnos. Por otro lado, no se necesita de una capacidad especial para comprar un boleto de lotería, pero sí de la conciencia o perderemos lo pagado. Igual puedo lidiar con una lesión jugando fútbol o que me roben la cartera como turista. Estoy consciente del riesgo y tengo la capacidad de pagarlo.

Percepción externa. Según encuestas, se percibe que el avión sea más peligroso que el carro. La razón es que desastres aeronáuticos son casi siempre fatales y hacen muchos titulares. Estadísticamente, el carro es más peligroso que el avión. Igual con la lotería: aunque el chance de ganar sea uno en 10 millones, la publicidad permite una percepción de que la posibilidad es alta. Esta percepción externa puede influir negativamente nuestra decisión a arriesgarnos tomando unos peligros y evitando aquellos que menos lo son.

Percepción interna. Al madurar acumulamos una estadística mental que nos permite, según la experiencia, tomarnos más riesgos. Así como no dejamos de comer cierta comida por un malestar estomacal o dejar de caminar por habernos tropezado, una estadística favorable nos permite seguir arriesgándonos. El problema es cuando algunos extienden su estadística según un ímpetu de “probar los límites”. Por ejemplo, cuando una persona se cruza la luz roja, al principio, por medio segundo, luego por uno y así, de no pasar nada, va por más. Sin darse cuenta, está arriesgando su vida y la de los demás de forma negligente y hasta criminal, considerando, estadísticamente, cuántos han tenido éxito. Por esta razón la intervención policial y legal es importante para disminuir este escalamiento fatal, no solo en el tránsito, sino en toda actividad corrupta, ilegal, antisocial o peligrosa.

Los demás. Siguiendo el ejemplo de la luz roja, muchos se la cruzan considerando otros no. Como en la teoría del juego, mientras todos sabemos el riesgo, pocos se arriesgarán. El problema es cuando más personas se toman el riesgo terminando multados, en el hospital o en la morgue. Es injusto que el precio del riesgo de uno sea pagado por otro.

En resumen, es crucial y hasta necesario tomar riesgos, en un nuevo trabajo o con una nueva pareja. Son estas experiencias que hacen la vida interesante y nos permiten mejorar nuestra calidad de vida. Ser exageradamente cuidadosos es un riesgo en sí. Pero debemos estar claros sobre todas las posibles consecuencias, teniendo en mente que podemos lidiar con el peor de los resultados y que estos no afecten a los demás que no aceptaron tomar el riesgo. Un útil análisis o gestión de riesgos incluye valores humanos como la paciencia (al no cruzar la luz roja), el respeto (al no colarnos en la fila) y la responsabilidad (a no robar, por ejemplo). También incluye conceptos morales como “pensar antes de hacer” y “ponernos en el lugar del otro”. Estas simples lecciones mejoran nuestra sociedad disminuyendo el sufrimiento que tomarse riesgos trae. Debemos aprender no solo a tomar riesgos de forma responsable, sino también a aumentar nuestra resiliencia para mejor enfrentarlos, para nuestro beneficio y el de los demás.

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