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03 de Dic de 2023

Columnistas

César A. Quintero

El profesor Quintero era un estudioso, abrazó el derecho, la ciencia política, el constitucionalismo como forma de comprender más y mejor la sociedad y el devenir humano

La verdadera morada de los ilustres es la memoria de los pueblos. Con cierta discreción, pero, no con olvido llegamos al 20 aniversario de la desaparición física de uno de los panameños ilustres del siglo XX.

En el libro “El alma de la toga”, Ángel Ossorio y Gallardo, titula un capítulo “Elogio de la cordialidad”. Reconoce la importancia de esta virtud en todos los ámbitos del ejercicio de la abogacía. El doctor César Augusto Quintero Correa, quien hacía gala de esa virtud, fue un panameño al que la Patria debe mayor reconocimiento, para no ser olvidado por las actuales y futuras generaciones.

El profesor Quintero era un estudioso, abrazó el derecho, la ciencia política, el constitucionalismo como forma de comprender más y mejor la sociedad y el devenir humano.

Académico en todo rigor, es menos conocida su participación política. De vuelta a Panamá, luego de estudios superiores en Estados Unidos y España, se activó en el Frente Patriótico de la Juventud, con un rol beligerante en la década de 1940. Las luchas de aquel grupo de universitarios y profesionales jóvenes: la plena garantía de las libertades democráticas, reformas sociales, el antimilitarismo, abrir espacios a la juventud en la participación política y el rechazo al Convenio de Bases de 1947.

Sus compañeros narraron que, a pesar de inicialmente no querer, lograron convencer al profesor Quintero para que aceptara, en 1952, concurrir como candidato a vicepresidente en la nómina que lideró Roberto F. Chiari bajo la llamada “Alianza Civilista”, para oponerse a la candidatura de quien acababa de renunciar a la comandancia de la Policía Nacional, José Antonio Remón Cantera.

En noviembre de 1957, en un fórum organizado por la Universidad de Panamá, junto con mi abuelo José Manuel Quirós y Quirós, plantearon la “neutralización del Canal Interoceánico”, defendiendo el concepto de que no podía admitirse la presencia militar extranjera en nuestro territorio.

Fue embajador de Panamá ante las Naciones Unidas y presidente de su comisión jurídica, destacando por su conocimiento del derecho internacional lo que le permitió una destacada labor diplomática.

Tuvo vida gremial, fue fundador del Movimiento de Abogados Gremialistas y presidente del Colegio Nacional de Abogados en 1977-78. Periodo en que el Colegio desempeñó un rol fundamental durante el debate de los Tratados del Canal.

Fue magistrado del Tribunal Electoral, quedando para la historia su salvamento de voto frente al fraude electoral de 1984. Luego del regreso a la democracia fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia en la Sala de lo Contencioso-Administrativo. La lectura de sus sentencias es rica en matices y detalles vinculados al proceso político, social y constitucional del país.

Su gran pasión fue la educación. Era un docente en toda la extensión de la palabra. Viceministro de Educación, catedrático de ciencia política y derecho constitucional en la Universidad de Panamá, decano en las facultades de Administración Pública y Derecho y Ciencias Políticas. Autor de muchos libros y ensayos, entre ellos, “Principios de Ciencia Política”, “Evolución Constitucional de Panamá” y “La llamada neutralidad del Canal de Panamá”.

Apoyó las reformas constitucionales de 1983 aunque, siempre agregaba en sus intervenciones “el poder real reside en los cuarteles”. En uno de sus últimos aportes intelectuales, retirado de la cátedra, en el Instituto de Estudios Nacionales (IDEN) participó en la redacción de un “Anteproyecto de Constitución”, que no tengo la menor duda que servirá, cuando Panamá se avoque a la tarea pendiente de un proceso de revisión constitucional.

Tuve el honor de tratarlo en distintas etapas, de muy joven porque me encomendaron la tarea de “correo” para traerle unos libros del extranjero. Era un caballero de formidables maneras, su gratitud fue tal que, días después de entregárselos, recibí una llamada invitándome a almorzar como agradecimiento. Ciertamente, aquella conversación vigorizó mi decisión de, terminado el bachillerato estudiar Derecho.

Años después fui su estudiante. Era todo un placer escucharlo y aprender de su envidiable bagaje intelectual. Recuerdo que ya la vista le daba problemas, en aquella época, y no era particularmente estricto cuidando sus exámenes, solía decirnos antes de empezar “recuerden que el que copia, copia mal”. Años después, ya como profesor, descubrí lo cierto de su sentencia. Un buen profesor, al calificar conscientemente sus exámenes se percata de qué estudiante se ha copiado.

Después, ya como abogado, las conversaciones con él eran un disfrute absoluto, por muchas razones pero, sobre todo, por el cuidadoso manejo del idioma y la claridad de sus conceptos, que antes de convencer sobre una idea, buscaba provocar la reflexión y para arribar a propias convicciones.

El profesor César Quintero falleció el 18 de septiembre de 2003, por estos días conmemoramos el 20 aniversario. Panamá está, a no dudarlo, en un momento en que bien nos haría recordar y ponderar su legado.

Abogado