• 26/12/2015 01:01

26 años de la invasión y caminamos entre brazas

Mientras las negociaciones entre los equipos de Manuel Antonio Noriega y de Mike Kozak no concluían en acuerdos para la salida del MAN 

Mientras las negociaciones entre los equipos de Manuel Antonio Noriega y de Mike Kozak no concluían en acuerdos para la salida del MAN, los militares estadounidenses tenían listo un experimento a gran escala.

Se trataba de poner en uso un programa militar de $2200 millones, cuya primera prueba pondrían en los aires, el B2, el bombardero invisible o furtivo. Cada bombardero le había costado al tío Sam $990 millones con tecnología furtiva de baja visibilidad capaz de penetrar defensas antiaéreas para desplegar armas tanto convencionales como nucleares.

Así que las fuerzas de Noriega fueron atacadas con un moderno, sofisticado y caro armamento que incluyó al helicóptero AH-64 Apache.

Días antes de la intervención militar del ejército de los Estados Unidos, la información que manejaba era de inminente invasión. En las gradas del cuadro deportivo de Coast Way frente a la sede de la compañía Victoriano Lorenzo, escuché a militares panameños, entre ellos Moisés Cortizo, cruzar ideas y estrategias que concluían en que la acción militar se daría por el aire.

Cierto, un ruido estruendoso se escuchó durante varias semanas de un avión espía que sobrevolaba en círculo y, esa madrugada no dejó de escucharse y así fue… llegó la invasión y no el lobo.

El 19 de diciembre de 1989 hice un recorrido por la base aérea de Howard. Se daba un movimiento inusitado. Yo viajé en una chivita de Veracruz. Confirmé que en unos de esos vuelos chárter militares habían llegado los reporteros del pool de guerra que cubren incidencias para el Pentágono.

Laboramos en el diario Matutino. Esa noche la plana cerró como a eso de las 10:00 p.m. y me retiré a casa. Me puse a ver televisión. A menudo los cintillos de claves chácara y cutarra. De pronto, faltando pocos minutos para las 12 MN recibí una llamada para sintonizar Radio Nacional. En efecto, Rubén Murgas confirmaba que se estaba ejecutando la acción militar norteamericana contra Panamá.

El experimento de los bombarderos invisibles dejaron caer sobe el objetivo militar, el cuartel central de las Fuerzas de Defensa, pesadas bombas con las que comenzaron a sentirse las amenazas de Marc Cisneros que se tomaría una cerveza y antes de acabar de tomársela la rendición de Noriega se produciría. Pero esas detonaciones tenían como blanco el barrio de El Chorrillo, que puso los muertos.

Rubén comentaba que él no fue entrenado para ser soldado pero la historia lo colocaba en la trinchera de la defensa del país como lo que es, difundir y orientar actuando como periodista.

Desde mi residencia en Cáceres de Miraflores, se escuchaban los estruendos de las pesadas bombas que caían. Un ruido de un avión sobrevolaba la ciudad en círculo. Tome la llave de automóvil y mi hija Kany, me agarró y me pidió no ir al teatro de los acontecimientos pero Roly le dijo, ‘él es un periodista déjalo cumplir'.

Desde el puente de la Martín Sosa se observaba el fuego y los estallidos de las bombas no me permitieron avanzar. Entonces, me dirigí hacia el Hospital Santo Tomás pensando en heridos. Cuando me acercaba ya había escaramuza en el edificio Hatillo, donde resultó herido el dirigente Ramón Ashby.

En la urgencia del HST comenzaban a trasladar heridos y muertos y la confusión reinaba con el rodaje de las camillas y los gritos propios de un hospital en emergencias. Hice un despacho para la Radio Nacional que aún no había sido intervenida por los aparatos espías electrónicos norteamericanos que operaban desde un barco interceptor.

En medio de tanta acción, muy tarde a la madrugada, regresé a casa y cuando regresaba en Vista Hermosa, en un bar discoteca propiedad de un amigo, me encontré a dos parejas bailando muy acaramelados y al relatarle al dueño lo que acontecía éste procedió a terminar la escena romántica de los tortolitos.

No aguanté conciliar el sueño y temprano me levanté y me encontré con Eliécer Santamaría. Juntos fuimos hasta detrás de los multifamiliares de Barraza. Todo el perímetro estaba cercado por las tanquetas norteamericanas. Yo mantuve en marcha el motor de auto mientras Santa tomaba fotos. De pronto, cuando nos disponíamos a salir de ese teatro, camuflajeados identificamos a Papo Córdoba e Hilario Trujillo, quienes estaban vestidos de civiles cubriendo con gorras sus cabezas. Les pregunté por sus cuarteles y Córdoba nos respondió ‘ya lo bombardearon y se lo tomaron'.

Regresamos al Santo Tomás. Yo continúe hacia Panamá Viejo, donde me informaron que había combates. Intenté acercarme. A marcha lenta en la estatua de Morelos, los marines americanos pintorreteados sus caras estaban hasta el tuétano en lama y se arrastraban para acercarse a la calle. Eran muchos mientras helicópteros hacían labores de rescate de otros marines que estaban enterrados en la lama a pocos metros de la vía Cincuentenario. El cuartel no estaba tomado y por la parte de la iglesia San Gerardo de Mayela, las tropas invasoras colocaban alambres púas y avanzaban.

Eran casi las 10:00 a.m. Decidí tomar descanso. Había muchos vuelos, tanto de aviones como de helicópteros militares. Fui antes a la redacción, escribí una nota con algunas fotos de un helicóptero derribado en Huerta Sandoval y Cerro Ancón y un resumen de lo registrado en el Santo Tomas. Fue la última publicación de ERSA, porque después de salir de ese lugar, una tanqueta de la soldadesca derribó las paredes y se posó sobre la redacción.

El objetivo del ataque era destruir aeropuertos y bases militares con un título de ‘causa justa'.

26 años después de esa invasión, aún hay en nuestro mundo político inmadurez y tozudez que amenazan contra nuestra paz. En el recién periodo presidencial pasado el maquiavelismo político de un psicópata apuntó sin sonrojo hacia la perpetuación del poder para convertirse en un dictador civil dispuesto a apostar a los enfrentamientos entre panameños. De qué valió la invasión, si nuestros problemas sociales, económicos y políticos son los mismos con vestido de democracia y oportunismo.

PERIODISTA

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Desde el puente de la Martín Sosa se observaba el fuego, y los estallidos de las bombas no me permitieron avanzar... Me dirigí hacia el HST pensando en heridos...

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