• 21/12/2017 01:01

Generación institutora 67

‘La promoción del 67 desde un principio promovió reuniones para intercambiar experiencias profesionales y guardar los recuerdos de la etapa institutora [...]'

Los acontecimientos de enero de 1964 dejaron una imborrable sensación en los estudiantes del Instituto Nacional y acrecentaron su conciencia sobre la realidad panameña. Asumieron que el país vivía en una condición que afectaba su propio desarrollo sociopolítico a causa de la presencia civil y militar estadounidense en el territorio. Ellos habían sido actores del último episodio —con saldo cruento— de esa ríspida relación de más de cincuenta años.

Los hechos quedaron latentes y constituyeron los primeros pasos concretos que habrían de repercutir trece años más tarde en la firma del Tratado Torrijos-Carter. En uno de los principales colegios secundarios del país, los años inmediatos venideros, habrían de forjar a una generación con un alto sentido de compromiso de su papel en el contexto de la sociedad istmeña y en el requerimiento de una preparación que garantizara esta perspectiva.

Afortunadamente, se contaba con personal docente que brindaba la posibilidad de un ejercicio académico cónsono con la necesidad de fortalecer la nueva hornada de profesionales requeridos ante el futuro que se venía encima. Los rectores de la época y un cuerpo de profesores conscientes de estos resultados, crearon el clima propicio para brindar tales bachilleres en ciencias y letras.

Esto ocurrió en los talleres artísticos de la profesora Zubieta o en las matemáticas de Constancia King de Escobar, Pío Zambrano y ‘Macumé Argote', en la historia y lógica de Pabilo, Soler, Brugiatti y Ferguson, el Gobierno de Peñalba; el español de Meneses y Aura Alvarado, el francés de Madame de Montulé y de Charpentier, el latín de Pinilla y Segura, el inglés de Mata y McNally. También, las hermanas Patiño.

Además, en química Chang Wong y Oro, física de Rovi, la geografía de Arrieta de la Hoz, la música de Vergara, biología de Melo, Molina; educación física con Aizpú y los Jaén —padre e hijo—, entre otros nombres que vienen a la mente al rememorar dicha época, hace cincuenta años. Un sinnúmero de organizaciones culturales como el cine club, el foto club, el Orfeón que dirigía el profesor Vergara y el conjunto típico de Petita Escobar.

Pero, la vida estudiantil no estaba exenta de anécdotas como las veces que se apedreó la fachada de la estación de televisión RPC Canal 4, cuando se regresaba de los juegos de fútbol con el Artes y Oficio en el estadio Juan Demóstenes Arosemena; cuya causa aparente eran los editoriales en contra de la gesta de 1964; las escapadas para jugar billar, a un costado de los edificios Quintillizas o el disfrute de los mayores con ‘pintas' en el bar El Óvalo.

Al graduarse, cada quien seguía su camino en las pocas universidades locales. El conjunto de las disciplinas profesionales que ofrecía el campo local fue cubierto. Quienes no encontraron respuesta aquí, se fueron a otros países a continuar estudios; algunos regresaron y también hubo quienes se quedaron en el exterior.

La promoción del 67 desde un principio promovió reuniones para intercambiar experiencias profesionales y guardar los recuerdos de la etapa institutora y cada vez que se cumple un aniversario importante, como este cincuentenario, se celebra. Hemos logrado interesar a los que viven en el extranjero, que enriquecerán el encuentro.

Una mirada atrás, hace sentir no tan lejanas aquellas experiencias vividas en dichos periodos lectivos en el espacio de los edificios que albergaban el diálogo con nuestros maestros, las carreras por los pasillos, en los gimnasios o el patio, el tamborileo en el salón de estudios y los actos en el Aula Máxima.

Lo importante es conservar el espíritu que le dio forma a una clara concepción del papel que se juega profesionalmente en la vida nacional y nuestro grupo lo supo hacer para la propia satisfacción y del país. Brindemos por eso.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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