• 09/08/2020 00:00

Abogacía, justicia y derecho

Así quedó marcado en la historia patria y quedará registrado para la posteridad, que el 9 de agosto de cada año se conmemora el Día del Abogado, consagrado en honor a unos de los más prestigiosos e ilustres patriotas panameños: don Justo Arosemena.

Así quedó marcado en la historia patria y quedará registrado para la posteridad, que el 9 de agosto de cada año se conmemora el Día del Abogado, consagrado en honor a unos de los más prestigiosos e ilustres patriotas panameños: don Justo Arosemena.

Y no es para menos, porque estamos frente al jurista, estadista, legislador, y de él se ha dicho: “Justo Arosemena, sin duda alguna, constituye la figura panameña más relevante del siglo XIX. Apropiadamente, se le ha reconocido tanto como el jurista nacional más distinguido de esa centuria como el gran teórico e ideólogo de la nacionalidad”. La suya fue una vida fecunda, caracterizada por la entrega al cultivo del intelecto, la ciencia y la práctica del Derecho, a la política en su más sana expresión, al servicio público y a un comportamiento ético ejemplar.

Para reafirmar y tener una idea de la brillantez y lucidez intelectual del insigne panameño, doctor Arosemena, “hace una deslumbrante reválida de su título (Doctor en Derecho en la Universidad de Magdalena del Istmo) en la Universidad de Chile, como lo describe Guillermo Andreve uno de los miembros del tribunal calificador, se le atribuye la frase: “El doctor Arosemena no viene a someterse a un examen, sino a enseñarnos cosas que no sabemos. Su tesis es la mejor que conozco”.

LA ABOGACÍA es la profesión y ejercicio de abogar, por escrito o de palabra “y abogado es la persona versada en el conocimiento de las leyes. Es el perito en el derecho que se dedica a defender en juicio los derechos o intereses de los litigantes y también a dar dictamen sobre las cuestiones que se le consulten”.

Como lo proclamara el ilustre procesalista E. J. Couture (Los mandamientos del abogado), “La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia. Su deber es luchar por el Derecho: pero el día que se encuentre en conflicto, el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia”.

El jurista Bielsa nos enseña que: “El atributo esencial del abogado es su moral. Es el “substratum” de la profesión. La abogacía es un sacerdocio; la nombradía del abogado se mide por su talento y por su moral”.

La Abogacía es: arte, política, ética y acción. Como arte. El abogado está hecho para el Derecho y no el Derecho para el abogado. El arte del manejo de las leyes está sustentado en la exquisita dignidad de la materia confiada a las manos del artista.

Como política. La Abogacía es la disciplina de la libertad dentro del orden. Los conflictos entre lo real y lo ideal, entre la libertad y la autoridad, entre el individuo y el poder, constituyen el tema diario. En medio de estos conflictos, cada vez más dramáticos, el abogado no es una hoja en la tempestad. Por el contrario, desde la autoridad que crea el Derecho o desde la defensa que pugna por su justa aplicación, el abogado es quien desata muchas veces ráfagas de la tempestad y puede contenerlas.

Como ética. La Abogacía es un constante ejercicio de la virtud. La virtud de obrar y actuar correcta y honestamente. La tentación pasa siete veces cada día por delante del abogado. Este puede desarrollar de su oficio la más noble de todas las profesiones o el más vil de todos los oficios.

Aquí hacemos un hito, para recordar las célebres palabras del maestro del Derecho Penal y el patriota por excelencia, Dr. Carlos Iván Zúñiga, quien nos hace una semblanza y categorización de los abogados; el abogado en la cátedra, en el escritorio, en la tribuna, cuando destaca lo siguiente: “Las defensas penales constituyen el esfuerzo intelectual más agotador del abogado. En ellas se combina la pasión y el conocimiento. No tienen la sobriedad de la cátedra, porque, en las defensas, el propósito es transmitir con vehemencia un estado de convicción. En la cátedra se siembra la instrucción, tarea objetiva, estricta, siempre desprovista de toda afectación del lenguaje. Hay otras categorías. El abogado en el escritorio se ilumina en la meditación y se concentra en el silencio. El pensamiento del abogado en la tribuna tiene la celeridad del rayo, es antena atenta al detalle del discurso adverso, es ojo escrutador de las reacciones del jurado y el verbo lleva de la mano las constancias procesales y las doctrinas penales aplicables. El verbo se torna airoso cuando la defensa demuestra que el dominio del expediente predomina en su alforja intelectual y se torna invencible cuando engarza con claridad la teoría con el drama que se desata en la sala de jurados. (La Estrella de Panamá, día 10-8-2019).

LA JUSTICIA, estrictamente considerada, es la virtud relativa a la conducta jurídica que consiste en ceñirse con la máxima perfección a los mandamientos de la Ley.

La justicia, desde otro ángulo, es el ideal jurídico, el término hacia el cual debe tender todo derecho, porque el fin de este es establecer en la sociedad un orden temporal justo.

La justicia, según la célebre y clásica definición del jurista romano Ulpiano, es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo, es, en definitiva, aquel sentimiento y voluntad de rectitud que gobierna la conducta y hace acatar debidamente todos los derechos de los demás. En el Digesto se decía que “el derecho es justicia, el derecho es el arte de lo bueno y lo equitativo. (“Ius a iutitia, ius ars boni ed aequi”).

EL DERECHO, en la todas las sociedades organizadas, es un conjunto de normas y principios, generalmente, inspirado en ideas de justicia y orden que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia es impuesta en forma coactiva por parte de un poder público.

El alemán Goldschmidt dice que el derecho regula conductas humanas, por medio de normas, buscando la realización de la justicia. “Estos son los preceptos del Derecho: vivir honestamente, no ofender a los demás y dar a cada uno lo suyo”.

Y no hay la menor duda de que en el derecho se conjugan los alores y principios supremos del hombre, de tal manera que adquieren un pedestal singular en el mundo de las relaciones sociales, reafirmándose la máxima que resume la actividad del jurista: “Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del Derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho ni justicia ni paz”.

Abogado y escritor.
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